La crónica

Córdoba Xerez (2-1): Plegaria con fundamento

  • Los blanquiverdes logran la primera victoria con José González en el banquillo · Un gol de Rubén sella un triunfo que mantiene con vida al Córdoba

En los vomitorios del estadio se escuchaban al final del partido proclamas que parecían propias de uno de los acerados mítines de Barack Obama. Pero el célebre Yes, we can, el eslogan del aspirante demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, se pronunciaba con acento cordobés. Sí, se puede. Todavía. Las cábalas entre sonrisas sustituyeron al habitual desfile taciturno y malhumorado que se venía produciendo, de forma casi invariable, tras las comparecencias en casa. Qué gran medicina es la victoria. El Córdoba se ganó el derecho a ser considerado aspirante a la permanencia tras despachar uno de sus encuentros más intensos. Después de tanto tiempo rogando, al final dio con el mazo. Y el golpe se lo asestó al adversario conveniente, un Xerez que llegó a Córdoba enseñoreado y presto para propinar a los de José González el último empujoncito hacia el abismo. Pero no contó con que el Córdoba puede perder presencia, dignidad y partidos, pero nunca una seña de identidad: la fidelidad a su historia. Y ésta indica que es uno los pocos clubes que tienen el poder de volver del más allá, de sacar la mano para agarrar el cuello de su enterrador como si fuera el final de una película de terror. Algo así sucedió ayer. Parecía que iba a cumplirse el teorema de esta temporada -ya saben: no hay comienzo lo suficientemente bueno como para evitar un pésimo final-, pero todo se torció, para bien, cuando llegó un gol de rara belleza. El zurdo Rubén puso el alma en su bota derecha y la esperanza, esa novia esquiva, volvió a pasearse insinuante por El Arcángel. Hay cuentas que hacer. Se puede seguir rezando, sí, pero ahora con más fundamento.

Espoleado por la necesidad de reafirmarse ante un auditorio entregado -lo de la afición blanquiverde es algo admirable-, el Córdoba protagonizó una efervescente puesta en escena. El zarandeo del once por las bajas duró hasta los últimos instantes, pues Arteaga calentó con los titulares para chequear su estado físico aunque, tras la prueba, José González optó por incluir en la formación inicial a Cristian Álvarez. El Xerez se encontró con un grupo desbocado, consciente de que se la iba la vida, y no se dio cuenta de dónde se había metido hasta que encajó el 1-0. Lo rubricó Arthuro, de cabeza, a los cinco minutos. El Arcángel enloqueció cuando el brasileño festejaba con rabia ante la tribuna. Después de esa explosión inicial, el encuentro fue derivando hacia los cauces que se presuponían. Los de Esteban Vigo, inmersos en su mejor racha de la temporada, reaccionaron con naturalidad ante el golpe recibido. Su objetivo era no perder y actuaron en consecuencia. Con Viqueira como surtidor de balones y el bullidor Yordi erigido en permanente incordio, los visitantes agarraron el rol de dominantes ante un adversario que, curiosamente, parecía encontrarse incómodo con su prematura ventaja. Es lo que tiene la situación del Córdoba. Cuando hay anemia de éxitos, uno duda entre agarrar lo que tiene o ir a por más. Y en ésas llegó el tanto del Xerez, favorecido por una triste pifia de David Valle en la salida. El meta la dejó en la cabeza de Aythami, que se la colocó a Vicente Moreno para que el veterano central anotada su primer gol de la temporada con un disparo lánguido, pero de consecuencias letales. Una vez más, el Córdoba entendió que en esta categoría los errores se pagan al contado y sin descuentos.

El Xerez se sintió grande y enlazó acciones de mérito, que llevaron la inquietud al portal de Valle. Viqueira lanzó ligeramente desviada una falta en el minuto 31 y tres después, tras un servicio de Yordi en el área pequeña, el talentoso mediocampista gallego metió el pie de modo defectuoso y mandó el balón por encima del larguero. Una combinación con más de veinte pases seguidos sin que ningún cordobesista tocara el esférico, coreada con olés por los seguidores xerecistas, concluyó con un testarazo alto de Yordi y con un aldabonazo al orgullo del Córdoba, perdido en esos instantes. La grada se calentó cuando Asen reclamó penalti al verse estorbado por detrás por Redondo en un tiro que finalmente interceptó Porato. Los rifirrafes ya eran moneda común. La calentura subió hasta llevar el partido a la ebullición cuando Carlos Calvo soltó un codazo a Mario en el centro del campo que terminó con el lateral retirado en camilla. Iglesias Villanueva mostró la roja al jerezano y envió el partido a una nueva dimensión. El Córdoba llegó con superioridad numérica al intermedio, un receso excelente para retomar el plan hacia el único desafío posible: la victoria. Los desalentadores marcadores que se iban produciendo en otros estadios dotaban de un aire trágico al segundo acto.

Al Xerez le valía el empate. La expulsión, además, le daba la coartada perfecta para echar el cerrojo y retar al Córdoba a vencerle en su mitad del campo, donde se amontonaban bajo una pertinaz lluvia xerecistas bien pertrechados y cordobesistas cada vez más desesperados. Esteban reforzó la retaguardia. Y llegó entonces un gol que puede dar un vuelco al tétrico final que se presagiaba para los cordobesistas. Rubén Párraga, cordobés formado en la cantera malagueña, lateral zurdo de apariciones residuales esta temporada, golpeó con la derecha un balón que se clavó en las redes de Porato tras el rechace de una falta botada por Guzmán Casaseca, otro habitual hombre de relleno en las convocatorias. Dos de los viejos -no hace ni un año y parecen siglos- héroes del ascenso en El Alcoraz que se erigieron en protagonistas a contracorriente. Y bien que lo celebraron. El zaguero se señaló el nombre, reivindicándose al más puro estilo de Raúl, y la afición se recreó en el mágico instante. Con la iniciativa de nuevo en el marcador, los blanquiverdes, esta vez sí, se creyeron lo que ocurría. En el centro del campo, Ito barría todos los balones. El extremeño realizó un partido magistral, cortando y repartiendo con criterio. En esos instantes decisivos apareció la figura de Guzmán Casaseca, un jugador capaz de revolucionar un partido si se alía con las musas. Ayer tardó en coger la onda, pero cuando lo hizo firmó diabluras ante Mendoza y alborotó a toda la zaga de un Xerez que, en inferioridad, tocó a rebato. Esteban metió a toda su artillería con el gigantesco Míchel y el ardillesco Antoñito, pero ayer el Córdoba no podía fallar. El Arcángel aguantó más de cinco minutos de prolongación con el corazón en vilo antes de la explosión final. Sí, se puede.

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