Economía

¿Y si quiero meterme a controlador?

  • Los candidatos deben hablar inglés, acreditar su agilidad mental y aprobar una oposición

La profesión soñada. La panacea laboral. La envidia de los castigados en los malos tiempos. Se les llama controladores aéreos y son profesionales con un salario medio de 334.000 euros anuales. Generan al Estado 700 millones de euros en costes por la gestión del aire. Alemania gasta por el mismo concepto apenas 90. La situación, anormal en el mejor de los casos, descaradamente privilegiada según los más críticos, ya ha arrancado la reacción del ministro de Fomento, José Blanco, dispuesto a parecer impopular a unos pocos si así tranquiliza a la mayoría.

Por algún insondable motivo, el gremio se queja de su situación. Quizás le afecte la renovación de un convenio colectivo firmado en 1999 y desfasado desde hace un lustro, razón de fondo de la huelga encubierta que desató el caos en Canarias en los primeros días de enero. Quizás, sencillamente, crea que merece más.

El acceso al oficio está precisamente regulado en el convenio de marzo del 99. Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea (Aena) resume en su página web los requisitos: Primero. Estar en posesión de un título universitario oficial de diplomado o licenciado o haber superado el primer ciclo completo de una carrera universitaria de grado superior. Segundo. Haber aprobado el curso básico de formación diseñado por la autoridad competente (sic) y facilitado por Aena. Tercero. Haber obtenido la licencia de controlador de la circulación aérea y la primera habilitación local en una dependencia de Aena.

Una de las claves reside precisamente en la superación del curso formativo, donde el cribador determina qué candidatos se adaptan mejor a la misión encomendada. El perfil ideal, resume Aena, ha de acumular las siguientes características. Oscilar entre los 21 y los 28 años de edad -no se trata sin embargo de una exigencia excluyente-. Acreditar un conocimiento fluido de inglés sin que en la expresión oral se observe dificultad que pueda afectar negativamente a las radiocomunicaciones -el título mínimo será el Certificate in Advance English, el tercero más importante tras el CAE-2 y el Proficiency-. Y poseer conocimientos básicos sobre materias no específicas del control de tráfico aéreo (¿?).

El aspirante necesita asimismo un amplio paquete de facultades en forma de cajón de sastre cuya vaguedad es una invitación a la arbitrariedad (o, como mínimo, a la proliferación de interpretaciones). Ahí van: Agilidad mental para procesar información y capacidad para dar respuestas eficaces en un corto espacio de tiempo. Atención concentrada y dividida. Autocontrol en situaciones de estrés. Capacidad de coordinación en situaciones operativas. Capacidad para analizar y tomar decisiones en un corto espacio de tiempo. Capacidad para trabajar en equipo. Estabilidad emocional. Orientación espacial. Razonamiento abstracto. Resistencia a la fatiga.

Aparte, claro está, hay que ver como un lince y oír como un lobo. Y está la oposición, cuya guinda siempre es un examen al que sólo se llega desde el dominio de un temario tan heterogéneo como árido. El futuro controlador aéreo deberá hacer sus pinitos en matemáticas (36 páginas según el temario de 2008), física (29) y geografía (50); entender cómo funciona un avión (49 páginas); descifrar el azaroso enigma de la meteorología (72) y memorizar la legislación aeronáutica (133), entre otros retos.

Mimados o abnegados, injustamente tratados o tristemente incomprendidos, los controladores se enfrentan a su propia crisis. El Gobierno ya ha dado un primer paso contra su statu quo al anunciar que desaparecerán de los aeropuertos más pequeños.

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