Los discapacitados y el mercado laboral

Vidas de superación y lucha constante

  • Cinco discapacitados cuentan cómo ha sido su vida y valoran sus posibilidades de encontrar un puesto de trabajo estable

Los discapacitados no son enfermos. No están afectados, ni contagiados por ningún virus, sólo tienen sus capacidades reducidas. No quieren ni necesitan, por tanto, limosna o compasión, porque del mismo modo ni agonizan ni están moribundos, tienen toda una vida por delante. Por esta razón, sólo esperan que se tengan en cuenta sus características personales, al igual que al resto de personas que tienen un perfil distinto al tipificado como normal, para estar y ser sociedad e integrarse en ésta laboralmente. Como el resto. Y es que todavía hoy es más fácil ser minusválido que ser visto como discapacitado , así como es más fácil ser gordo que ser visto como una persona corpulenta. La mirada prejuiciosa de la sociedad es la que genera las actitudes que ridiculizan, aparcan y denigran a miles de personas diariamente.

Hace más de veinte años, en 1982, se aprobó la Ley de Integración Social de Minusválidos, la primera normativa de rango estatal que establece cuotas de reserva de empleo a favor de las personas con discapacidad. De acuerdo con esta norma, las empresas privadas de más de 50 empleados han de contar con un 2% de trabajadores con discapacidad en sus plantillas y las administraciones públicas con un 5%. A esta ley siguieron otras normativas en materia de empleo que, entre otras cosas, flexibilizaron el marco legal proporcionando a las empresas medidas alternativas en caso de que no pudieran cumplir con la ley. Esto sólo ha servido, en opinión de los afectados preguntados por este periódico, para que "las empresas tengan las artimañas legales para no cumplir con el cupo". Siguen existiendo, todavía hoy, prejuicios y desconocimiento en torno a la rentabilidad que conlleva contratar a personas con discapacidad. Por este motivo, Inmaculada Reyes, Manuel Ramírez, Rafael Álvarez, Adolfo Belmonte y Manuel Romero exigen que se les dé una oportunidad a todos los minusválidos para demostrar que pueden hacer lo mismo que otra persona, siempre que se adapte el puesto de trabajo a sus limitaciones físicas o sensoriales.

La persona con alguna minusvalía se enfrenta así a diario a multitud de barreras de distinta índole. Algunos impedimentos son físicos y objetivos, y derivan de la propia discapacidad y de la sociedad, que no está pensada para todos. Sin embargo, otros escollos son totalmente subjetivos y vienen dados por la mentalidad y los mecanismos de defensa de la propia persona minusválida, por el excesivo proteccionismo de su familia y por los prejuicios y trabas de la sociedad en su conjunto.

En este sentido, el presidente de Fepamic, Antonio Hermoso, indica que "tanto los minusválidos como la sociedad y los empresarios tienen que hacer un esfuerzo común, puesto que la realidad no va a cambiar si sólo lo hace una parte". El responsable del área de gestión de la Asociación Down de Córdoba, Luis Javier Trillo, ahonda en este aspecto y asegura que "en cada empresa hay un puesto que puede hacer un persona discapacitada". Inmaculada, Manuel, Rafael, Adolfo y Rafael Romero cuentan su experiencia como discapacitados y trabajadores. Vidas todas ellas marcadas por la superación y la lucha constante para afrontar los propios miedos y conseguir, como mucho sacrificio, lo que para el resto es ordinario.

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