Cultura

Todo lo que venga, lo que sea nuevo

  • Juan Manuel Bonet recopila los mejores poemas del ultraísmo en 'Las cosas se han roto' · El especialista reivindica con la antología "un movimiento clave de las letras españolas".

El escritor y crítico de arte Juan Manuel Bonet, artífice del impresionante Diccionario de las vanguardias en España, se detiene ahora en el ultraísmo y recopila los poemas más destacados de este movimiento en Las cosas se han roto. Antología de la poesía ultraísta, un volumen que aparece en la colección Vandalia de la Fundación José Manuel Lara y que refleja la decisiva renovación que impulsaría esta corriente en la literatura española. Esta propuesta supuso "un momento clave sin el que no se entendería todo lo que viene después. Su vida es muy breve, empieza en 1919 y termina en 1925, pero trae al país aires europeos, de esas vanguardias que llevaban ya más de diez años en el mundo", sostiene el especialista.

Surgido después de que el chileno Vicente Huidobro trajera de París los planteamientos que atraían a los creadores más audaces, fue defendido con entusiasmo por el sevillano Rafael Cansinos Assens, quien en una entrevista situó el "porvenir intelectual" en "la poesía ultrarromántica" y proclamaba que la "salvación" residía "en aceptarlo todo: todo lo que venga, todo lo que sea nuevo". Guillermo de Torre, años después, se atribuiría la ocurrencia del nombre que englobaba a aquel grupo que dejó muestras de su poesía jovial y amiga de las revoluciones de la ciudad principalmente en revistas -entre ellas en la sevillana Grecia- y por el que desfilaron escritores como Gerardo Diego, Jorge Luis Borges, Pedro Garfias, Juan Larrea, Rafael Lasso de la Vega o César González-Ruano. "Ultraísmo es sencillamente uno de los muchos neologismos que yo esparcía a voleo en mis escritos de adolescente. Assens se fijó en él, acertó a aislarlo, a darle relieve", afirmaría De Torre.

Bonet, que presentó esta semana este trabajo en Madrid junto al escritor Andrés Trapiello, suele comparar el ultraísmo con un cóctel cuya receta comprendería la siguiente combinación: "Creacionismo huidobriano, poesía cubista en todas sus variantes, futurismo y palabras en libertad marinettianas, expresionismo alemán, Dadá, y por supuesto ramonismo", establece el ex director del IVAM de Valencia y el Museo Nacional Reina Sofía, que destaca que "lo anglosajón está casi del todo ausente" en el ultraísmo y que una de las referencias del colectivo, Ramón Gómez de la Serna, evitaba el contacto con los ultraístas porque los consideraba, según apunta, "unos advenedizos".

El ultraísmo -que Cansinos parodiaría en su sátira El movimiento V. P., un libro que indignaría a Guillermo de Torre-abraza con pasión el imaginario de las ciudades, el alegre frenesí que trae consigo la modernidad. Los "cantos urbanos" se inspiran "en los anuncios, en el Metro de Madrid o en el Viaducto, que es lo más moderno que encuentran en la capital. Y muchos dedican poemas al arrabal porque proceden de allí", explica Bonet. Es una etapa dichosa en la que el humor está muy presente y la imaginación se dispara, como cuando las tipografías componen caligramas donde una apariencia llamativa se alza como rasgo destacado del poema. El investigador pone como ejemplo "una obra maravillosa de Antonio Espina, en la que desarrolla jugando con dos páginas una noche de ópera en el Teatro Real".

La Generación del 27 trataría con cierto menosprecio el ultraísmo, que rebajaría al rango de un episodio "llamativo, pero menor", aunque el movimiento alcanzara una repercusión importante en América, "modificando profundamente la lírica de Argentina, Chile, México, Uruguay y otros países", observa Bonet, e incluso tuviese ramificaciones en la vanguardia de Polonia gracias a la figura del poeta Tadeusz Peiper.

A pesar de que, como destaca Trapiello, la selección de Las cosas se han roto se ha hecho "atendiendo a criterios poéticos, y eso hace que la antología esté llena de descubrimientos", en algunos casos la biografía que se incluye de los creadores resulta tan sugestiva como su obra. "Si uno no supiese que Juan Manuel es un hombre serio pensaría que se lo ha inventado todo. La mayoría de esos textos parecen apócrifos de Borges", opina Trapiello, que identifica así en este libro "una verdadera novela de la poesía vanguardista" y de los autores que la escribieron. Entre los personajes más apasionantes, Bonet elige al alicantino Juan José Pérez Doménech, barbero de profesión que recorrió América haciendo proselitismo de las vanguardias, que se exiliaría entre Colombia y la Cuba castrista y al que García Márquez describirá con fijación por lo ocurrido en la Guerra Civil. El conjunto también depara otras biografías fascinantes, como la de Lucía Sánchez Saornil, "poetisa, telefonista y sindicalista" que publicaba bajo el seudónimo de Luciano de San-Saor y que, a pesar de su militancia en la CNT y de participar en la Resistencia francesa, acabaría sus días en la España de Franco "haciendo poemas místicos o pintando abanicos", desvela Bonet. Entre los perfiles también se cuela una incógnita: Andrés Nimero, "probable máscara de alguno de los escritores que se movieron en torno a la revista, no nos atrevemos a hacer conjetura sobre su identidad", expresa Bonet sobre una firma que asoma por el número 29 de Grecia y que en Poema alfa de la gran circunvalación desarrolla "una percepción moderna, caótica, de la ciudad. Muchas obras que iban con seudónimo en Grecia eran hojarasca, pero éste no era el caso".

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