Córdoba

El día en que se habló más de Rosa que de fútbol

  • La marcha de Aguilar a Sevilla irrumpe en todas las conversaciones de bar y calle como un auténtico “bombazo”

Era imposible encontrar algún cordobés que no lo supiera. En los bares había que luchar codo con codo para hacerse con un periódico local. Los diarios deportivos se amontonaban al final de la barra sin que nadie les hiciera caso, mientras que ya a primera hora de la mañana las hojas de los provinciales estaban manchadas del aceite de las tostadas, que evidenciaba que habían sido leídos con mucha atención. Sólo hacía falta pronunciar un nombre para que estallara la conversación.

Ni las patadas de barrio del central madridista Pepe, ni la goleada del Barça al Sevilla, ni una televisión encendida con Fernando Alonso volando con su Renault. Ni siquiera el calor. La marcha de Rosa Aguilar a la Junta de Andalucía eclipsaba todas las conversaciones. “Hoy aquí no se ha hablado de fútbol ni del tiempo”, explicaba el propietario del restaurante Margerit, en pleno centro de la ciudad. “Hasta ahora, podía pasar en Córdoba lo que pasase que a la gente le daba igual; lo comentaba y ya está. Pero hoy ha sido un día raro, no se hablaba de otra cosa”, se sorprendía.

En sus diez años como alcaldesa Rosa Aguilar ha dejado huella y se ha identificado tanto con Córdoba que se hace difícil imaginarla fuera del Ayuntamiento. Tanto que hasta a sus más férreos simpatizantes, los que más la defendían en las conversaciones de ayer, les costaba asumir su marcha. “Aquí viene todas las mañanas un amigo íntimo de Rosa que lleva dos días desparecido; está hundido, no lo entiende”, explicaba el propietario de este céntrico bar, paralelo a la calle Cruz Conde.

En general, la calle no acaba de asumir la marcha de Aguilar a Sevilla. Al contrario, los más hasta la critican y ni mucho menos la entienden, sobre todo sus mismos votantes. “Aquí no se vota a una lista, a un programa; en mi casa votamos a Rosa Aguilar”, insistía Inma Fernández, una joven peluquera que era contundente en su impresión: “Ha dejado tirada a la gente”.

A dos años de agotar el mandato de la ciudadanía y con constantes mensajes de que se debía a sus votantes, Rosa Aguilar se ha marchado al Gobierno andaluz de la noche a la mañana, casi sin tiempo para que el electorado cordobés haga la digestión. “Ha sido un bombazo”, comentaban dos jubilados al sol del Bulevar del Gran Capitán, mientras se hacían visera con la mano y observaban una pequeña obra junto a la Delegación de Hacienda. “¿Por qué se presentó a las elecciones si tenía tan claro que se iba a ir?”, se preguntaba su compañero de conversación, mirando de reojo. “Es una falta de respeto para toda Córdoba”, comentaba el otro, mucho más exaltado. “¿No decía que se debía a su ciudad?”, protestaba.

Sin embargo, Rosa Aguilar sigue teniendo defensores, que de todas formas insistían en que “la vamos a echar mucho de menos”. Pero ayer no era su día. “Es que si hablo lo mismo me echan del bar”, comentaba una joven que trabaja en una tienda de ropa mientras apuraba su cerveza del mediodía e insistía en que a ella le parecía muy bien todo lo que había hecho Aguilar y hasta que hubiera decidido marcharse a la Junta. Al otro lado de la barra, dos hombres de mediana edad se enzarzaban a ver quien era capaz de pronunciar el comentario más contundente, el que mejor explicara su descontento no sólo con la marcha de Aguilar sino también con su gestión. “Estoy muy orgulloso de no haberla votado nunca”, decía uno de ellos, en una de las pocas frases que se puede transcribir para un periódico. “Se tenía que haber ido hace 20 años”, insistía.

Son tiempos duros, sobre todo en lo económico. Y muchos echan de menos un discurso ideológico, orientado a la derecha o a la izquierda. Que se hable de ideas y no de sillones. “El poder es el mejor pegamento que existe”, comentaba un socialista a las puertas del Ayuntamiento, quien descartaba que el paso de Aguilar a la Junta pudiera fracturar el acuerdo de gobierno PSOE-IU. “¿Es una comunista que se ha pasado a los socialistas o una socialistas que estaba disfrazada de comunista?”, se desconcertaba su interlocutor. “A lo mejor no es ni una cosa ni la otra”, respondía el otro.

La marcha de Rosa Aguilar deja a la ciudad sin un referente a nivel nacional. En la calle, hasta los apolíticos y los que decían “si todos son iguales” conocían la renuncia de la ex alcaldesa. En sus diez años en el cargo, Aguilar ha llegado a saludar y besar a casi todos los 330.000 cordobeses. Ha hecho mucha política de calle y ha estado con todos. En Semana Santa, en feria, en el mayo festivo... En el Ayuntamiento, “quien quería entrar a hablar con Rosa al final entraba, fuera quien fuera”, recuerda uno de los concejales de IU.

Sin embargo, la oscuridad se cierne sobre la persona que tiene que suceder a Rosa Aguilar. A pie de calle, los más preparados, los de periódico y radio diarios, se inclinaban por un par de nombres: Andrés Ocaña siempre y Rafael Blanco a veces. El resto desconocía la identidad de la persona que se podía sentar a dirigir el Ayuntamiento de Córdoba e incluso admitían que no les importaba el nombre del concejal que ocupara el sillón de la Alcaldía que se ha quedado vacío. “Yo lo que quiero es que hagan algo más, que la vida se ha puesto muy difícil”, decían.

Pero al final, casi todo acaba en humor y risas. “Qué se le va a hacer”, suspiraban los afines a Aguilar. “Sólo espero que en la feria de mayo sea José Antonio Nieto el que le dé al botoncito del alumbrado”, insistían los simpatizantes del PP. “¿Y ahora quién va a presidir la Batalla de las Flores de este domingo [por mañana]?”, se preguntaban los fans del mayo festivo, casi más preocupados por el detalle que por el futuro a medio plazo. “Nos estamos quedando sin referentes en Córdoba”, insistían los mismos jubilados del Bulevar del Gran Capitán, para los que los cambios que están sacudiendo a la ciudad van demasiado deprisa. “Pero esta vidilla se echa de menos. Si todo sigue igual es demasiado aburrido, caemos en lo mismo, en lo de siempre”, concluía el socialista, apurando un cigarrillo y volviendo a entrar en el Ayuntamiento.

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