Córdoba

Miles de palabras sin sonido

  • Dos alumnas de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Córdoba cuentan con una intérprete de signos para poder seguir las clases

Mientras trabaja, Azahara Naranjo siempre ha de vestir con prendas negras. Fuera colores y rayas para que sus usuarios puedan ver en todo momento sus manos y brazos y no se distraigan. Azahara es intérprete de signos y dos de sus usuarias -Ángela González y María del Mar Martínez- son alumnas de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Córdoba (UCO).

El trabajo de Azahara resulta bastante complicado, ya que el lenguaje de signos tiene "una estructura gramatical diferente; las palabras no siguen el mismo orden que el lenguaje normal y los verbos siempre van en infinitivo", apunta. Esto hace que primero tenga que comprender lo que dicen los profesores y traducirlo con total precisión al lenguaje de signos. Además, antes tiene que prepararse las lecciones para que no le pille fuera de juego.

"Es como si fuera mi oreja", traduce a Ángela González, que estudia el último curso de Educación Especial. La alumna de la UCO decidió estudiar esta diplomatura porque "es algo relacionado conmigo y porque ya he tenido contacto con personas discapacitadas", indica. Cuando concluya sus estudios, González quiere prepararse unas oposiciones para la Junta de Andalucía, aunque no descarta continuar colaborando con colectivos de carácter social.

La granadina, que estudió la diplomatura de Enfermería, aunque tuvo que dejarla a la hora de realizar las prácticas porque era "casi imposible" y el trato que recibía por ser sorda profunda era "muy diferente" al resto de compañeros, padece cofosis bilateral profunda, por lo que no tiene audición alguna. Es más, rechaza operarse y someterse a un implante coclear. Sin embargo, puede entender bien a los hablantes, ya que puede leer sus labios con total normalidad. Eso sí, siempre aconseja que "tienen que hablar despacio y las frases tienen que ser cortas". La clave está en que el mensaje sea directo para que lo pueda entender.

La joven reconoce que la sordera que padece hace que "te sientas diferente porque la gente no lo sabe y se intenta comunicar de forma oral", aunque apenas hay diferencia visuales entre ella y el resto de alumnos de la Facultad de Ciencias de la Educación de la UCO, ya que habla con total normalidad con su compañera, pero a través del lenguaje de signos. Las diferencias, por tanto, quedan sólo en la forma de comunicar y entenderse.

María del Mar tiene la misma enfermedad que Ángela. Tras su paso por la Secundaria, decidió cursar un grado de Formación Profesional. Sin embargo, ahora reconoce que "esa época fue muy difícil porque tenía muchos obstáculos".

Ella asistía a las clases como cualquier otro alumno sin ningún tipo de discapacidad auditiva, aunque no escuchara nada y no tuviera un intérprete de signos de manera habitual, sólo algunas horas. Una vez que concluían las clases, relata, "recibía clases de apoyo y eso significaba perder mucho tiempo". Señala que la Universidad "es muy diferente al instituto" y reconoce que aún no sabe qué hará cuando concluya sus estudios en la UCO y añade que en la institución académica "no he tenido problemas".

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