Cultura

Gala cree que el Quijote de Honor es una "invitación" a "decir adiós"

  • El escritor cordobés revela en la entrega del premio, de carácter honorífico, que quizá sea intervenido quirúrgicamente en enero · Asegura que no tiene miedo porque "todo lo que empieza debe terminar"

Todavía débil y frágil, pero sin perder ni un ápice de su fina ironía; así reapareció ayer Antonio Gala en Madrid después de superar un duro tratamiento contra el cáncer, para recoger el premio Quijote de Honor en la Asociación de Escritores de España, donde señaló que quizá este galardón sea una invitación a decir adiós. "Comprendo que los moribundos atraigamos a los premios, qué le vamos a hacer", indicó el poeta.

"Este premio me hace especial ilusión porque lo dan los compañeros; es como el Nobel en España y a veces lo dan a título póstumo, como a Delibes, pero ellos saben a quién se lo dan", indicó el cordobés, que considera que él lo recibe "por un soplo de vida".

"Esta carrera es dura: hay que hacer reír y saber reírse, y hay que hacer llorar y saber llorar, y hay que saber decir adiós, y quizá este premio sea una invitación a decirlo. Lo agradezco de todo corazón", prosiguió el autor de Los papeles de agua, su última novela, de 2009.

Gala, que acaba de terminar un tratamiento de quimioterapia y radioterapia para superar un cáncer de colon, recibió el Quijote de Honor 2011 a toda una vida, por su contribución a la literatura española, en un acto en el que el escritor Félix Grande realizó una emotiva laudatio.

Un premio, como recordó el propio autor, que se suma a los 486 que ha ganado. Solo en las últimas semanas ha recibido otros dos, el que otorga la Asociación de Escritores Andaluces y el de la Asociación Pro Derechos Humanos, en su rama de periodismo, por defender estos derechos, ahora en su sección La Tronera, del diario El Mundo, y antes en otros medios.

Antes de recoger este premio, el autor de El manuscrito carmesí señaló que no se encuentra "ni bien ni mal": "No me encuentro. Estoy intentando olvidar la crueldad de los procedimientos para curar, y espero no solo no tener que seguir con quimio y eso, sino no ir otra vez al hospital, porque a lo mejor me tienen que intervenir quirúrgicamente en enero".

Y mientras Gala pasa por este periodo de "libertad vigilada" en su casa de Madrid -"cuando voy a La Baltasara (su casa en Málaga) sólo puedo pasear por el jardín y ver el mar"-, se conforma con leer y estar con sus perros.

"Lo que me da ánimo ahora es leer los relatos de Saul Bellow y mis perrillos. Se me ha muerto uno, el otro lo tengo ciego y tengo uno vivo y entero, Mambrú. Ojalá no se vaya a la guerra y se quede siempre conmigo", señaló con su característico humor este poeta, narrador y dramaturgo nacido en 1930.

Pero Gala asegura que no tiene miedo a nada, que nunca ha tenido miedo; eso sí, sin pronunciar la palabra muerte: "Nunca he tenido miedo, todo es un acabamiento y me parece que todo lo que empieza debe terminar".

El autor de El pedestal de las estatuas dice que escribe su columna de La Tronera todos los días pero que de momento no escribe otra cosa. "Quiero tener tiempo para escribir no lo que quieren los editores, que es una autobiografía, que se pirran por ella; eso no. Me gustaría cerrar el broche con una obra de teatro. Tengo la actriz, que es una mujer que está triunfando ahora en teatro después de catorce años sin estar en un escenario: Amparó Baró", explicó el autor de Las afueras de Dios.

"Y quiero escribir teatro, que es con lo que empecé -añadió-, porque el teatro no está bien en este momento en España y me gustaría pegarle una patada para que despertara. Quiero hacer una comedia. Soy más de actrices y creo que en España hay mejores actrices que actores".

Félix Grande recordó que Gala no es solo un gran poeta, novelista y articulista, sino también "uno de los grandes profesionales de las frases improvisadas y fulminantes". Tras repasar su amistad, con él y con su mujer, la poeta Francisca Aguirre, Grande destacó la constante desobediencia con todo tipo de poder que ha manifestado Gala, alguna paliza que se llevó por ello durante el franquismo e incluso el hambre que pudo padecer.

El premio fue entregado por Juan Mollá, presidente de Cedro, asociación que gestiona los derechos de propiedad intelectual de los autores y editores españoles.

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