Susana Gómez. Directora de escena

"A Violeta, el propio Verdi la quiso así. No hemos tenido que forzar nada"

  • La dramaturga estrena hoy en el Gran Teatro su versión de 'La Traviata' Una moderna protagonista inspirada en Rita Hayworth se enfrentará a la sociedad frívola de los años 40

Esta tarde, a las 20:00, el Gran Teatro estrena la ópera La Traviata de Verdi, con una peculiar adaptación que traslada a sus personajes a un nuevo contexto: la España de los años 40. Su directora escénica, Susana Gómez, cree que este cambio de aires puede revelar detalles de la obra original que antes han pasado desapercibidos.

-¿Qué hace diferente a esta Traviata?

-Se centra fundamentalmente en la figura de una mujer en contraposición a una sociedad, que es la que la admira por un lado y la margina por otro. Esa polaridad entre Violeta, la protagonista, y el mundo burgués, representado por el Coro, me parece bastante interesante y he querido incidir en ello. Por otro lado, en la época: no la he querido ubicar en el siglo XIX, que es lo habitual, sino que he decidido llevarla a mitad del siglo XX, a finales de los años 40, en un entorno que puede parecer cercano e incluso permite reconocer algunas claves españolas. El espacio en el que trabajamos no es realista, sino abstracto: las distintas escenas se desarrollan en un cubo de cristal. Los escenarios no son habitaciones convencionales, sino espacios que crecen o se reducen conformando, cada vez, una sala de bailes, un invernadero, una jaula...

-¿Por qué toma la decisión de acercar la obra en el tiempo?

-En el discurso de Verdi hay detalles que todavía hoy interesan, que nos cuentan cosas de lo que estamos viviendo. Los creadores tenemos, más allá de la necesidad comunicativa, la capacidad de dar a entender claves del mundo en el que vivimos. No puede ser solo entretenimiento. Verdi estaba muy concienciado con su época, incluso se metió en algún momento en política. En todas sus óperas aparece la relación del individuo con el poder. En este caso, la relación de una mujer con el poder social y la moral establecida.

-¿Cómo les sienta a los personajes ese cambio de contexto?

-Tanto Verdi como su libretista eran muy modernos, de manera que la obra no necesita un cambio realmente importante. Era fácil trasladarlo a una época más contemporánea. Los personajes no cambian en esencia. A Violeta, el propio Verdi la quiso así. No he tenido que forzar nada. Su gestualidad y su vestuario son más modernos, pero es justo el tipo de mujer que describen el compositor y el libretista, una mujer libre, con mucha dignidad, que toma decisiones radicales en su vida. A diferencia del coro, que representa la sociedad rancia, desfasada y frívola, que viste con trajes más tradicionales, ella lo hace con el glamour de Hollywood. Al resto de personajes los llevamos a un mundo más sobrio y español. En el caso de Alfredo, parece un lord inglés que viene de montar a caballo.

-¿Cuales son las fuentes cinematográficas de las que bebe?

-Para trabajar el papel de Violeta me fijé en Rita Hayworth, aunque cada intérprete le aporta su propia personalidad transformando el personaje en una creación nueva. En el caso del coro he trabajado sobre el mundo buñueliano: sus representaciones críticas de la clase acomodada y de sus relaciones, y su sentido del humor.

-¿Cómo ha sido la acogida de la obra hasta ahora?

-Por parte del público, estupenda. Por parte de la crítica hay algo de extrañeza, de sorpresa, porque no es una Traviata convencional. Esperaban ver otra cosa distinta. Las nuevas generaciones que están yendo a la ópera y haciendo ópera tenemos unas ideas y una formación distinta. Quizás la gente esperaba ver grandes cortinajes, que aquí no aparecen. Me parece más importante contar la historia de Violeta y Alfredo, y como creadores estamos sujetos a la crítica y al juicio, pero es importante ser honestos con nuestro trabajo. Estoy convencida de que la gente va a descubrir cosas de la historia de La Traviata que no habían visto antes, y que están en la música y en el libreto: yo no he descubierto nada, estaban ahí, pero a veces quedan cubiertas por el oropel y el lujo.

-¿Está tomando la ópera un camino diferente?

-Cuando se consiga formar a la gente para que sean espectadores de ópera y se salven los prejuicios que existen en torno a este género, conseguiremos abrir las puertas de un espectáculo que está muy por encima de la mayoría de los musicales, a los que normalmente la gente no tiene problema en acudir. En este sentido, a los que entramos ahora como nuevos directores y nuevos cantantes nos toca parte de ese trabajo. Como la crisis ha traído consigo una rebaja de los cachés y de los sueldos, es el momento para que los nuevos entremos. Antes de llamar a alguno de nosotros, que ya estábamos ahí, se llamaba a un extranjero. Ahora no se puede, y nos llaman a nosotros. Hay que verlo como una oportunidad. Por otro lado, el mundo de la ópera me parece el mejor para que los jóvenes empiecen a trabajar, porque se necesitan equipos de muchas personas. Es muy interesante conocer cómo funciona por dentro.

-El espectáculo que se desarrolla detrás del escenario también será digno de ver.

-Sí. De hecho, merece tanto la pena como lo que pasa por delante. Hay una coordinación total.

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