Córdoba

Refugio de vida en Bangassou

  • Un grupo de sanitarios con el jefe del servicio de Cirugía General del Hospital Reina Sofía a la Cabeza, Sebastián Rufián, participa en un proyecto solidario en Centroáfrica

"Aquello no es lo que aquí llamaríamos un hospital", intenta definir el doctor Sebastián Rufián, jefe del servicio de Cirugía General del Hospital Universitario Reina Sofía, después de un mes como voluntario en Bangassou, una localidad de la República Centroafricana. La humedad de la selva y el intenso color de la tierra roja perviven aún en la memoria del experto, que participó en una expedición médica promovida por la Fundación Bangassou. La entidad tiene fuertes lazos con la provincia debido al origen cordobés del obispo de Bangassou, Juan José Aguirre.

En la ciudad africana, el concepto de salud es muy diferente al de Occidente: la esperanza de vida se sitúa en los 44 años (en España es de 82), la mortalidad infantil es de 82 bebés por cada mil habitantes (aquí es de cuatro por cada mil) y el 15% de la población adulta padece sida, una infección que en España afecta sólo al 0,7% de los ciudadanos. Así que las expediciones sanitarias, que cargan todo el material imprescindible para las intervenciones quirúrgicas, son auténticos seguros de vida. "Para ellos es un auténtico lujo", recuerda Rufián, que durante tres semanas realizó 80 intervenciones quirúrgicas.

En la expedición le acompañaban la enfermera instrumentista Inés Carmen Rodríguez -ya veterana en este tipo de viajes de cooperación- y el anestesista Ángel Meléndez, ambos del Reina Sofía, además del ginecólogo Martín Marías y el odontólogo José Ramón Marín, también andaluces. "Las condiciones eran muy limitadas", subraya Rufián. El origen de las instalaciones es un dispensario de antirretrovirales para enfermos de sida, con capacidad para 900 personas, y una leprosería. Posteriormente, gracias a la fundación, se construyó un edificio con cuatro consultas y un quirófano.

Trabajar en Bangassou requiere forzosamente un cambio de mentalidad. El primer enfermo fue una persona herida en un ataque del Ejército Rebelde de Liberación, con el que el equipo médico desarrolló "una relación muy agradable". El equipo también asistió a un joven que había huido de la guerrilla a través de la jungla y estuvo a punto de perder un pie por la infección de una herida. Aunque la historia que más caló al doctor Rufián fue la de Martina del Carmen, un bebé al que su madre llamó así en agradecimiento a los médicos y a la enfermera que les dio la vida.

"La mujer llegó a nosotros con una pierna de la niña que llevaba ya dos días fuera de la vagina pero que no terminaba de salir. Venía para que le sacáramos el bebé, que daban por muerto", relata. La paciente fue sometida a una cesárea con un resultado inmejorable: su hija vivía. "Fueron días de trabajo muy intensos, con condiciones inhóspitas, pero el resultado es muy grato", resume el profesor, quien destaca la labor que desarrollan los misioneros y religiosos en la zona.

"Realizan un trabajo extraordinario porque ofrecen cariño y dignidad a personas que no tienen nada. A título individual me he sentido conmovido", asegura, inmerso ya en el ajetreo diario del Hospital.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios