Barcelona-córdoba

Un postre indigesto (5-0)

  • A pesar de encajar un gol en el primer minuto, el CCF da la cara ante un Barcelona superior. El cuarto de hora final afeó el resultado de un equipo que despide el año en zona de descenso.

No hubo lugar a la sorpresa y el Córdoba cerró el año con una nueva derrota en el Camp Nou, lo que condena a los blanquiverdes a pasar la Navidad en la zona de descenso, el que ha sido su hábitat desde que arrancó el curso. Sin embargo, a pesar de lo meramente numérico, el conjunto de Djukic se puede ir de vacaciones con la cabeza alta por sus primeros 75 minutos, en los que dio la cara y compitió, con sus armas, ante un rival tremendamente superior que comenzó a encarrilar el encuentro en el primer minuto de juego, si bien hasta la segunda mitad y tras superar un par de sustos no pudo sentenciar. El último cuarto de hora afeó el resultado, permitiendo la goleada azulgrana y ensuciando las sensaciones de un equipo que a buen seguro sufrirá una transformación en las próximas semanas para tratar de tener más garantías de éxito en busca del objetivo ineludible de la permanencia.

Cuando uno llega al Camp Nou ya va preparado para correr la mayor parte del tiempo detrás del balón, porque amasar posesión es el gran legado que dejó Johan Cruyff en sus años en can Barça y al que, como no puede ser de otra forma, van dando continuidad todos los que llegan a ese banquillo, Luis Enrique inclusive. Una seña de identidad contra la que es casi imposible luchar, más si cabe si eres un equipo modesto como el Córdoba. Un conjunto, el de Djukic, que llegó con la única misión de competir y, por qué no, asustar a uno de los grandes de la Liga, como ya lo hiciera un par de semanas con el Athletic, aunque esta empresa era aún más complicada.

El primer reto, ineludible, pasaba por aguantar la salida local y no encajar pronto, lo que podía nublar el horizonte a los barcelonistas. Pero eso se desvaneció cuando muchos no habían ni ocupado aún su asiento, pues los azulgranas rompieron el equilibrio inicial en su primera llegada, cuando el reivindicativo Pedro aprovechó un despiste de la zaga. Peor difícilmente podía comenzar la cosa. Y si uno miraba que el partido estaba claramente volcado sobre el medio campo visitante, lo que se presagiaba no era nada bueno.

Sin embargo, el Córdoba demostró entereza y saber estar para salir airoso de la situación. Aunque con el gol nada cambió, lo cierto es que el engranaje defensivo empezó a funcionar como en las dos jornadas anteriores, finalizadas con la portería de Juan Carlos inmaculada. El Barcelona continuaba monopolizando la pelota, pero apenas encontraba un hueco por el que hacer daño, aunque por ese se hartó. La banda de Campabadal fue una autopista para Jordi Alba, en su mejor versión, entre otras cosas porque a Fede Cartabia le cuesta más mirar para atrás que para adelante. Iniesta, con una rosca marca de la casa que atrapó sin problemas el meta blanquiverde y Luis Suárez, con una volea a pase del lateral que la grada cantó gol aunque el balón se estrelló en el lateral, fueron los siguientes en intentarlo. Del CCF arriba no había noticias, salvo algún escarceo de Ghilas y Ekeng. Así fue hasta que el argelino recogió un balón rechazado con espacios y se marcó una carrera como la de San Mamés que esta vez sólo halló la red por fuera.

Ese susto ya hizo pensar al Barcelona, cada vez con más problemas para encontrar huecos por los que perforar el muro cordobesista. Las combinaciones en la línea de tres cuartos se sucedían a una rapidez endiablada, pero a los locales les faltaba precisión y, sobre todo, notaban la nula aparición de un Messi apático y demasiado individualista. Pero Luis Enrique tiene a sus órdenes una pléyade de estrellas y si no es el argentino, lo hace otro. Rakitic probó fortuna en una de sus escasas llegadas al área, Iniesta repitió otra vez sin éxito, aunque fueron Pedro, con un latigazo desde la frontal que acarició el poste; Alba, con una internada hasta casi el mismo poste, y Piqué, con un cabezazo picado que tuvo brillante respuesta en Juan Carlos los que más cerca estuvieron de hacer barraca. Así murió un primer periodo en el que aún hubo tiempo para que el Córdoba volviera a presentarse ante Bravo. Tras un derechazo de Borja García que dio más trabajo de la cuenta al chileno, al que luego ni siquiera hizo intervenir Fede Cartabia en una contra clarísima con Ghilas y Ekeng que resolvió con la peor de las opciones posibles.

El partido no varió un ápice tras el paso por los vestuarios. Con los mismos protagonistas, el guión no hizo falta ni recordarlo. Y como ya ocurriera en el arranque del duelo, los locales apenas tardaron unos minutos en ampliar las diferencias, en otra combinación tirada a la izquierda que permitió a Luis Suárez estrenar su cuenta goleadora en la Liga. Al nuevo golpe, que reducía al máximo las opciones visitantes de puntuar, se fue sumando paulatinamente el cansancio. El Córdoba ya apenas lograba salir de la cueva, el balón le duraba un suspiro y los intentos de Djukic porque sus hombres adelantaran líneas caían en saco roto. Con todo, aunque fuera cerquita de la frontal, el equipo seguía en pie, cerrando vías de agua y maniatando el ataque continuo azulgrana.

Para complicar mucho más las cosas, y aunque no había tenido un día especialmente brillante, Íñigo López pidió el cambio. Como el otro día en Copa, Crespo fue el elegido para ejercer de central, lo que demuestra la confianza del técnico en Deivid como pivote de contención. Quedaba media hora y la sensación era que el CCF estaba cumpliendo de manera notable. Para que todo siguiera por esos mismos cauces que luego sirvieran para reforzar la moral fueron encaminados los otros dos cambios, buscando refresco en la medular. Todo lo contrario de lo que intentó Luis Enrique, que sin necesidad de forzar a Neymar, metió un par de marchas más en la parcela ancha buscando goles con los que apagar el fuego de una primera mitad de curso dudosa.

Y precisamente uno de los hombres de refresco locales fue protagonista directo del último cuarto de hora. Aunque más bien habría que decir que los principales actores fueron los jugadores del Córdoba, que a raíz de encajar el tercer tanto en una acción de estrategia botada por Xavi (también de sus botas nació el cuarto), bajaron los brazos, se fueron del partido y ese desfondamiento moral, al coincidir con el físico, provocó un esperpento que no hizo ni pizca de gracia a Djukic. El doblete final de Messi, que no esconde su floja actuación, sirvió para engordar aún más sus estadísticas y que el enfado del técnico serbio creciera. Porque ese tramo final afeo, y de qué manera, todo lo bueno que el equipo fue capaz de ofrecer ante un rival de otra galaxia.

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