el periscopio

León / Lasa

De nuevo las pensiones privadas

Es un error depositar nuestros ahorros en planes de pensiones privados porque sus rentabilidades son decepcionantes.

LLEGA una edad en la vida, pongamos los 50, los 55, en la que durante un breve plazo de tiempo las cosas parecen encajar en el tablero: los hijos se hacen mayores y, a veces, independientes; nos damos cuenta por fin de que no necesitamos tantas cosas, tantos cachivaches; y, también, que aquella hipoteca que suscribimos hace tiempo, al inicio de la vida laboral, está a punto de finalizar o ha finalizado. Nos las prometemos felices: una gran parte de ese sueldo distraído en obligaciones múltiples va a poder ser, de una vez, para nosotros: ni bancos, ni churumbeles exigentes, ni coches pretenciosos.

Planeamos entonces ese añorado viaje a Siberia, o un crucero elegante por el Danubio leyendo a Magris, o comprarnos esos zapatos de capricho de casi 600 euros en Crockett and Jones. El espejismo dura poco: el sistema, una vez que atrapa a sus víctimas, no las suelta tan fácilmente. Si la primera parte de la vida se nos va en sortear esos compromisos descritos, la segunda, para quienes todavía respiran en el más amplio sentido de la expresión, transcurre con el temor, inoculado a base de anuncios y noticias, a la vejez: si gastas como una cigarra, lo pasarás realmente mal cuando llegue el invierno: ahorra con nosotros. Planes de Pensiones Privados, el gran señuelo.

Que tal y como vienen las cosas hay que ser precavidos para el futuro, nadie lo pone en duda. Que tal y como sostienen algunos, las pensiones acabarán convertidas, en no más de diez años, en una mera renta básica porque no hay para más, tampoco. Se ha calculado que, partiendo de la base de que la pensión o renta de jubilación debe equivaler al menos al 70% del último sueldo percibido para mantener un nivel de vida análogo (y que el sistema público no lo va a garantizar), cada español debería ahorrar alrededor de 7.700 euros anuales, cantidad ilusoria para la mayoría de la ciudadanía (me encanta esa palabra).

Suponiendo que fuéramos capaces de hacerlo, ¿qué deberíamos hacer con ese dinero? La respuesta podría parecer obvia: depositarlo en planes de pensiones privados. Error. Con mayúscula. Los planes de pensiones privados registran unas rentabilidades decepcionantes para el inversor. No así para las entidades que los gestionan, cuyas comisiones fijas rozan el 2%. La rentabilidad media de los últimos doce meses, a 30 de junio, es de -0,67%. Y por si algún espabilao señala que los planes de pensiones hay que observarlos "con luces largas", añadiremos que de los casi 600 planes de pensiones que se comercializan en España, sólo un 23% logra batir la inflación en un horizonte de diez años. O lo que es lo mismo: tres de cada cuatro pierden dinero a largo plazo, en términos coloquiales. Por no hablar de la poca liquidez de los mismos. "Pa matarse". Ahorren, claro, si creen que van a vivir para ello. Pero no se dejen engañar. PS. Sobre el referéndum para alargar la Feria de Abril unos días ya se ha escrito bastante y bien. Sólo añadir que ni en un guión berlanguiano cabría el invento.

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