Jorge Fernández-Coppel. Historiador

"Alcalá-Zamora llevaba la honradez a rajatabla hasta las últimas consecuencias"

  • El madrileño es el responsable de la edición de 'Asalto a la República', un libro que recoge una parte de los diarios robados del político cordobés en los que narra los convulsos meses anteriores a la Guerra Civil.

El historiador Jorge Fernández-Coppel (Madrid, 1966) ha abordado a lo largo de su trayectoria figuras históricas como el general Queipo de Llano o el general Gavilán y también ha dedicado libros al papel que cumplió la División Azul y al asedio del Alcázar de Toledo. Ahora se introduce en los últimos meses de la Segunda República a través de los diarios robados del político cordobés Niceto Alcalá-Zamora. Fernández-Coppel es el responsable de la edición de Asalto a la República (La Esfera de los Libros), la primera parte de una trilogía que cuenta los acontecimientos del día a día entre enero y abril de 1936 narrados por el máximo mandatario del Estado, el presidente de la República.

-¿Qué puede descubrir el lector con este libro?

-Como está escrito en tiempo real, no hay trampa ni cartón, el lector percibe que la panacea o la felicidad que nos quieren hacer creer hoy en día que había en aquel tiempo no es real. El propio presidente de la República, un hombre de izquierdas, anuncia que el país va al caos absoluto y sin duda a la Guerra Civil que destruirá el sistema y hundirá España, como así fue. Lo dice seis meses antes y constantemente. El libro ocupa desde finales del año 35 hasta llegar al 36, cuando hubo una convocatoria a Cortes en la que la derecha, sobre todo Gil Robles, se dedica a atacar a Alcalá-Zamora. Él cree que lo tiene bajo control, que puede hacer un partido de centro que de alguna manera sea una bisagra entre las dos fuerzas antagónicas. No lo consigue y cuando llegan las elecciones de febrero del 36 Alcalá-Zamora demuestra en sus diarios que no hay un proceso democrático como entendemos hoy en día para el recuento de votos de las elecciones. Los colegios electorales cierran a las 16:00 del 16 de febrero y hasta ahí todo más o menos bien. Él mismo pone en sus dietarios que la situación parece tranquila y los ánimos calmados después de unos meses terribles, pero la izquierda extrema comienza a hacer manifestaciones tumultuosas ese mismo día, sin que haya un periodo de tranquilidad democrática para poder hacer el recuento de votos, y hacen que el Gobierno se asuste y abandone el poder. Inmediatamente se hacen con las urnas y se las llevan, por lo que el recuento de votos no es libre. El presidente de la República consideró que el 50% de las actas estaban falsificadas. Que lo diga un representante de la izquierda y la máxima autoridad del Estado es lo que duele, es duro y difícil. A Alcalá-Zamora se lo quieren quitar de en medio porque quiere hacer un cambio de la ley electoral, que ayudaba incluso a que se proclamase esa Guerra Civil. Aun con este recuento de votos el Frente Popular saca un 34,4% y la derecha un 33,2%. A través de esa ley electoral que Azaña no quiso cambiar porque sabía que le perjudicaba, el Frente Popular saca 278 diputados y la CEDA 124. Lo único que hizo esto fue que la derecha reaccionara ante lo que consideraba un fraude que la propia ley amparaba. Todo ese tejemaneje se demuestra en este libro, que sin duda cambia muchos de los parámetros de la historiografía que nos han contado hasta ahora.

-¿Cómo veían los demás políticos a Alcalá-Zamora?

-Él mismo dice en el libro que haga lo que haga va a salir mal parado por un lado o por otro. Era un hombre muy inteligente que creía que podía manejar los partidos políticos de alguna forma y llevar la República por donde él quería, es decir, una República de orden, en cierta manera de centro y laica pero que no admitiera una serie de cosas, por ejemplo los divorcios. Obvió que la idea de la República era una maravilla pero el contexto en el que se movía en el año 30 la hacía imposible porque los fascismos y los comunismos iban a impedir que esa idea germinara en un país de analfabetos en el que cada uno quería imponer sus criterios.

-¿Hace mención a Córdoba en sus diarios?

-Sí, tanto en este tomo como en los otros dos, pero él dice que, aunque sea de Priego, ha visitado Córdoba pocas veces. En éste habla de unos sucesos políticos que ocurren en Córdoba, de unos desmanes que se producen en toda la provincia, y que la gente va a verlo para pedirle ayuda porque tiene miedo. Incluso dice que Gil Robles, representante de la CEDA, intenta atacarle dando sus primero mítines importantes en Córdoba. Para él el campo y su tierra era su paz.

-¿La destitución de Alcalá-Zamora fue un golpe de Estado encubierto?

-Yo no lo digo, lo dice él mismo. Yo soy neutral, no quiero que parezca que Alcalá-Zamora era la panacea, porque también tuvo sus errores, pero nadie le podrá tildar la ética y honradez que llevaba a rajatabla hasta las últimas consecuencias. En el propio libro dice que cuando le destituyen, los militares van a verle y le dicen: "Aquí está nuestro sable para defender la República y defenderlo a usted", y él responde que jamás pondrá sus intereses personales en contra de la Constitución republicana. Alcalá-Zamora considera que lo que le hacen es un golpe de Estado parlamentario. Después, grandes personajes republicanos que ayudaron a que esto sucediera dijeron que fue un error que terminó de enterrar a la República, que podría haber subsistido a los dos grandes extremos que se enfrentaron en lo que fue la guerra. No es la causa única de la Guerra Civil, aunque a través de estas líneas vemos cómo la contienda fue inevitable porque quisieron que así lo fuera.

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