Cultura

Biografía autorizada

  • Adelanto de un fragmento de la obra del narrador afincado en Sevilla.

Más o menos, en esto estoy: frases que revoletean en mi interior. Esta semana he comenzado a componer el que debe ser mi nuevo álbum de estudio. Ya lo he bautizado: Biografía autorizada. Si afirmo que el título lo soñé, exagero, pero casi soñaba en ese crucial momento. O pretendía soñar. En realidad, me encontraba en ese estado intermedio que es tan difícil de clasificar. Te despiertas con la sensación de haber pasado toda la noche soñando algo bueno, muy bueno y placentero, y haces todo lo posible por soñar, por regresar a ese sueño que realmente no sabes si en verdad soñaste. Cuando era joven, adolescente, practicaba con frecuencia estos sueños inducidos. Sí, es la expresión adecuada: sueños inducidos. Mañana de tienda de campaña y gemidos controlados. Esas mañanas.

Desde entonces, desde ese sueño inducido, han pasado cuatro días y sólo he escrito cuatro frases que podría calificar como coherentes; aunque si las uno, si canto las cuatro frases, una detrás de otra, pierden toda su coherencia: no significan nada. Una frase por día. ¿Fertilidad, sequía? ¿Uno estas frases carentes de sentido unitario en una única canción? En realidad, es algo frecuente -miles y miles los ejemplos-, pero a mí me gustan las canciones homogéneas, con sentido. Intento, al menos, que las mías sí lo sean. Muchos compañeros les restan importancia a las letras de las canciones, y se les nota, ya lo creo, argumentan que sólo deben ser una compañía de la melodía, que es una teoría muy anglosajona. Yo no, para mí son muy importantes, e intento que sean importantes las letras de mis canciones. No soy capaz de dar con el estribillo. Nunca creí que fuera tan difícil escribir sobre uno mismo. De hecho, creía que sucedía justamente lo contrario, que era mucho más fácil, porque no necesitas investigar, rastrear en recuerdos, se supone que nadie te conoce como tú mismo te conoces. Es mucho más difícil, definitivamente.

-¿Cómo será tu nuevo trabajo? -me preguntó el periodista.

-Estoy trabajando en algo autobiográfico, quiero mostrarme más que nunca, hablar de mí, de mis cosas... -respondí sin pensarlo. No fue una respuesta premeditada.

Y debería haberla sido, me temo. No porque una respuesta en una entrevista me supedite, y me obligue a hacer justamente lo que dije. Nada de eso. Una entrevista, una respuesta, no te supedita hasta ese extremo. Es más, a nosotros, a los músicos, a los escritores, a los actores o pintores, se nos permite juguetear en las entrevistas, responder con lo primero que se nos pasa por la cabeza, no ofrecemos datos oficiales, no prometemos nada que pueda mejorar o empeorar la vida de la gente, para eso ya tenemos a esta manada de ministros, Wert a la cabeza. De hecho, lo hacemos con frecuencia, jugamos con las respuestas en las entrevistas. Por decirlo de algún modo, jugamos al despiste. Algunas profesiones te conceden este tipo de licencias.

La respuesta al periodista no fue premeditada, pero sí lo es mi intención. Quiero y necesito hacerlo. Lo haré, claro que lo haré, sí, lo voy a hacer. ¿Por qué? En otro momento, tal vez, responda la pregunta.

Reproduzco una primera frase de este nuevo tema que pretendo sea autobiográfico:

Tendría que haber sentido como se merecen las ausencias de los ausentes más presentes.

Todavía no la ha escuchado Enka, sólo le dejo que escuche las nuevas canciones cuando hago una primera maqueta, con las bases y algún instrumento, pero sé de antemano lo que me dirá:

-Esos giros son muy del Calamaro que en Madrid conoció a Sabina -porque ya le he escuchado en más de una ocasión esa respuesta.

-¿Pero les dio tiempo a componer canciones? -y yo volvería a responder lo que ya le he respondido en más de una ocasión. Debería pensar en una frase de película, Uno de los nuestros o El padrino, para no repetirme, aunque si lo hiciera también me estaría repitiendo.

He compuesto docenas de canciones sobre amores que nunca he sentido, ni siquiera conocido. He compuesto canciones sobre la noche, sus bares y su gente, y apenas recuerdo esas noches; he escrito canciones sobre viajes que nunca he hecho, sobre lugares en los que nunca he estado, sobre política, que no entiendo, sobre otras canciones que envidio y admiro, sobre cómo se componen las canciones, desde los tópicos, pero nunca, hasta ahora, había compuesto una canción que hablara de mí, realmente de mí, que contara una parte concreta de mi vida, aunque fuera breve y diminuta. Y ahora quiero y necesito hacerlo. Doce o catorce canciones, o sólo diez, no lo tengo claro, en las que me vea reflejado; en las que cuente cómo ha sido mi vida hasta ahora, mis comienzos, la ruptura, las giras, puede que mis miedos, esas cosas. No hablo solamente de emociones, de sentimientos, no; emociones y sentimientos, sí, pero no solo, eso lo dejo para los artistas, y yo no soy un artista. Yo soy un músico, un roquero. Me gusta que me definan así, porque así es como verdaderamente me siento. Ahora quiero contar cosas concretas. Mis cosas.

Tengo una segunda estrofa:

Caminé kilómetros por la orilla, viendo cómo a lo lejos el barco terminaba de hundirse.

El naufragio es una imagen muy empleada, en la música y en la literatura, se ha jugado mucho con ella, se naufraga mucho, o se cuentan mucho los naufragios, puede que no sea lo mismo. Los restos del naufragio quedaron... es muy pronto para abordar este tema. Demasiado complicado.

No me cuesta subrayar en rojo, o tintar en negrita, escoja, los que se pueden considerar como los grandes momentos de mi vida, esos días inolvidables. Eso no es tan difícil, hasta podría acudir a la Wikipedia. Cualquiera que no me conozca personalmente puede tener una noción más o menos aproximada de lo que soy y he hecho hasta el momento, escribiendo mi nombre en la ventanita de Google. Es así de fácil. Mis discos y giras más exitosas, algunos premios y nominaciones relevantes, alguna polémica, mis comienzos, esas cosas gruesas que sin embargo no sirven para reconstruir una vida, mi verdadera vida. La mía no, al menos, quiero pensar que ha sido algo o mucho más. O sólo un poco más.

Quiero cantar ese poco, algo o mucho más que ha sido mi vida. La magia del local de ensayo, ese cuento en las rodillas, el primer concierto, los discos que me han marcado, los amigos, las chicas, las noches, algunos bares, las ciudades que he conocido, las esperas en los aeropuertos, encuentros con la prensa, mi relación con los fans, el escenario, los focos, las pruebas de sonido, los mánagers, los runners, mi miedo, mi angustia. Recordar todas esas cosas, y también recordar las mujeres que he querido. Que no han sido muchas, más bien pocas, pero las he querido y quiero mucho, de diferentes maneras, y algunas de ellas no me han querido a mí, o no me han querido como yo hubiera deseado -un sinónimo para no volver a repetir "querido".

Podría transformar en canciones mis sueños. Uno se repite y repite desde hace un par de semanas. Yo lo llamo el sueño del mago rubio. Un hombre muy delgado y muy rubio, vestido con una especie de traje de neopreno, muy ajustado, pelín hortera, cambia el color del agua, da igual la cantidad, mares, océanos, lagos, pantanos, porque siempre camina sobre el agua, mucha agua, agua por todas partes. Consigue que sea de diferentes colores hasta que al fin, unos instantes después, es negra, completamente negra. El agua negra, toda.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios