Dani de Morón. Guitarrista flamenco

"No te pasas la vida buscando dentro de ti para agradar a éste o al otro"

  • Es una de las figuras más personales y talentosas de la actual generación dedicada al toque, y ahora acaba de publicar su segundo disco de estudio, 'El sonido de mi libertad'

El guitarrista flamenco Dani de Morón (Sevilla, 1981) acaba de publicar su segundo disco de estudio, El sonido de mi libertad, compuesto por diez temas en los que mantiene las señas de identidad de su primer trabajo pero en el que refleja más su discurso y su personalidad.

-Se dice de usted que es uno de esos guitarristas que con su música cuenta cosas, ¿qué ha querido contar en este disco?

-He intentado resumir un poco cómo me he sentido en estos dos últimos años. Digamos que es un pequeño resumen de sentimientos de los que no se puede hablar, yo al menos no. Ésta es mi arma de comunicación, y digo arma porque es muy fuerte el carácter de la guitarra. Cada uno de los temas son homenajes a personas o a una tierra, un poco en clave. Y con el título no me refiero a lo que aparece en la portada; no es que me vaya yo a la playa a tocar, ahí con el viento, sino que así es como me siento cuando estoy tocando entre mis cuatro paredes. Es como una esclavitud a la que dedico mi vida, pero para ser más libre.

-¿Qué necesita para dar un tema por terminado?

-Encontrar el estado de ánimo que buscaba. En ese momento lo doy por bueno, porque si no empieza uno a dar vueltas... y el disco de tu vida es imposible, no lo vas a hacer nunca, porque en la vida hay muchas vidas. Y por eso se hacen varios discos, no uno sólo. Con éste me he quedado contento. Tiene la sonoridad que yo me imaginaba en la cabeza, esa misma sensación... Cuando terminé de grabar el disco y lo mastericé, lo abandoné y ya no no lo volví a escuchar hasta que salió. Me lo puse en el Spotify y me dije: "Esto es lo que quería hacer". No lo digo porque esté enamorado de mí, ni mucho menos, al contrario. Pero al menos en este momento son las sensaciones que quería grabar.

-A veces algunos le han reprochado que no hiciera picados, y en este disco los hay, y vertiginosos. ¿Por qué ahora sí?

-Porque la música lo ha pedido. La técnica no está para demostrar que uno sabe tocar esto o lo otro. Si un guitarrista graba un disco y no hay un trémolo no va a ser porque no sepa tremolar; si no hay un picado en un concierto mío, pues será porque no lo ha pedido la música, el estado de ánimo, la situación. Por otro lado, hay quienes pican muy rápido y sin embargo se les escapa la técnica más importante de la guitarra flamenca, que es el rasgueo, y digo la más importante porque es la que le da carácter a nuestro instrumento. Valorar de esa forma a un guitarrista es valorarlo de manera muy mediocre.

-El tema que cierra el disco, Doble nueve, es una rumba, digamos, curiosa: tocada todo en tonos menores, lo que hace que no parezca exactamente una rumba, desde luego no una canónica. ¿Por qué le gustan o qué busca en esas vueltas de tuerca?

-En este caso en concreto quería aportar un poco de misterio, que la rumba no fuera un respirito en el disco, la típica rumba comercial, y sobre todo que no fuera bailable. He jugado mucho con los tiempos débiles para darle intriga al disco, rítmicamente hablando. No sé a qué vendría que yo hiciera ahora una rumba parecida a Entre dos aguas, por ejemplo. ¿Para qué? No me lo pide el cuerpo. Eso ya se ha hecho, y muy bien. No sólo Paco [de Lucía], muchos guitarristas.

-Ha titulado su disco El sonido de mi libertad. De alguna manera está constantemente reafirmando su libertad, su autonomía, su criterio. ¿Hay demasiados portadores de la verdad en el mundo del flamenco?

-Claro. Influye mucho la tierra donde he nacido. Me volví muy rebelde cuando empecé a interesarme por otras cosas, aparte de ese toque tan bonito y tan especial que hay en mi pueblo. Aunque en realidad no lo hago de forma reivindicativa. No se trata de lanzar ningún dardo a ningún círculo en concreto, ni al sector tal ni a los más puristas ni nada de eso... Yo no hago música por eso. Yo hago las cosas que hago porque así es como las siento. Pero sí, no sé por qué, pero siempre ha habido en mí una inclinación a querer romper cosas o descomponerlas, aunque sea para volver luego a componerlas. Incluso en mi propia vida.

-¿Le ha costado muchos disgustos esa actitud?

-Y me los sigue costando. La personalidad es el enemigo número uno de la mediocridad. Sería preocupante que una persona que tiene ideas y las expone de manera honesta gustara a todo el mundo. Te tiras toda la vida buscando dentro de ti, rebuscando... ¿sólo para agradar a éste o al otro, para que alguien te diga "Está bien"? Mira, no. Todo lo que uno hace es consecuencia de cómo es.

-¿Es más fácil o más difícil ser guitarrista flamenco perteneciendo a una generación posterior a la de Paco de Lucía?

-Siempre ha sido difícil. Pero yo creo que Paco ha sido positivo en todo. Nos ha dejado 20.000 caminos por andar, y a la vista está que cada guitarrista es un mundo ahora mismo. Eso es bueno y se lo debemos a él. Luego está el golpe, claro. Para quienes lo tratamos es muy difícil de aceptar. Pero el mundo no se acaba y ese es precisamente uno de los mensajes que nos daba él continuamente.

-Fue su segunda guitarra con poco más de 20 años. ¿Qué es lo más importante que aprendió de todo aquello y de su compañía?

-La constancia y la ilusión. Es muy fuerte que, siendo el número uno de todos los tiempos, siguiera trabajando así, creyendo que no sabía todavía lo suficiente. Y muchas cosas en el plano personal: no su cara más conocida, pero ¡qué sentido del humor tenía! Como aficionado, que al fin y al cabo es lo que soy, lo mejor que me pudo pasar en la vida fue coincidir con él.

-Siempre le preguntan por él, yo mismo acabo de hacerlo, pero creo que también tenía una relación muy especial con Moraíto...

-Sí, sí [risas]. Desde el principio. Yo iba a verlo de pequeño a todos lados. Me hizo un pedazo de regalo: una de las tres cejillas que le dejó su padre cuando murió. Algo tan íntimo... Cuando se lo dije a su hijo, mi querido amigo y compañero Diego, hasta se extrañó. Es difícil recordar estas cosas. Lo llevo muy dentro del corazón. En fin, me dijo: "Llévala siempre en el bolsillo, aunque no la pongas, porque te va a dar suerte toda la vida y te vas a hacer figura con esto". Yo era un niño entonces. Y no creo en los amuletos, pero la cejilla la llevo siempre en el bolsillo, por supuesto. Y a veces la uso cuando me encuentro bien de ánimo. Son gente que no te duele porque se hayan ido ayer ni antes de ayer, sino que te va a doler toda la vida. Yo me imaginaba siendo viejo y estando él todavía, por eso fue doblemente duro.

-Rafael Riqueni dijo hace poco que, de los jóvenes guitarristas, usted es el que más le interesa. Se suma a muchas otras voces que lo señalan como referente del toque actual. ¿Pesan estas expectativas?

-No pesan, todo lo contrario. Pero si hace 15 años me cuentan esto no me lo habría creído. Es vivir un sueño, por tópico que suene.

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