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Havenaar un japonés diferente

A simple vista, Mike Havenaar no es un japonés al uso, al menos no entra en el estándar de ciudadano nipón que cualquiera puede imaginar. Sus rasgos faciales netamente europeos, su color claro de pelo y, principalmente, sus 194 centímetros de estatura, convierten al nuevo ariete del Córdoba en un elemento exótico dentro de un país poco acostumbrado a la inmigración. Siempre ha destacado por encima del resto, algo a lo que hace mucho tiempo se acostumbró, y su caso es una oportunidad perfecta para derribar fronteras mentales en una población bastante conservadora en el plano étnico.

Porque, pese a todo, Havenaar es cien por cien japonés. Mike llegó al mundo el 20 de mayo de 1987, en la ciudad de Hiroshima, hogar de su familia desde que su padre Dido llegó un año antes procedente de los Países Bajos para emprender aventura en el fútbol asiático. Su madre, también de origen neerlandés, acompañó al progenitor de Mike llevando con ellos a su hija mayor y la familia se estableció en el país nipón con la idea de algún día regresar al viejo continente. Sin embargo, lo que en principio iban a ser unos meses de estancia en Japón se convirtieron en años y los Havenaar decidieron establecerse de manera definitiva.

Allí nació Mike y años más tarde, en 1995, su hermano menor Nikki, que juega en el Nagoya Grampus. El hijo mediano de los Havenaar se crió a caballo entre dos culturas, la europea en casa y la nipona en el colegio. "Cuando era pequeño, yo hablaba holandés, con mis padres, pero japonés con todos mis amigos. Inicialmente me sentí un tanto dividido entre los dos países, pero a medida que crecía, mi amor por el país donde nací creció. Cuando tuve que tomar una decisión acerca de mi nacionalidad, nunca hubo ninguna duda", contaba Mike en una reciente entrevista concedida al portal web de FIFA.

Pero el amor sincero a su país de nacimiento no fue suficiente para el joven Havenaar, que tuvo que acostumbrarse desde muy pequeño a ser el centro de las miradas, dada su gran talla y aspecto occidental. Sin embargo, Mike recuerda su etapa en el colegio sin complejo alguno: "Sé que suena extraño, pero mis compañeros entendieron muy bien quién era yo, me escucharon y me consideraron como uno de los suyos".

De padre futbolista y de madre atleta, el futuro de Mike Havenaar estaba escrito. Además, sus condiciones físicas resultaban un factor diferenciador respecto a los demás jóvenes futbolistas japoneses. Un hecho que iba a tardar poco en explotar a su favor. Tras arrancar su carrera siendo aún un adolescente en las categorías inferiores del Consadole Sapporo y tras pasar por el Yokohama Marinos, Mike tuvo su primera gran oportunidad en 2010, cuando llegó al Ventforet Kofu de la Segunda División nipona. Su impacto en el equipo fue inmediato y gracias a sus 20 dianas el modesto club que lo había acogido un año antes consiguió el ascenso a la máxima categoría. Un salto de calidad que no fue un problema para Havenaar, que en su estreno en la J-League anotó 17 goles y, pese a que no pudo evitar el descenso de su equipo, acabó siendo incluido en el once ideal de aquel campeonato.

Su gran progresión llamó la atención de varios clubes europeos, hasta que en enero de 2012 realizó el camino inverso que sus padres habían llevado a cabo 26 años antes y firmó dos años y medio por el Vitesse de la Eredivisie de Países Bajos. Se dio entonces un caso curioso, pues Mike volvió al país donde se encontraban sus raíces y, aunque físicamente encajaba a la perfección en la sociedad neerlandesa, necesitó de un período de adaptación a la vida en Europa. En el Vitesse, donde curiosamente ya tuvo como técnico a Albert Ferrer, fue de más a menos firmando un total de 26 tantos en 79 apariciones.

Con la selección japonesa, su debut se produjo el 2 de septiembre de 2011, en pleno camino hacia el mundial de Brasil 2014. El seleccionador japonés, Alberto Zaccheroni, vio en Havenaar un perfil muy interesante para una selección cargada de talento pero huérfana de un delantero centro de referencia que materializase en goles el juego del equipo. Mike colaboró con sus dianas a la clasificación de la selección nipona para la cita recién finalizada y afrontó un año antes su primera gran competición, la Copa de las Confederaciones 2013, celebrada también en el país sudamericano. Cuando todo hacía indicar que debutaría en un Mundial este verano, el técnico italiano lo descartó a última hora y cercenó sus opciones de aparecer en un gran escaparate.

La influencia de Havenaar en el fútbol japonés trasciende de lo deportivo. Acostumbrado a escuchar en sus inicios mofas de las aficiones rivales por sus rasgos occidentales, Mike se ha ganado el respeto de su país a base de trabajo y goles en el fútbol nipón, además de su contribución al equipo nacional. Su ejemplo supone un importante factor de choque contra la mentalidad mayoritariamente conservadora de una sociedad que no está demasiado acostumbrada al trato con personas de otros continentes, más allá de las grandes urbes como Tokio.

Bien es cierto que el nuevo delantero del Córdoba no es el primer internacional japonés con ascendencia extranjera. Los brasileños Alessandro Santos y Marcus Tulio Tanaka son dos ejemplos relativamente cercanos, pero la larga historia de inmigración entre Japón y Brasil les concedió un mayor grado de aceptación entre la población nipona.

Ahora, este admirador de la comida japonesa y defensor a ultranza de la cultura del país que le vio nacer, recala en el Córdoba con la misión de aportar sus goles en beneficio de la permanencia. De sus actuaciones como blanquiverde dependerá también su futuro como internacional, dentro del gran proceso de cambio que se ha abierto en la selección tras el fiasco de Brasil.

Aunque nadie lo diría por su aspecto, Havenaar será el primer japonés en enfundarse la camiseta del CCF. Y es que pese a todo, a nadie se le escapa que el nuevo ariete blanquiverde es un japonés diferente.

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