De libros

Fernando Marías logra el Premio Biblioteca Breve con 'La isla del padre'

  • El bilbaíno aborda en una novela "catártica" la pérdida del progenitor, "el miedo que nos teníamos él y yo y cómo lo resolvimos".

Una novela que recorre los bordes de una herida, la más profunda, la más definitiva, pero que sin embargo desemboca en "serenidad", incluso en "la pura luminosidad" del canto a la vida, le valió ayer al escritor bilbaíno Fernando Marías el Premio Biblioteca Breve 2015. "Entre el remordimiento y la lucidez", destacó el jurado -compuesto por José Manuel Caballero Bonald, Pere Gimferrer, Manuel Longares, Rosa Regàs y la editora de Seix Barral Elena Ramírez-, el autor aborda en La isla del padre, el libro ganador, que saldrá a la venta el 3 de marzo, "un itinerario a través de la memoria y de la sombra de su padre en busca de su propia identidad".

"Es una novela sobre el miedo que nos teníamos mi padre y yo, y sobre cómo resolvimos ese miedo", explicó Marías ayer en el Museo Marítimo de Barcelona, el lugar donde tradicionalmente se hace público este galardón, dotado con 30.000 euros y uno de los más prestigiosos del panorama literario nacional. Un buen sitio, por lo demás, para evocar la figura de un "padre ausente", "aventurero", que se ganó la vida como marino mercante recorriendo medio mundo -"Beirut, Buenos Aires, Bagdad..."- y que ya al final de su vida, muy enfermo, poco antes de morir en el verano de 2013 con más de 90 años, le confesó a su hijo que a él lo que le habría gustado, en realidad, habría sido dedicarse a la escritura.

No en vano, recordó Marías, mucho antes de los relatos de London, Conrad o Melville estuvieron los de su padre, los que contaba al llegar a casa, después de pasar varios meses navegando por mares y puertos mucho más anchos y fascinantes que la triste España franquista, para ganarse el cariño o la atención de unos hijos que en su niñez no podían evitar sentirlo como "un extraño". Todo eso es lo que evoca esta novela en la que se ha permitido "más libertad que nunca", pues comprendió que esta historia la tenía que contar "desnudo", y por eso también la escribió medio en trance durante el pasado verano en la casa donde él vivió sus primeros años -y sus padres toda la vida-, una vieja casa familiar con más de un siglo de huellas que el autor cartografía en su libro con plena conciencia de ser "el último inquilino".

La isla del padre es un libro que habla de la muerte y que sólo ha llegado existir por ella, una novela que se lee con "sobrecogimiento" y que "toca algo que todos llevamos dentro", aseguró Elena Ramírez. Una obra íntima, catártica, que se inscribe en una larga tradición sobre la muerte del padre, o de la madre. La muy reciente También esto pasará, de Milena Busquets, El olvido que seremos, de Héctor Abad Faciolince, la extraordinaria Tiempo de vida, de Marcos Giralt Torrente, Patrimonio de Philip Roth o el gran fenómeno protagonizado últimamente por el noruego Karl Ove Knausgard son sólo algunos ejemplos de esa "literatura del dolor", escrita por una "primera persona que se desangra" como dijo Ramírez citando a Javier Cercas, en la que también se inscribe La isla del padre de Fernando Marías.

Pero el escritor, acompañado en el acto por todos los citados salvo Gimferrer (que por un problema médico no pudo acudir), insistió en que se trata también, y fundamentalmente, de otra cosa. "Ésta ha sido una de esas extrañas ocasiones en las que cada uno de los momentos en que me senté a escribir fui feliz, y todo aquel que escriba comprenderá qué grande es que te pase eso. Supongo que por eso siento que este libro me ha cambiado, y desde luego me ha dado serenidad y alegría", confesó el autor, en cuyos libros ha estado siempre presente, en mayor o menor grado, la pasión por el cine y los géneros, en particular la novela negra pero también la histórica o de época, los relatos de aventuras de sabor clásico o la relectura de mitos literarios. Y esto no ha cambiado del todo, dijo: "Para mí, ésta es una novela de aventuras. Porque yo le prometí a mi padre que iba a escribir un libro con él, no sobre él, sino con él". Por eso, afirmó el escritor, al dejarse llevar por la escritura como "alternativa al duelo", el libro se llenó de hechos que sucedieron, pero también de otros que pudieron haber sucedido, y en ese ir y venir de la memoria personal e intransferible a la fantasía, muchas veces es ésta la que se impone.

Con esta "prueba de madurez literaria impresionante", como alabó Regàs -Caballero Bonald convino en que su primera impresión, al leer el manuscrito y sin conocer aún la identidad de su autor, fue que se trataba de un escritor "avezado"-, Fernando Marías (Bilbao, 1958), narrador y guionista cinematográfico, sigue sumando premios a una carrera por la cual ha conseguido ya galardones como el Nadal (en 2001, por El niño de los coroneles), el Ateneo de Sevilla (en 2005, por El mundo se acaba todos los días), el Nacional de Literatura Infantil y Juvenil (en 2006, por Cielo abajo) o el Primavera de Novela (en 2010, por Todo el amor y casi toda la muerte). Este último, el Biblioteca Breve, lo ha conseguido, en última instancia, por hacer eso que tantas veces -en realidad siempre- persigue la literatura, "devolver la vida a lo que ya no la tiene", como dijo Longares. "Sí", sonrió Marías, "de hecho a mí me gusta pensar que el libro no lo escribí yo, sino el niño que aparece en la foto [que ilustrará la cubierta de la novela], al alimón con ese hombre que me da la mano, que se parece a Sean Connery y al que yo creía, de pequeño, no marino sino espía o quién sabe qué".

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