Cultura

Poderosa en danza y baile, y cabal recreando

Baile, dirección y coreografía: Olga Pericet. Colaboración en baile y palmas: Jesús Fernández y Paco Villalta. Colaboración coreográfica: Marco Flores. Cante: Miguel Ortega, Miguel Lavi y José Ángel Carmona. Toque: Antonia Jiménez y Javier Patino. Fecha: viernes 20 de abril. Lugar: Teatro Góngora. Tres cuartos de entrada.

Una nueva entrega de Flamenco viene del Sur presentó el viernes pasado en el Teatro Góngora el montaje Rosa, metal y ceniza de la bailaora y coreógrafa cordobesa Olga Pericet, premio Pilar López del Concurso Nacional de Flamenco de Córdoba 2007, premio Max en 2009 y revelación en baile en el festival de Jerez 2010, por mencionar sólo algunas distinciones. Una bailaora a la que el Instituto Andaluz del Flamenco ha respaldado por su profundización en las señas de identidad, además de la pertinente calidad artística en las formas del flamenco más clásico, sin huir de incursiones vanguardistas, impregnadas de otras manifestaciones culturales y estéticas musicales. Criterios a los que se suman las posibles vinculaciones de valores consagrados y emergentes, sensibilizados con el tratamiento de género y la igualdad de oportunidades.

Así, Rosa, metal y ceniza vino a Córdoba envuelto en la vitola que la joven y poderosa artista ha ido dibujando desde su inicio, en aras de lograr el objetivo de compaginar su declarado compromiso con la danza, el baile flamenco y el afán de explorar en otros terrenos con las consiguientes exigencias artísticas, técnicas, estéticas, gracias a la cabal dotación que comporta el logro de estos anhelos, donde la opción feminista siempre quede patente. A su noble y ambicioso proyecto, definido como santo y seña de su trayectoria profesional, se le puede vaticinar un éxito asegurado porque, a pesar de su juventud, no es una advenediza, tal y como lo avala el currículo que en estos momentos la adorna, pues su nombre, además de aparecer en espectáculos junto a otras figuras de relieve, también es reconocido en foros que exceden los ámbitos de nuestras fronteras. Y así la veremos anunciada en el neón de Nueva York, Boston -con este mismo espectáculo, antes presentado en Jerez-, Washington, Miami y Londres, repitiendo gracias al buen sabor que dejó anteriormente.

Y con estas credenciales llegó al Góngora, para revalidar ante los suyos esta declaración de intenciones. Concienzuda y arriesgando, y recogiendo ya frutos de un trabajo plasmado en el escenario con su danza y baile, ateniéndose en este caso a textos expresos, desde el proemio hasta clausurar la última secuencia de los distintos pasajes. Entre ellos, la alegoría de la rosa en Una rosa cordobesa con el romance de Julián Sánchez a la mujer de esta ciudad, en voz de Marchena, con el fondo de Albéniz, recreando una danza bolera. Otras páginas insistiendo en la rosa a cargo de la milonga marchenera, distinguiéndose después los acordes de las cantiñas -la rosa, romeras, mirabrás y Cádiz-, luciendo Olga airosa el mantón hasta progresivamente ir menguado el vigor, que se va marchitando. Prosiguió el grupo en reunión, sin ella, en tarantas, cabal de Junquera, seguiriyas de El Torre y de Arcos, martinetes y tonás, alegorizando éstos a La Unión y Triana en las fraguas que domeñan y someten, para referirse al metal y la ceniza. Alborotó después con su bata de cola en una fantasía, por soleás apolás, y petenera para finalizar la alegoría. Un abanico de estampas plásticas, con atrevidas incursiones en terrenos más o menos ignotos, movida por ensanchar esos espacios que el artista siempre querrá explorar. Con el elenco que la acompañaba -en danza, baile, cante y toque, y la pincelada especial coreográfica de Marco Flores-, Olga Pericet puso al público de pie. ¡Ole! por esta menuda pero agigantada flamenca cordobesa.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios