Cultura

Un tranvía para quien perdió el tren

Autor: Tennessee Williams. Compañía: Producciones Juanjo Seoane. Reparto: Vicky Peña, Roberto Álamo, Ariadna Gil, Álex Casanovas, Anabel Moreno, Alberto Iglesias, Pietro Olivera, Jaro Onsurbe, Mariana Cordero e Ignacio Jiménez. Versión: José Luis Miranda. Dirección: Mario Gas. Fecha: viernes 17 de junio. Lugar: Gran Teatro. Lleno.

El Gran Teatro dio cierre el pasado viernes a su temporada teatral como debería ser en toda ocasión: completo el aforo y con una producción de peso. La representación fue Un tranvía llamado Deseo, unos de los primeros éxitos de Tennessee Williams, posiblemente el mayor dramaturgo del siglo XX, que aprovechando la ocasión del centenario de su nacimiento se lleva de nuevo a los escenarios españoles, bajo la versión de José Luis Miranda y la dirección de Mario Gas.

A cualquier persona con algo de inquietud por el teatro o el cine, los nombres de Blanche, Stella y Stanley pueden resultarle conocidos. El triángulo de amor y odio que viven lo inmortalizó Elia Kazan en la gran pantalla con la ayuda de Vivien Leigh, Marlon Brando y Kim Hunter. Desde entonces, cada vez que se ha llevado a escena esta obra, las interpretaciones de estos personajes se han convertido en un reto para los actores y las actrices que los han encarnado, debido principalmente a las tan inevitables como odiosas comparaciones. Si no nos dejamos llevar por nuestros sentimientos y leemos con objetividad el texto de Williams, observamos que Blanche du Bois no es una bruja de alto copete venida a menos que vive de prestado en la casa de su hermana. Tampoco Stanley es un paleto, rudo e inocente que sufre las acometidas de su cuñada y trata de salvar su matrimonio. La pugna por el control de la situación y llevar a su terreno a Stella, quizás la única víctima de la obra, tampoco es el tema mas importante. Lo verdaderamente relevante de esta historia es lo que subyace bajo las apariencias. Blanche y Stanley son supervivientes que luchan por salir adelante con las únicas armas que su naturaleza y educación les han otorgado. Finalmente, parece que quien pierde la batalla es Blanche, pero en realidad todos los personajes han perdido y terminan más hundidos si cabe en el mayor de sus temores: la soledad.

El principal hándicap a que se enfrenta cualquier compañía a la hora de representar Un tranvía llamado Deseo es la gran complejidad del texto en todos sus aspectos. La puesta en escena debe ser dinámica, ya que, pese a que toda la acción se realiza en la casa, la obra está plagada de cuadros y pequeños saltos temporales imprescindibles para entender la historia. En esta ocasión los cambios tratan de hacerlos bajando un medio telón a contrarreloj mientras suena algún tema musical de fondo, pero tanta subida y bajada desconcentra. Otro problema es la duración: dos horas y media, con un descanso incluido, es demasiado. Pero tampoco se pueden meter tijeretazos a la ligera. Williams sabía muy bien lo que escribía y ninguno de sus diálogos y escenas puede obviarse en esta obra. El hueso más duro lo tienen los actores y actrices para mantener vivo cada momento, sin caer en sobreactuaciones ni buscar la salida fácil del dramatismo por las buenas, algo que afortunadamente no ocurrió. El reparto interpretó con brillantez sus personajes. Vicky Peña borda el papel y Roberto Álamo desborda con su presencia en escena. Ariadna Gil también destaca y presta muchas emociones al personaje de Stella. La escenografía está muy cuidada y la proyección de vídeo es magistral. El público agradeció con su aplauso el trabajo realizado.

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