José Carlos Rosales. Poeta

"La regeneración es una tarea pendiente desde hace cien años"

  • El autor granadino acaba de publicar su último poemario, 'Y el aire de los mapas', una obra que cierra la trilogía que comenzó con 'El buzo incorregible'.

José Carlos Rosales (Granada 1952) siempre bebe un sorbo de agua antes de leer un poema, como si el líquido se llevara su natural timidez. Lo hace en la boda de una buena amiga cuando tiene que recitar de manera inexcusable sus textos; también repite el gesto cuando presenta en el Palacio Cibeles de Madrid su nuevo libro, Y el aire de los mapas (Colección Vandalia, Fundación José Manuel Lara). "Reconozco públicamente que escribo poemas", afirma el autor para resumir de alguna manera su manifiesto vital. Y aunque legitima a los escritores que se suben encima de sus poemas "como si fueran una tabla de surf", Rosales sostiene que él no pretende hacer equilibrios sobre sus versos, aunque sí espera que lleguen lejos. "No escribo para el presente, lo hago para el futuro", defiende un autor que no utiliza la primera persona del singular en ninguna de las páginas y que suele escribir sobre cosas que ya no existen, caso de los mapas tradicionales tras la llegada de Google Maps. Ayer finiquitó un periodo de 30 años desde que comenzó a escribir El buzo incorregible, el primer título de la trilogía que ahora concluye con Y el aire de los mapas. Y lo cierra porque ahora ya no es el autor del libro, es casi un lector más. "Escribir es como construir una habitación donde el lector pueda colocar sus muebles, sus recuerdos y sus fronteras".

-¿Está Y el aire de los mapas escrito desde el escepticismo de quien tiene una edad y sabe que los mapas del tesoro no existen?

-No pienso que el escepticismo tenga necesariamente que ver con la edad, sino con ciertas vivencias que nos da el conocimiento de las posibilidades humanas; una de esas vivencias es la constatación de que los tesoros fabulosos no existen o, en el caso de existir, ya fueron saqueados o malbaratados por los que nos antecedieron. Sin embargo, por el contrario, hay que reconocer que los mapas del tesoro sí que existen, están ahí cada día, en manos de todos esos embaucadores que nos los ofrecen sin el menor escrúpulo. Lo que pasa es que esos mapas suelen estar referidos a tesoros inventados o que ya mostraron su vana inutilidad a las generaciones que nos precedieron. En fin, los únicos tesoros reales que conozco están al alcance de todo el mundo, son la compañía o la confianza, la serenidad, el compromiso con la libertad, la palabra o la verdad. Pero para encontrar esos tesoros no hace falta ningún mapa: todo el mundo sabe más o menos dónde están.

-Viajó por EEUU mientras escribía este libro aunque la única referencia está en un poema de Nicolau Kanctchev que encabeza el libro en el que dice que "escribir consiste en buscar las Indias para encontrar América". Usted lo ha hecho al revés, ha viajado a América y, ¿dónde ha terminado?

-Escribí los poemas de este libro en muchos sitios, sólo algunos de ellos proceden de Estados Unidos, otros son de por aquí o de otros países y lugares como Lisboa o Berlín... Pero lo que sí ha podido influir positivamente a la hora de terminarlo ha sido la experiencia del viaje, no el lugar al que se llegaba, sino la sensación de cambiar de sitio, de estar de paso, no pertenecer a ninguna tierra, estar de aquí para allá: esa era la sensación central con la que quería cerrar este ciclo poético que inicié con El buzo incorregible, la sensación de los que huyen o se van, las vivencias de aquellos que están desposeídos de nombre o de patria, los que fueron expulsados y se quedaron solos y a la intemperie. Y, bueno, la tarea de escribir está muy bien reflejada en ese aforismo del escritor búlgaro Kanctchev, empiezas escribiendo en una dirección y acabas situado en un lugar que no esperabas. Ocurre con la escritura poética y así ocurre también con los que huyen.

-Dice que con este libro termina el ciclo que comenzó con El buzo incorregible, donde el miedo y su definición ocupaba alguna de sus zonas. ¿El escepticismo es el gran tema de Y el aire de los mapas tras el pavor del comienzo?

