Córdoba

"Si me dejasen extirparía la Catedral del interior de la Mezquita"

  • Es uno de los más reputados profesionales en su disciplina, que asegura que en Córdoba la norma no garantiza que las cosas se hagan adecuadamente y expresa el amor por la ciudad "por sus virtudes"

Tras una sugerente conferencia en el ciclo programado -un clásico ya en las Bodegas Campos, Rafael de la-Hoz se sienta en la cafetería Siena -otro clásico- a desgranar sus ideas sobre la arquitectura: la de la materia y la del espíritu, la del cuerpo y la del alma de un cordobés que es referencia entre los de su profesión, al igual que lo fueron su padre y su abuelo.

-Viniendo de una familia de arquitectos, ¿se aprende más en casa o en la Escuela?.

-De todo se aprende pero obviamente es una ventaja tener en casa a una familia de arquitectos.

-¿Compartió usted piso durante su época de estudiante?

-No porque cuando yo terminé el bachillerato en Córdoba y me fui a estudiar la carrera a Madrid también mi padre se fue allí para ejercer un cargo público. Vivíamos los dos en un apartamento que él tenía. Compartí piso, pero con mi padre, algo que seguramente es peor que compartir piso con otros estudiantes. Hay más reglas.

-¿Cómo es la casa de un arquitecto, dónde vive?

-No es diferente a los demás. Y la casa es como quiere mi mujer, yo me limité a dibujársela. Ella ha decidido.

-Realiza usted tanto edificios públicos como privados, ¿piensa en el mismo ser humano cuando los proyecta?

-La arquitectura es una disciplina compleja porque obliga a tener en cuenta la ciudad, la economía, el presupuesto. Además, se debe pensar en el usuario que aún no ha nacido. A veces, a los arquitectos nos gusta mucho mirarnos el ombligo y debemos pensar que es muchísimo el número de usuarios del futuro, de los que no han nacido; yo pienso en ellos cuando proyecto y eso a veces produce tensiones porque el usuario no es consciente de que los edificios de uso público deben valer para muchos años, para los usuarios futuros.

-¿Se deprime cuando ve una excavación arqueológica y comprueba que el paso del tiempo devora hasta las piedras?

-Sí, pero la lección es extraordinaria; eso de que construimos para la posteridad o de que el éxito nos hace inmortales, eso es una falacia.

-¿En lo arquitectónico es usted más un hombre práctico o artístico?

-Yo espero tener detractores en las dos cosas, unos en uno, otros en otro. Eso significaría un equilibrio. La arquitectura bascula, a veces a un lado, a veces a otro. No hay que olvidar que antes de convertirse en las piedras que ha tapado el polvo, el edificio cambia de función en la inmensa mayoría de ocasiones. Un edificio que ahora es una sala de conferencias ha sido una ermita. Por eso hay que ser práctico. En ocasiones hay una necesidad de hoy pero también encierra una necesidad del futuro si se saben intuir. Si se diseña una iglesia puede que en el futuro eso sea una excelente sala de conciertes. Hay que reflexionar mucho al respecto, y en cuanto al sentido artístico, eso es el talento y lo que Dios no ha dado, Salamanca no presta.

-¿Que pensó cuando se cayeron las torres gemelas de Nueva York?

-Estaba en Córdoba y sinceramente pensaba que no se iban a caer.

-Debe ser usted un optimista redomado.

-Un optimista, y como gran parte de mi generación que siempre mirábamos a EEUU a través de las películas, mitificado en su capacidad tecnológica, el que a los Estados Unidos se le cayeran los símbolos de la nación era tan impensable como que los americanos no llegasen a la Luna antes que los rusos: iban a llegar y además volvieron. Superpuse el conocimiento técnico y cuando las vi desplomarse me invadió una tristeza tremenda. Intuí que iban a cambiar muchas cosas.

-¿Es Córdoba una ciudad que puede convivir con edificios altos?

-Sí. Afortunadamente no hay unas reglas escritas de prohibiciones. En arquitectura hay que prohibir muy poco. Tuvimos en la escuela un maestro que decía que las ordenanzas municipales están para ser estudiadas, comprendidas y respetadas y luego añadía… "a veces". El buen arquitecto, nos decía otro catedrático, no necesita normas si es un arquitecto consecuente. La ordenanza lo que intenta evitar es el exabrupto, los fuegos artificiales, lo inesperado. Una buena película no necesita efectos especiales, con la narración es suficiente, como ocurre en las películas de Woody Allen. Si se necesita puntualmente el efecto especial se utiliza, no hay que restarle por ello al arquitecto el efecto especial, pero no convienen las condiciones taxativas, aunque siempre depende de dónde, de cuándo y con quién.

-¿Ha visto usted en los últimos años muchos efectos especiales en Córdoba?

-Sí. Los efectos especiales son maravillosos porque tienen un rédito instantáneo, dejan boquiabierto al espectador, pero la arquitectura nunca puede ser espectáculo y por sus propias condiciones, el espectáculo es efímero y cansa. La arquitectura no debe confundirse con el espectáculo y menos aún con el espectáculo político que puede que la lleve a tener un rédito político instantáneo pero que no va a llegar a la siguiente legislatura. El peaje del futuro para todos los ciudadanos puede ser en ese caso terrible y se debe evitar. En arquitectura, la serenidad es un pecado más interesante que la visibilidad.

-¿Tenemos casos concretos de actuaciones de este tipo?

