Andalucía

Detenido por matar a una mujer en el Cerro y ocultar el cuerpo una semana

  • La Policía arresta a un vecino de la calle Rey Don Pelayo por el crimen de una prostituta con la que mantenía una relación y a la que los vecinos perdieron la pista tras una fuerte discusión el Sábado Santo

Salvador C. R., un hombre de unos 60 años vecino del número 64 de la calle Rey Don Pelayo, fue detenido ayer por el Cuerpo Nacional de Policía por matar supuestamente a una prostituta y ocultar el cadáver durante una semana en su propio domicilio. El suceso quedó ayer desvelado después de que el propio sospechoso, que vive solo y según los vecinos padece problemas de alcoholismo, llamara a un cerrajero para que le abriera la puerta de su casa, a la que llevaba una semana sin entrar. "Al abrir había unas gotitas de sangre. Entró, cogió las llaves y cuando salía me dijo que tenía una persona muerta, que si quería que pasara a verla. Al principio no le hice mucho caso, porque otras veces me había dicho que su madre estaba dentro, pero la mujer murió hace años". El individuo se fue "tranquilamente" con una bolsa con documentos en la mano después de pagar el recibo, relató el cerrajero, que por precaución avisó al Cuerpo Nacional de Policía.

Los agentes constataron las sospechas: el cadáver de una mujer de unos 30 años, Antonia, natural de Huelva y conocida como La Moñetes en el barrio, donde ejercía la prostitución. La víctima llevaba desaparecida desde la madrugada del sábado 3, cuando los vecinos escucharon una discusión muy agresiva dentro de la vivienda. "Hubo una disputa muy fuerte y se oyeron cristales. Ella gritó socorro varias veces y dijo que la mataban", recordó ayer a mediodía Inés Cañete, residente del número 55 de la misma calle. Ningún vecino llamó la noche del Sábado Santo a la Policía, porque las discusiones entre Salvador y Antonia no eran nuevas para el vecindario. Es más, desde hace un par de años, cuando Salvador conoció a la mujer, eran habituales las disputas y las peleas. "Al principio llamábamos a la policía, pero ella no quería denunciar y los agentes nos decían que no podían hacer nada porque todo ocurría dentro de la casa", dijo Manuel Álvarez, otro vecino.

Ayer por la mañana, tras una semana desaparecido, Salvador C. R. volvió a su calle. A primera hora lo vieron varios vecinos rondando por esta zona del Cerro intentando entrar a su vivienda, de la que se salió hace una semana sin llaves. Así que sobre las 10:00 fue a la ferretería Prieto, en la rotonda de la avenida de Granada, para pedir ayuda. "Dijo que llevaba unos días en la calle. Tartamudeaba mucho, pero era normal en él. Llevaba la mano izquierda vendada y varias bolsas", relató el encargado del establecimiento, Carlos Guzmán. En los últimos tres años, al menos otras cinco veces había acudido con el mismo problema.

Salvador C. R. fue detenido sobre las 12:30 en la plaza de Santa Teresa, en el Campo de la Verdad, mientras la Policía Judicial inspeccionaba el lugar del crimen. Fuentes próximas al caso informaron de que el cadáver presentaba "todo tipo de golpes" y numerosas heridas con arma blanca por todo el cuerpo, aunque las causas exactas del fallecimiento no se sabrán hasta que se realice la autopsia. Las fuentes subrayaron la "agresividad" y la "violencia" del ataque. Fuentes de la Comisaría descartaron que haya más implicados. Los uniformados precintaron la calle Rey Don Pelayo, mientras que los curiosos se agolparon en la zona hasta que, al filo de las 14:00, se produjo el levantamiento del cadáver.

Las historias sobre la amistad que mantenían Salvador y Antonia se precipitaron en boca de sus vecinos, aunque ninguno de ellos reconoció tener buena relación con el detenido. Todos coincidieron, eso sí, en sus sospechas de que la historia terminaría mal. Pero el "se veía venir" habitual no consiguió frenar el homicidio. "Ella nos contó una vez que la había intentado asfixiar en la cama. Y le dijimos que se fuera, que le iba a hacer daño. Contestó que siempre llevaba un bolso y que guardaba un espray que lo podía dejar ciego si se portaba mal", narró Inés Cañete. A mediados de la semana pasada, cuando la mujer estaba desaparecida, él entró en un bar de Sagunto con una bolsa de tela negra bajo el brazo y preguntó dónde estaba el arroyo Pedroche. Su vecina, que estaba allí, sospechó que algo "raro" había pasado.

La amistad entre Salvador C. y Antonia se remonta a varios años atrás, relataron los vecinos. Ella ejercía la prostitución en la avenida de Granada para costearse su adicción a la droga y ocasionalmente él le pedía servicios. Una veces ella dormía en la calle, junto a una farmacia, y otras en algún piso del Cerro con otros drogodependientes. Hasta que los contactos se hicieron más frecuentes con Salvador y, en los últimos meses, era habitual que ella rondara la vivienda de él. Sobre todo a principios de mes, cuando él cobraba. "Este mes ya le he sacado todos los dineros al viejo", relató un vecino que ella le reconoció un par de días antes de morir.

La vivienda no tenía luz ni agua. Un vecino se encontró a Salvador C. ayer por la mañana y le preguntó si ya tenía suministro: "Me dijo algo, pero no se le entendía. No se hablaba con nadie y todo eran problemas", relató el conocido. Algunas mañanas ella llegaba a la casa, llamaba a la puerta y se sentaba a esperar a que le abriera. Y otras veces ella lo esperaba sentada en el escalón: "Él llegaba, le daba un beso en la boca y la llamaba cariño". Las peleas eran frecuentes, unas veces porque él acusaba a Antonia de que le quitaba dinero, y otras porque ella acusaba a Salvador de que le debía algún servicio.

La mujer llegó desde Huelva a Córdoba "con un tío". "Ya estaba enganchada. Fumaba bazuco [cocaína en botella]. Contaba que al marido se lo llevaron a la cárcel, que le pegaba y que estuvo ingresada en el hospital", relató una consumidora que solía coincidir con la víctima. Antonia tuvo varios hijos de esta relación y hace un par de años, cuando ejercía la prostitución, dio a luz a una niña recogida por la Junta. A veces dormía en casa "de otro enganchado", hasta que conoció al arrestado: "La Moñetes era una pobre -dijo su conocida-. Una vez vino con los ojos rojos. Nos contó que intentó hablar con su familia, pero que no querían saber nada de ella. Y no paraba de llorar".

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