-Supongo que algo tendrá que ver, aunque en El buzo incorregible eran otras ideas las que sobrevolaban aquellos poemas, una idea era la culpa y la otra era la huida; ambas desembocan en el miedo. Y más tarde, claro, aparece el escepticismo, o más bien una desolación escéptica, el desamparo o la soledad de los que saben que todo seguirá igual, nadie los va a oír, nadie los a cobijar.

-Lo mejor de los viajes es la preparación, ver los hoteles en internet, hacer la maleta… En algún poema de su libro hay algo de esa felicidad efímera. ¿Es a lo máximo a lo que podemos aspirar?

-El viaje al que se refieren los poemas de Y el aire de los mapas no es un viaje feliz o placentero porque no es un viaje deseado: los que huyen o se fugan no lo hacen porque tengan ese deseo o ese afán; más bien quieren sobrevivir o recuperar lo que perdieron, no sólo la libertad o la paz, sino su propia razón de vivir. Huyen porque no tienen más remedio. En fin, a lo mínimo que podemos aspirar sería a no tener que vernos en esa dolorosa tesitura en la que tantos seres humanos de los últimos cien años se han visto obligados a sobrevivir.

-En Hipótesis habla de "llegar y no saber si estás llegando"; en Distraído afirma que "se fue sin saber que estaba yéndose". Puede ser la definición perfecta de una relación, de su comienzo y de su final. Como lo mágico de la poesía son las diferentes lecturas de una misma frase, ¿qué significa para usted?

-El que huye nunca sabe cuándo o dónde debería detenerse, es una especie de apátrida, alguien que no sabe qué le espera o quién lo espera, se mueve sin saber que se va o que está llegando. No se trata sólo de una metáfora existencial, hay muchos seres humanos que lamentablemente viven de esa manera, nadie los acoge, van de un sitio a otro y para ellos todos los sitios son igual de hostiles, siempre están en una especie de frontera, frontera simbólica pero también frontera muy real.

-En La frontera habla de "ir de sitio en sitio sin cambiar de sitio". ¿El viaje ideal sería el que pudiera alejarnos de nosotros mismos miles de kilómetros?

-En cierta medida es más o menos así, o yo creo que es así, te vas pero no te vas, y es que nunca te vas de tu biografía o de tu mente, parece que es imposible.

-Muchos de los que estuvieron en las células comunistas de los años 70 acusan ahora a Podemos de ser demasiado marxistas. Usted, que dirigió incluso proyectos literarios desde estas células, ¿qué posición mantiene respecto a Pablo Iglesias y compañía? ¿Le recuerdan a los jóvenes de la Transición?

-Preferiría no hablar de eso. Son dos épocas muy distintas. Los jóvenes de ahora, se diga lo que se diga, pueden manifestarse sin las limitaciones terribles de todo tipo que existían durante el franquismo. Hay cierto fraude histórico o moral en muchas de las afirmaciones que ahora se hacen sobre aquella lejanísima época de los años setenta. Hablemos de otra cosa, por favor.

-Ahora, que se habla tanto de la regeneración de la clase política, ¿cree que también habría que pedir la regeneración de la clase literaria?

-Pienso que toda la vida pública española está necesitada de lo que ahora se llama regeneración, pero esa necesidad es muy antigua, ya hablaba de ella Joaquín Costa, por citar sólo un nombre, y esa idea vuelve ahora a estar de moda porque, desde hace más o menos cien años, es una tarea pendiente que nunca se llevó a cabo con la energía y decisión necesarias, los españoles sólo somos modernos a ratos o de vez en cuando. Y la vida literaria española también tiene pendiente esa tarea, ya se sabe, en la vida social o colectiva no hay compartimentos estancos. Me temo, sin embargo, que no veremos en fechas muy próximas ninguna clase de regeneración verdadera en España, para ello tendría que haber ciertos agentes regeneradores que no veo por ninguna parte, agentes regeneradores con capacidad de dialogar, negociar y pactar proyectos o iniciativas de convivencia a largo plazo, en fin, yo no soy sociólogo, sólo escribo poemas, así que esto es sólo una impresión personal, quién sabe, probablemente estaré equivocado.

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