-Sí. Pero como soy optimista prefiero evitarlo y prefiero recordar lo bueno. Cuando a mi padre le dieron un premio me dijo "yo quiero mucho a Córdoba y me gustan mucho los cordobeses". Y añadió: "pero por sus virtudes, no por sus defectos". Prefiero recordar las virtudes y las cosas bien hechas. En general la ciudad, salvo pequeños errores, está bien. Hay errores en la planificación urbana en cuanto a que una ordenanza garantiza que no se van a cometer fallos, pero ello no es garantía ninguna de que se hagan las cosas bien. Una ordenanza evita los disparates, por ejemplo un número excesivo de plantas en un edificio. No se puede hacer un edificio alto en la Judería. Ahora bien, ¿garantiza eso que la nueva avenida una vez soterrado el tren tenga calidad urbana? No. Eso lo garantiza el acierto de los arquitectos, el acierto de sus ciudadanos que en el caso de Córdoba viven muy pendientes de sus actuaciones urbanísticas. En Madrid, nadie se preocupa por los exabruptos, ni los periódicos locales lo tienen en cuenta, pero en Córdoba sus ciudadanos están muy pendientes de lo que se construye.

-Hablando de exabruptos, ¿como arquitecto-cirujano extirparía usted la Catedral que se construyó dentro de la Mezquita de Córdoba?

-No, porque me gustaría seguir viviendo unos cuantos años más y estoy seguro que me colgarían del campanario. Pero si me dejaran sí, pero no me van a dejar. Sería una obra apasionante porque no implica la destrucción de la Catedral, -el delito es grave y se le obligó al arquitecto y la decisión no fue suya- pero lograríamos tener dos espacios, lograríamos tener la Catedral y lograríamos recuperar completamente uno de los espacios únicos y míticos, no de España sino de la historia de la Humanidad. Pero ¿qué prima más la historia o la singularidad de un edificio?

-¿Garabatea usted edificios en las servilletas de los bares?

-Sí. Y en los periódicos sobre todo. Los periódicos son un soporte magnífico. Espero que nunca desaparezca la prensa escrita. Los periódicos los utilizo de soporte, tienen un papel excelente y algunas páginas de publicidad que intentan impactar con mucho blanco nos vienen fenomenal.

-¿En este mundo de concursos arquitectónicos cuántos proyectos de un arquitecto van a la basura?

-Muchos. Forma parte de la historia de nuestra profesión. Creo que llegamos a construir el 20% de lo que proyectamos. Hay quien ha sido más afortunado y quien lo es menos. En ocasiones es una lástima y se han hecho exposiciones sobre arquitectura no realizada y hay incluso edificios míticos inexistentes dentro de nuestra profesión. También se evitan errores.

-En sus edificios, salvo excepciones, parece primar la línea recta sobre la curva. ¿Los arquitectos están divididos entre dos bandos, los de la línea recta y de la curva?

-Sí. Hay reglas en esto; pero en realidad es un análisis correcto. El alma humana bascula entre la línea recta y la curva, la razón y el sentimiento. Son las dos visiones del universo. ¿Se puede entender el mundo sólo con la cabeza o sólo con el sentimiento? No. El ser humano va de uno a otro.

-¿Le gustaría perderse en el desierto?

-Lo estoy planificando pero no completamente solo.

-¿No se llevará un ladrillo?

-Debería, porque tengo fotos de niño en las que con tres años ya estoy jugando con ladrillos. Yo me excuso diciendo que en aquella época no había tantos juguetes. Pero preferiría llevarme un libro al desierto. Un libro es conversar con quien tú eliges, y da bastante juego y hay libros que se pueden releer.

-Escribía el arquitecto y escritor Hermann Muthesius que mucho más elevado que lo material es lo espiritual. ¿Busca usted lo espiritual en sus edificios?

-La arquitectura es buscar lo espiritual, crear con la materia, transformarla para hacer algo espiritual, hacer que la materia logre vencerse a sí misma. Por eso en mis edificios hay línea recta pero creo que también hay una arrogante disputa contra la ley de la gravedad que tanto condiciona la arquitectura, la fijación por la masa levitando, de ahí mi pasión por el Panteón de Agripa.

-Córdoba se está llenando de puentes y edificios oxidados. ¿No le parece una metáfora de la ciudad, del añorar el viejo esplendor, ya oxidado?

-Puede, estas cosas nos sorprenden a nosotros mismos. Pero no me gusta ese perfil del derrotismo cordobés, me gusta más su parte entusiasta. Lo fantástico de los españoles es que nos gustan más los defectos que nuestras virtudes, eso es especialmente es visible en los cordobeses. Quizá trabajar fuera de España me ha llevado a mirar de otro modo, de comportarme, de reaccionar. Nuestra capacidad de reacción es extraordinaria y no la valoramos. Tenemos unos destellos de rabia extraordinarios que nos llevan a solucionar el asunto inmediatamente, en un ataque sorpresa instantáneo y luego volver a la sombra, quizá sea porque el sol nos machaca y no podemos aguantar mucho bajo él en esta ciudad, y por ello salimos brevemente de la sombra para culminar algo y escondernos de nuevo en ella a observar lo que sucede.

-Dígame por qué edificio le gustaría pasear desnudo. No diga la Mezquita que nos corren a gorrazos.

-No lo había pensado nunca. Pero creo que el lugar más adecuado sea tal vez el recinto sagrado de Saqqara en Egipto, ahí se funda en cierta medida la arquitectura con el gran Imhotep, sacerdote y arquitecto, que construye este enterramiento, esa última morada; caminar por él desnudo debe ser una bonita experiencia.

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