La Pelota de Papel

Un 'ninot' de carne y hueso

  • El desnortado Valencia de Neville se parece cada vez más al que se despeñó a Segunda hace 30 años. Este jueves, más que una semifinal de Copa, Mestalla celebra un plebiscito.

El perfil afilado de Gary Neville bien pareciera sacado de una falla. Un ninot que retratara con ese sarcasmo de la tierra levantina el surrealista presente que padece uno de los grandes buques de la Armada futbolística española, el Valencia Club de Fútbol. Pero ese anguloso rostro del inglés no es de cartón piedra. Es de carne y hueso. Tan real como la angustiosa situación que atraviesa ese histórico entre históricos. Mientras empieza a oxidarse el esqueleto del faraónico estadio para 80.000 personas proyectado en su día para relevar a Mestalla, el proyecto deportivo que pergeñó Peter Lim con Jorge Mendes en la sombra y su amigo Gary Neville en el césped se derrumba escandalosamente.

Encadenar doce jornadas seguidas sin ganar lleva a los analistas hasta una Liga que, para el valencianista de a pie, supone mentar a la bicha: ese campeonato 1985-86 en el que el equipo descendió. Fue la última ocasión en que le sucedió. En esa trágica Liga, el Valencia se llevó 13 jornadas consecutivas sin saborear una victoria. Si no se impone tampoco al Espanyol el próximo sábado en Mestalla, el desnortado equipo de Neville habrá igualado ese récord y terminará de destapar la caja de los truenos en un enclave muy dado a la escandalera. Para ese partido ante un Espanyol que suele pescar en Valencia, además, los anfitriones no podrán contar con los sancionados Gayà y Andre Gomes ni con el recién llegado Siqueira, que tuvo que abandonar lesionado el Villamarín el domingo.

Ante el Betis, el equipo ché abundó en su preocupante sintomatología: una laxitud rayana en la indolencia en algunos casos -¿dónde ha ido a caer el Parejo de la pasada campaña?-, una desorganización palmaria sobre la hierba y nula capacidad de reacción desde el banquillo. Todo desemboca en una competitividad casi imperceptible. Cuando el Betis, que llevaba también una pésima racha de nueve jornadas sin ganar, se soltó los nervios y marcó su gol, el Valencia se desmoronó sin remisión. Otra vez.

Ni rastro del equipo de hace justo un año, sostenido por una pétrea columna vertebral: los ausentes Diego Alves y Otamendi, más los ausentes Feghouli, Parejo, Gayà y Andre Gomes -exculpado queda Paco Alcácer, víctima de los caprichos técnicos o de las lesiones-. En la jornada 23ª de la pasada Liga, el Valencia era cuarto con 47 puntos, dos más que el Sevilla. Y nada menos que 22 puntos más que el Valencia actual.

Un cadáver a los postres

No pocos aficionados firmarían ya que su equipo acabara a mediados de mayo con esos 47 puntos que atesoraba a estas alturas del pasado curso. Equivaldría a la salvación, una obligación que empieza a tornarse objetivo. El moribundo equipo que trata de entrenar Neville, con sus 25 puntos, está a cuatro de las posiciones de descenso a Segunda después de su ominoso trayecto, con siete empates y cinco derrotas.

La afición, a la que poco le hace falta para estallar, se entregó al dinero y la pretendida modernización de las estructuras. Y Lim ha convertido el club en una despersonalizada empresa con unos amiguetes que hacen y deshacen ajenos a las verdaderas necesidades de la entidad.

Este jueves, Mestalla no jugará la vuelta de todas unas semifinales de Copa. Tras el humillante 7-0 en el Camp Nou, allí se celebrará un plebiscito. Está en juego que el Valencia no acabe siendo un cadáver a los postres.

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