Una vuelta más

Campeón de MotoGP sin corona (de momento)

EL desenlace del Mundial de Motociclismo ha sido de infarto. Se ha hablado y escrito hasta la extenuación del enconado duelo entre Jorge Lorenzo y Valentino Rossi que, muy a su pesar, arrastró en la polémica al propio Marc Márquez. Pero no menos destacado ha sido también el papel ejercido por Dani Pedrosa, que ha protagonizado una temporada memorable como pocas. 

Su cuarto puesto final encierra una de las proezas deportivas más destacadas que se recuerdan. Justo en la primera carrera del año, el tricampeón mundial tuvo que parar de forma indefinida, para ‘abrir en canal’ su maltrecho antebrazo. Fue intervenido del famoso síndrome compartimental (bestia negra de muchos pilotos) por el doctor Villamor. 

La recuperación de Dani no fue fácil ni estaba asegurada, como tampoco la clemencia en un deporte que a veces no entiende de misericordia. Algunas hurracas parlanchinas se dedicaban a graznar, pero él hacía oídos sordos, almacenaba energía, recuperaba su propio YO, despertaba la fuerza de su cuerpo, limpiaba su mente de nubarrones y desdicha…

Regresó en la quinta carrera del año sin hacer ruido, con el cerebro y los músculos bien amueblados, protegido por la seguridad en sí mismo. Y, como las hormiguitas, fue abriendo caminos, haciéndose visible y respetado, dejando boquiabiertos a propios y extraños, incluidos los que tanta envidia y odio destilan. SE GANÓ A SÍ MISMO. Firmó proezas como ganarle la partida a Rossi en Aragón por un segundo puesto que fue como una victoria. Lo batió como solo los genios son capaces, a base de inspiración y coraje, flirteando con los límites y jugándose el pellejo con una confianza que antaño te faltaba por cuestiones puramente físicas. 

Con sus victorias de Japón y Malasia, a base de regularidad, podios y lucha en cabeza, vovlió a vivir la gloria en este intenso 2015. Porque Pedrosa ha sabido lo que quiere y cómo conseguirlo. Así pudo escuchar otra vez su nombre ensalzado desde las gradas, recibió el homenaje sentido de esos aficionados objetivos que conocen las dificultades del motociclismo de élite. Esos mismos que le aplauden y animan, esos mismos que saben el gran sacrifico que ha hecho, porque es el único piloto que con un cuerpo pequeño y un corazón sin réplica posible, sigue ganando carreras con un proyectil desbocado llamado Honda. 

Nadie como él ha hecho y sigue haciendo semejante proeza, desafiando a las leyes de la física con una altura (1,60 m.) y peso (51 kg.) que son científicamente imposibles de compaginar con una moto de 250 caballos de potencia, 160 kilos de peso y capaz de alcanzar los 350 kilómetros por hora. A sus 30 años de edad, Dani Pedrosa y su inconfundible número 26 llevan diez temporadas en la cilindrada reina, con tres subcampeonatos e idéntico número de terceros y cuartos puestos. Sus cifras son de récord: ocupa el segundo puesto tras Rossi en el ranking de pilotos con más podios de la historia en la máxima categoría (100, de 166 grandes premios disputados), gracias a 28 victorias, 38 segundas posiciones y 34 terceras. Curiosamente, Jerez es su circuito con más podios conquistados (9).

Quien lejos del fanatismo observe a este grandioso piloto con objetividad, llegará a la conclusión de que, aunque su estatura sea pequeña, aunque tengas tantos huesos rotos que parece un mecano, es un verdadero número 1 de las carreras de motos, una leyenda en activo que sigue optando al título de la cilindrada reina como cualquier otro que se crea un superdotado. Dani es un campeón de MotoGP sin corona (de momento)…

(*) Jesús Benítez, periodista y escritor, fue editor jefe del Diario Marca y, durante más de una década, siguió todos los grandes premios del Mundial de Motociclismo. A comienzos de los 90, ejerció varios años como jefe de prensa del Circuito de Jerez. 

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