Córdoba CF

El hombre que devolvió el honor

  • Ferrer se marcha tras ocho meses en los que obró el milagro del ascenso, aunque fracasó en su primera experiencia en la élite.

Apenas ocho meses ha durado la etapa de Albert Ferrer como entrenador del Córdoba. Un período breve pero muy intenso que arrancó el 17 de febrero, día en el que la entidad blanquiverde daba oficialidad a la incorporación del técnico catalán y que concluyó ayer de forma abrupta, al anunciar el club su salida y la incorporación del serbio Miroslav Djukic para sustituirlo.

Pese a lo efímero de su estancia al frente de la nave blanquiverde, el barcelonés ha experimentado todo tipo de sensaciones desde su llegada a la ciudad. Los comienzos ya fueron complicados, pues la salida de Pablo Villa provocó un malestar en el entorno del CCF con el que Ferrer se encontró nada más arribar. Se enfrentaba el Chapi a una doble misión harto complicada: por un lado ganarse el respeto de una afición que andaba de uñas, y por otro, reflotar a un equipo que si bien no había perdido contacto con los puestos cabeceros de la Segunda División, caminaba con paso dubitativo hacia el irrenunciable objetivo del ascenso que el club se había marcado.

Y lo cierto es que el arranque de su andadura no fue nada halagüeño. La improvisada pretemporada que el equipo llevó a cabo en Antequera tras su llegada ayudó a Ferrer a conocer a la plantilla, pero al contacto con la competición el catalán se dio cuenta rápidamente que andaba en terreno desconocido. En el momento de mayor debilidad del equipo, el Chapi supo replantearse su libreto y construir un equipo sólido que renunció a las premisas más básicas del fútbol atractivo pero que agarró con pasmosa facilidad el camino de la solidez y las victorias. Tras conseguir la clasificación para el play off de manera agónica, el equipo dio su mejor versión en el momento clave y quebró la historia 42 años después para devolver al CCF a la Primera División.

Para el recuerdo quedará su explosión de éxtasis tras el gol de Uli Dávila en el Gran Canaria, aquel maravilloso 22 de junio en el que toda una ciudad vibró con su equipo y se emocionó al ver a su entrenador correr enloquecido por el césped, casi sin creerse lo que acababa de suceder. Unos minutos antes del delirio, el catalán tuvo toda la sangre fría para reunir a sus jugadores durante el parón por la invasión de los aficionados canarios y ordenar la estrategia a seguir en el minuto que restaba para el final del encuentro.

Tras aquella gesta, el catalán se ganó para siempre el cariño y el respeto de la ciudad y de la afición blanquiverde. Más aún cuando puso el ascenso del CCF a la altura de sus mayores éxitos deportivos como jugador. Quizás por eso la grada aún no había pedido su cabeza, pese al mal arranque del equipo en Primera. Ni siquiera en el frustrante partido ante el Málaga la afición se volvió contra el técnico, sabedora de que los problemas del equipo son mucho más profundos.

Pero nada de eso le valió a Ferrer para mantener la confianza de la directiva. Acabar con 42 años de sequía en la élite tan sólo le sirvió al catalán para disfrutar de ocho jornadas de crédito en Primera División. Al menos le quedará el consuelo de ser, tras Roque Olsen y José Juncosa, el tercer técnico que condujo al club blanquiverde a la máxima categoría. Ferrer, que se marchó agradecido a la afición y a la ciudad, ya es historia del CCF.

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