EL envejecimiento de la población es un fenómeno conocido por todos desde hace tiempo y sabemos que las consecuencias son importantes para la sostenibilidad del sistema sanitario y del sistema de pensiones. La población española vive ahora unos seis años más de media que hace 25 años, como consecuencia de las importantes mejoras en la calidad de vida y en el sistema sanitario. Este importante progreso se ve amenazado por el aumento de los problemas de salud relacionados con el tabaquismo, la hipertensión y un índice de masa corporal elevado, según publica la revista The Lancet.

Hay dos desafíos de gran trascendencia para la sanidad. Uno de ellos está relacionado con la innovación tecnológica. La capacidad de los sistemas de salud de los países desarrollados para asegurar un precio asequible y una garantía a la equidad y la calidad asistencial. Otro de ellos es el reto del envejecimiento y la cronicidad y la necesidad de reorientar y adaptar al sistema sanitario para hacer viable su capacidad de respuesta desde el punto de vista de la sostenibilidad tanto en la perspectiva financiera, como en la de la calidad y de la equidad. Esto conlleva una reflexión profunda sobre las respuestas organizativas y asistenciales que permitan una respuesta eficiente en la que las profesiones sanitarias tienen que adaptarse con nuevas competencias y perfiles profesionales. Es más evidente en lo que atañe a la profesión enfermera. Tendremos que revisar con urgencia los cambios que debemos realizar en torno a la profesión enfermera tanto en lo que se refiere a la planificación cuantitativa de necesidades de profesionales de la enfermería, y a aspectos cualitativos relativos a competencias, aptitud y roles profesionales. La actual capacidad tecnológica de la medicina tanto en los aspectos diagnósticos como terapéuticos y también, las futuras innovaciones, abren ya un espacio inédito para la enfermería en el que hay que profundizar con firmeza, rigor y consenso profesional y político.

También el resto de profesiones sanitarias y sobre todo la profesión médica, tendrá que hacer una reflexión en este mismo sentido porque los retos afectan a todos. Pero estos retos que nos impone el envejecimiento poblacional no sólo se refieren a estas cuestiones profesionales sino que la propia organización sanitaria se tiene que reorientar e incluso reinventar para que los próximos años sean un tiempo en el que la sanidad pública pueda seguir escribiendo páginas extraordinarias en beneficio de la salud de la población.

Es necesario abrir un debate público que debe ser liderado desde las Cortes Generales y en el que han de participar todos los agentes políticos, profesionales, ciudadanos y sociales; el objetivo debe ser redefinir el sistema para su adaptación a estos retos y que ello sea posible desde la mejor perspectiva posible de consenso.

La experiencia de nuestro país a los largo de estas últimas décadas tras la creación del sistema público de salud con la ley general de sanidad de 1986, debe ser la base a tener en cuenta. Esto es así porque han sido años de un éxito colectivo que no pueden quedarse en el tintero ya que la experiencia nos será de enorme utilidad para la necesaria replanificación de nuestra sanidad pública.

Este es el camino necesario. España tiene capacidad de sobra para asegurar el éxito de este proceso ya que tenemos grandes profesionales y un buen sistema sanitario que, aunque afectado seriamente por los recortes, tiene aún posibilidades de recuperación.

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