Virginia Cantó. Poeta

"Le pido a un poema la necesidad de la relectura"

  • La autora de 'Fe de erratas' defiende la falta de prejuicios a la hora de enfrentarse a la poesía y destaca la labor de este tipo de festivales.

Autora de Fe de erratas, Poemas para zurdos y Pasaporte renombrado, Virginia Cantó participa en el ciclo Poetas del mundo en Córdoba (3 de octubre, sala Orive), donde compartirá sus versos con Pere Rovira, Eduardo García y Natalia Litvinova.

-¿La poesía es la posibilidad de nombrar la vida de otra manera?

-Por supuesto. La poesía nos permite nombrar la realidad de una manera distinta, pero también nos brinda la posibilidad de observar la vida con otra mirada, desde un prisma más amplio y más anárquico que el establecido por la cotidianidad. En cierta medida, con el poema, y en general con la literatura, podemos construir una nueva realidad, no solamente nombrar de otra manera la que ya tenemos. El poema nos permite denominar las cosas de manera distinta, establecer conexiones y referencias, juegos de palabras que pueden provocar sorpresa, pero que al mismo tiempo evocan el plano real de la imagen que el poema construye. Cuando escribo poesía me interesa muchísimo cuidar el plano semántico, jugar con el léxico y dotarlo de un significado distinto. Pero la poesía no es solo cuestión de palabras. Lo realmente difícil es encontrar el equilibrio entre la otra forma de nombrar (o renombrar) la vida y no perder la esencia y la universalidad de los temas, las preocupaciones o los sentimientos que todos compartimos.

-Como lectora, ¿qué le pide a un poema?

-Como lectora de poesía no suelo exigir algo de un poema antes de leerlo. Me gusta que la poesía me sorprenda y me haga incluso replantearme las bases de lo que al escribir tengo por canon literario. Creo que un lector de poesía no debe tener prejuicios, ni tampoco esa actitud vanidosa que nos lleva a veces a desechar un poema o a un poeta simplemente porque no escribe como a nosotros mismos nos gusta leernos. Pero en general, dentro de esas amplias y maravillosas diferencias, le pido a un poema la sorpresa, el equilibrio, la necesidad de la relectura, y ese regusto en el paladar que nos dejan los buenos poemas durante mucho tiempo.

-¿Cómo ha evolucionado su voz poética?

-Mi voz y mi yo poético han ido evolucionando junto con la voz y el yo autobiográfico. Crecer, leer, ver cosas nuevas y diferentes te hace evolucionar como persona y como autor. En la literatura me gusta innovar, explorar terrenos nuevos y desconocidos, no anclar la escritura en un siempre lo mismo. Respecto a la evolución, creo que en mis primeros poemas el yo poético y el yo autobiográfico se tomaban la mano con demasiada frecuencia. No tanto quizá desde el punto de vista experiencial como desde la necesidad de afrontar distancia reflexiva para contar unos hechos y preocupaciones o describir unos sentimientos, creando ese espacio universal y compartido en el que el lector pueda reconocerse. En los últimos poemas en los que estoy trabajando estoy percibiendo que, en parte, quiero descargar el poema de palabras y admirar su desnudez. Ya no busco con tanto ahínco el adjetivo ni la sobrecarga de la imagen; todo aquello que no falta en el poema está de más. En ocasiones me pregunto: ¿cómo escribiré dentro de unos años?, ¿qué me interesará entonces?, ¿cómo evolucionaré? Estas preguntas me suelen dar mucho vértigo, pero al fin y al cabo ahí está magia del mañana. Porque la poesía, en cierto modo, es como el cuerpo: uno puede predecir su evolución y su vejez, pero nunca puede estar seguro de ello.

-¿Qué le llevó a escribir sus primeros poemas?

-Empecé a escribir siendo muy joven porque adoraba leer. Recuerdo el primer libro de poemas que me regalaron, Historia de Gloria: (amor, humor y desamor), de Gloria Fuertes. Cuando leí el poema Autoprólogo, recuerdo haber tenido una sensación extraña, un raro placer al que por aquel entonces no sabía ponerle nombre. Yo quería imitar aquellos poemas. También a Lorca, y a Alberti, y a Miguel Hernández. Sus poemas, aunque me costaba entenderlos y en ocasiones se acercaban más a la música que a las palabras, me ayudaban a hacerme preguntas y a descubrir una parte de mí que me gustaba. Fue durante la adolescencia cuando empecé a escribir de una manera más sistemática y la razón de la escritura iba evolucionando conmigo. De niña fue el principio de imitación; de adolescente, la necesidad de conocimiento, reafirmación o catarsis; ahora me dejo llevar más por el ejercicio reflexivo, la intuición y, como dice Caballero Bonald, "el estado de ánimo".

-¿Qué papel representan en su poesía el amor y el tiempo?

-El amor es un lugar difícil y el tiempo un compañero incómodo. El amor me interesa como tema poético porque no termino de saber qué es. Sé sentirlo, pero no puedo desgranar sus razones últimas, ni mucho menos hacerlas palabra. Me interesa también la recreación artística del erotismo, el poema como una prolongación del sexo. Respecto al tiempo, él y yo nunca nos hemos llevado bien. La razón del desencuentro es que creo que nunca vivimos de manera acompasada y siempre uno de los dos tiene más prisa. En mis poemas recurro con frecuencia a los recuerdos, al qué fue y cómo podría haber sido, porque creo que la memoria determina en parte nuestro destino. Ambos temas, por tanto, representan un papel fundamental en mi poesía y siempre trato de abordarlos desde un punto de vista diferente y, en la medida de lo posible, innovador.

-¿Qué poetas jóvenes le interesan?

-Me interesan muchos poetas jóvenes y aprendo muchísimo de ellos. Como la lista es larga, hago referencia a los que leo o he leído más últimamente: Fernando Valverde, Elena Medel, José Alcaraz, Sonia Betancort, Óscar Martín Centeno, Luna Miguel, Verónica Aranda y Vanesa Pérez-Sauquillo. Aunque tienen una manera muy distinta de escribir, siento por todos ellos una profunda admiración.

-¿Qué representan festivales como Cosmopoética en la difusión pública de la poesía?

-Son una iniciativa fundamental para abrir el telón de la poesía al mundo. Creo que no son únicamente una excelente herramienta para difundir y, de alguna manera, prestigiar la poesía, sino también para servir de punto de encuentro entre autores, amantes de la literatura y escépticos a los que la curiosidad o la casualidad pueda hacerles acudir a un acto poético. Lo que más me gusta de Cosmopoética es su intención de borrar fronteras y servir como nexo de unión a poetas tan distintos y geográficamente tan distantes. También, por supuesto, su apuesta por la interdisciplinaridad, llevando a la música, el cine, la fotografía, el teatro e incluso a la ciencia a tomarse de la mano y caminar unidas. Sin olvidar tampoco la iniciativa de llevar la poesía a pie de calle, uniendo por unos días las consagradas voces de autores de primer orden con jóvenes autores en ciernes y escritores anónimos.

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