Cultura

El Guggenheim de Bilbao celebra sus 20 años reuniendo sus obras maestras

  • El museo repasa la historia de sus fondos cuando se cumplen dos décadas de colaboración con la 'casa madre' de Nueva York, que también cede algunas piezas.

Por todo lo alto, con una concentración de obras referenciales y significativas del siglo XX exhaustiva, cautivadora y por momentos casi apabullante, reservando para ello las tres plantas del edificio al completo y muchos de sus espacios exteriores, el Museo Guggenheim celebra desde hoy hasta el próximo 3 de mayo (aunque la tercera planta sólo hasta el 25 de enero) los 20 años de colaboración con la casa madre neoyorquina.

Y lo hace, precisamente, con un guiño a la exposición con la que se inauguró en octubre de 1997 el edificio diseñado por Frank Ghery junto a la ría de la ciudad vasca, que ocupó también todo su espacio expositivo. El arte de nuestro tiempo. Obras maestras de las Colecciones Guggenheim, la muestra que ayer presentaron oficialmente las autoridades y hoy se abre al público, ofrece un recorrido que es también una cierta cronología, la de la historia de la creación artística del último siglo que componen los fondos de esta institución que de hecho tanto contribuyó a la configuración del canon hoy aceptado por todos.

Desde los inicios, con obras como Toro blanco (1911) de Franz Marc o Komposition 8 (1923), el primer Kandinsky que adquirió para su colección personal el fundador Solomon R. Guggenheim; hasta creadores de nuestros días y en muchos casos procedentes de países considerados emergentes o hasta hace muy poco tiempo excluidos del Canon predominante, casos de China, Camboya o Ghana; pasando por todas las demás corrientes y sensibilidades que durante el siglo XX nacieron, evolucionaron y no pocas ocasiones dialogaron entre ellas dando lugar a una infinidad de matices e hibridaciones, la exposición reúne un centenar de obras que han sido seleccionadas por Petra Joos, Lucía Agirre, Álvaro Rodríguez Fominaya, Nancy Spector, Tracey Bashkoff y Lauren Hinkson, el equipo de comisarios de esta espectacular reunión de greatest hits de las colecciones de los centros Guggenheim de Bilbao, en su mayoría, y Nueva York.

Los inicios del XX están en la tercera planta. Cronológicamente, el recorrido se abre poniendo de relieve la enorme huella que en el arte dejaron los ideales utópicos y las creencias políticas, forjadores de las vanguardias que cuestionaron la herencia figurativa del arte occidental y propugnaron formas nuevas de construir y sentir la experiencia estética, en gran medida dando rienda suelta a la dimensión irracional de la vida. Obras de carácter experimental, desde Albert Gleizes a Jean Dubuffet o Asger Jorn, pasando por Chagall, Kandinsky, Mondrian, Moholy-Nagy, Miró, Picasso, Giacometti, Calder, Pollock o Rothko, entre otros artistas representados en la exposición, ilustran los caminos que abrieron la abstracción, el surrealismo, el cubismo o el expresionismo abstracto, junto con tendencias netamente europeas y nacidas bajo el signo del existencialismo y el pensamiento oriental, como el informalismo.

En la tercera planta pueden verse también dos apartados especiales y monográficos, los dedicados a las esculturas de Eduardo Chillida y Jorge Oteiza así como de creadores de la escena neoyorquina de los años 60 y 70, en la que la escultura desplazó a la pintura como vía de expresión -generalmente minimalista- al privilegiar el concepto y la sensorialidad de la obra, o muestras de máximos representantes del arte povera y el land art, casos de Jannis Kounellis y su impactante combinación de materiales naturales e industriales y Richard Long y su magnético Círculo de Bilbao hecho en piedra.

En la segunda planta, al igual que en la tercera, las salas suelen estar divididas en dos lados -explica una de las comisarias, Petra Joos- para "mostrar los paralelismos y el intercambio de ideas artísticas" en un ámbito, como el del arte, tan difícil de encajonar dentro de fronteras perfectamente delimitadas y homologables. Así sucede por ejemplo con las distintas sensibilidades que convivieron en la explosión del pop art en los 60. Aunque identificado como un fenómeno esencialmente norteamericano (en la exposición se incluyen obras como la espectacular serie de Warhol en acrílico y serigrafía sobre lienzo de 1979, Ciento cincuenta Marilyns multicolores, In de Roy Lichtenstein, la poderosa Cápsula flamenco de James Rosenquist o un collage de Larry inspirado en Rembrandt, Relieve de los maestros flamencos del presidente), también Europa, donde los artistas británicos formularon antes que nadie los principios fundamentales del pop art a finales de los 50, aportó lecturas particulares como las del alemán Sigmar Polke o el español (donostiarra) Darío Villalba, cuyos trabajos también recoge esta exposición.

Otra sala reúne obras de Cy Twombly (Nueve discursos sobre Cómodo, la primera que hizo en varios lienzos que no se pueden disgregar) y el precursor del pop art Robert Rauschenberg (del que se exhibe una de sus piezas más icónicas, Barcaza). También reservado al diálogo entre dos artistas es el espacio donde se exhiben trabajos de Joseph Beuys y Anselm Kiefer, artistas de generaciones distintas pero unidos por su empleo de la escala monumental y el empleo de materiales inusuales; otras dependencias se reservan para un solo artista, como ocurre con Georg Baselitz (su serie sobre Lenin y Stalin inspirada en Otto Dix La señora Lenin y el Ruiseñor), Christian Boltanski, del que se muestra la hermosa y profunda Humans, una instalación realizada con más de un millar de fotografías de personas anónimas, o Sol LeWitt, cuyo enorme Mural n.831, concebido ex profeso para la sala del Guggenheim Bilbao donde ahora se puede ver por tercera vez desde 1997, impacta con su geometría irregular de vivas y saturadas tonalidades.

En la primera planta, final del recorrido que propone, la muestra se adentra ya en el siglo XXI. Hay en ella algunas de las adquisiciones más recientes de las Colecciones Guggenheim, y aunque hay artistas occidentales (españoles como Cristina Iglesias, Txomin Badiola o estadounidenses como R.H. Quaytman o Mark Bradford o Richard Serra) y asiáticos que ejercen ya de estrellas (Ai Weiwei), la mayoría son jóvenes creadores de nuevos núcleos de producción del mercado actual, desde Etiopía a Vietnam pasando por Líbano, Corea del Sur o Camboya.

También en la primera planta, en la sala 103, puede verse ahora Los visitantes, una hermosa e hipnótica instalación videográfica que documenta una acción musical en una antigua y melancólica granja de Nueva York obra del islandés Ragnar Kjatansson, y a partir del próximo 14 de noviembre la reemplazará The Krazyhouse, otra muestra de videoarte, ésta firmada por Rineke Dijkstra.

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