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Símbolos y lemas olímpicos

PIERRE de Coubertin se puede considerar como el símbolo humano del olimpismo moderno. Nació en París el 1 de enero del año 1863, dentro del seno de una familia acomodada y noble y dedicó toda la actividad de su vida y medios económicos a poner en marcha el Movimiento Olímpico Moderno, tendente a conseguir una única familia humana integrada y estable. Coubertin fue, en consecuencia y sobre todo, un educador, un pedagogo, un filántropo y un humanista. Murió en Ginebra el 2 de septiembre de 1937 dejando un preciado legado bibliográfico de más de 14,000 páginas impresas.

La bandera olímpica creada por Pierre de Coubertin en 1913 ondeó por primera vez en un estadio en 1920 con ocasión de los Juegos Olímpicos de Amberes. La bandera tiene el fondo blanco y en el centro están ubicados cinco anillos entrelazados (tres arriba y dos abajo) con los colores azul, amarillo, verde, rojo y negro, y que representan los cinco continentes del mundo unidos por el olimpismo. En el conjunto de los seis colores de la bandera olímpica -los cinco colores de los aros más el fondo blanco-, están incluidos todos los colores de todas las banderas del mundo.

El himno olímpico, fue interpretado por primera vez con ocasión de los Juegos Olímpicos de Atenas en 1896, con música de Spyros Samaras y letra de Kostis Palamas, ambos griegos. El himno olímpico es oficial desde 1958, acordado por el COI en la sesión de Tokio y pretende ser el único que aglutina a toda la humanidad.

La antorcha olímpica recorre una zona del mundo con ocasión de los Juegos Olímpicos, portando el fuego alumbrado en Olimpia en el transcurso de una vistosa ceremonia en la que, captando los rayos solares a través de un espejo parabólico, se enciende el carburante colocado en ella. Su origen está en la antigüedad griega, en las famosas carreras de antorchas o en lampadedromia de hondo sentido religioso y litúrgico. La primera vez que se alumbró el fuego de Olimpia con destino a los Juegos Olímpicos Modernos fue en 1936, con ocasión de los Juegos de la XI Olimpiada celebrados en Berlín.

El lema Citius Altius Fortius, ideado por el dominico francés Heri Didón el 7 de marzo de 1891, fue asumido como el lema olímpico oficial en el Congreso fundacional del Comité Olímpico Internacional (COI) en 1894. El significado del triple superlativo latino y yuxtapuesto es el de "más rápido, más alto, más fuerte", simbolizando así la meta del olimpismo, tratando de conseguir una raza humana superior a través de la práctica deportiva, en la que la confrontación y la lucha no han de ser necesariamente contra un adversario, sino también consigo mismo.

"Lo importante no es vencer, sino participar". Este lema olímpico, en ocasiones no bien entendido, fue ideado por Monseñor Ethelbert Talbot, arzobispo de Pensilvania con ocasión de la homilía pronunciada en la catedral londinense de San Pablo y dirigida a los atletas participantes en los Juegos de la IV Olimpiada en 1908.

El profundo contenido pedagógico de la máxima radica en instar al atleta a luchar noblemente hasta el final por conseguir el triunfo. Si, como consecuencia de ello, triunfase, habrá conseguido el éxito buscado, pero si no fuese así, moralmente también ha ganado, porque se ha justificado así mismo.

El ideal de la lucha en el deporte como una constancia vital es extrapolable a la vida cotidiana, en donde habrá que esforzarse al máximo por conseguir los objetivos marcados con la dualidad del resultado precedente expuesto, en donde si se ha luchado hasta el final, en el fondo siempre se gana.

Pierre de Coubertin, entusiasmado por el profundo contenido pedagógico del lema, escribía en febrero de 1908: "Lo importante en la vida no es el triunfo, sino la lucha; lo esencial no es haber vencido, sino haberse batido bien". Posteriormente, en 1917 añadió: "La vida es simple porque la lucha es simple. El buen luchador retrocede, pero no abandona; se doblega, pero no renuncia. Si lo imposible se levanta ante él, lo sortea y va más lejos. Si le falta el aliento, descansa y espera. Si es puesto fuera de combate, anima a sus hermanos con palabras y su presencia. Y hasta cuando todo parece derrumbarse ante él, la desesperación nunca le afectará".

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