Fernando González Viñas. Escritor

"A veces buscamos en las estrellas lo que está en las profundidades de la tierra"

  • El autor cordobés presenta esta tarde en El Astronauta su último libro, 'Esperando a Gagarin', una novela en la que narra en paralelo la historia de una desaparición y la carrera espacial soviética

Fernando González Viñas (Villanueva del Duque, Córdoba, 1966) presenta esta tarde a las 20:00 en el restaurante El Astronauta su nuevo libro, Esperando a Gagarin (editorial Berenice). En esta novela el escritor se remonta a finales de los años 50 para narrar una desaparición en un pequeño pueblo español que sucederá en paralelo al inicio de la carrera espacial rusa.

-¿De dónde surge esta novela?

-La novela tiene que ver en primer lugar con una historia personal, la desaparición de mi abuelo. Durante toda la vida mi madre que era su hija siempre contó aquella historia. Por otra parte, también hubo un momento, hace no tanto tiempo, en que mi padre me habló de que vio al Sputnik (el primer satélite artificial creado por la humanidad) volar, y como aquello ocurrió al mismo tiempo prácticamente decidí hilvanar las dos historias. La novela se divide en tres momentos, Sputnik, Laika y Gagarin, que hago coincidir con tres momentos terrenales que se van contando al mismo tiempo y que son la desaparición de mi abuelo y sus consecuencias. En la segunda parte la historia sale de ese pueblo pequeñito en el que desapareció mi abuelo, que es el protagonista de la primera y tercera parte, para trasladarme hasta Japón, donde sucede un terremoto, y cuento las vicisitudes de un padre de familia para volver a su casa. Es una historia que parece que no tiene nada que ver en la que trato de contar esa vuelta a casa, igual que la que esperaba mi madre de mi abuelo. Sobre todo trato de decir que aunque la conquista espacial parezca un gran paso para la humanidad, la humanidad se preocupa de sus pequeñas anécdotas, de la desaparición de sus familiares o de la terrible vuelta a casa después de un terremoto. Ya fuera en un sitio como era mi pueblo, de 1.500 o 2.000 habitantes en esa época, o en una ciudad de 20 millones de habitantes, en el fondo nadie se acordaba mucho del Sputnik sino de las miserias más cercanas.

-¿Por qué introduce esa historia que se desarrolla en Japón?

-Está basada en una historia real del terremoto de hace dos años pero yo lo he trasladado para que coincida con Laika. Después de escribir la primera parte, de alguna manera me quedé un poco colapsado en el sentido en el que fue un momento de mi vida en el que murió mi padre y necesitaba un descanso a todos los niveles después de esa primera historia. Ese descanso lo encontré yéndome a otro lugar, construyendo un relato distinto pero hilvanado con el primero y con un tono también distinto, muy japonés, muy frío, muy descriptivo; para luego volver de nuevo a la historia de mi abuelo, en este caso contada por él mismo. La historia de la segunda parte me ayudó a escaparme de lo que estaba escribiendo y volver de otra manera a ello para poder contarlo con ironía, con un poco de humor, a pesar de que lo que se cuenta es bastante trágico. Quizás fue una ayuda para mí mismo.

-¿Por qué cambia el punto de vista de la narración en la tercera parte?

-La cambio por dar otra vuelta de tuerca. Aparte, me apetecía mucho que no fuese yo el narrador. Ahí salen personajes reales, de hecho todo lo que ocurre está bastante ajustado a la realidad. Hay algunos cambios de nombre y de lugar. Los personajes sí están todos menos uno con su propio nombre, y ese uno tiene una importancia muy grande en cuanto a posteriores acontecimientos. Por eso decidí que esa última parte necesitaba un deslenguado que dijera las cosas claramente, con muy poca vergüenza, con mucha ironía, cachondeándose de todo. Y pensé que a alguien al que no se le puede dar luego un palo es a mi abuelo, así que decidí que su voz tenía que comentar lo que en realidad había ocurrido con él. Con esto también lo acerco al lector, ya que mientras que voy contando su desaparición no se le puede conocer muy bien. Así permito que él diga lo que le viniese en gana de lo que allí ocurrió y lo que pensaba de los que había alrededor suya.

-¿Es este libro un homenaje a su familia?

-El libro lo empecé a escribir cuando muere mi padre, por eso esa primera parte salió de un tirón pero me costó mucho escribirla, más de lo que me ha costado escribir nunca nada. Sí es un homenaje porque como protagonistas de la búsqueda están mi padre y mi madre, la Marujilla y el Juanillo. El Juanillo fue el que me provocó escribir la novela, empecé justo después de su muerte, y lo uní con lo que me había contado mi madre, que ha podido tener el libro en las manos unos días porque ha fallecido también.

-¿Cuáles son los ingredientes de la novela?

-Hay una desaparición de un hombre, que más tarde aparece, con culpables, con tragedia, con oscuridad en el fondo de la tierra y luz en el espacio porque al mismo tiempo voy contando la carrera espacial soviética, sus logros frente a los americanos, la aventura de la perrita Laika, quién era el diseñador de los cohetes rusos y un poco la vida de Gagarin. En el libro se espera la aparición de mi abuelo pero también se espera a Gagarin, aunque los rusos cuando lo lanzaron al espacio no tenían muy claro que volviera. El humor no podía aguantar más y he querido sacarlo en la tercera parte y contar las cosas como a mí me gusta contarlas, con humor por muy trágicas que sean las circunstancias.

-El cielo y las estrellas aparecen de forma directa o latente a lo largo de todo el libro, ¿qué significado tiene?

-Evidentemente al hablar del Sputnik y Gagarin aparecen el cielo y las estrellas. Simbolizan la profundidad y cómo a veces miramos hacia arriba y, o no nos damos cuenta de lo que hay abajo, o en el fondo buscamos en las estrellas o el espacio lo que está en las profundidades de la tierra. El sentido de esto es que miramos hacia arriba cuando en el fondo deberíamos hacerlo hacia abajo, y al contrario, que cuando estamos mirando hacia abajo la humanidad en su conjunto está conquistando las estrellas.

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