Juan de la Haba. Oncólogo

"Las mujeres que quedaron en el camino son recuerdos que llevo en mi mochila"

  • El especialista es un referente en su campo, la Oncología Médica, y un investigador incansable en la tarea de averiguar causas y mejores tratamientos frente al cáncer de mama

En Córdoba se diagnostican al año alrededor de 450 cánceres de mama y en el servicio de Oncología Médica del Hospital Reina Sofía se ven a diario a unas 40 mujeres entre revisiones y tratamientos. Uno de los especialistas que las trata es Juan de la Haba (Córdoba, 1970), un referente en su campo, tanto por su trabajo y calidad humana en su consulta como por las investigaciones que lleva a cabo. De la Haba hizo su residencia en el Reina Sofía, donde lleva como especialista desde 1999. Además, trabaja en el Hospital San Juan de Dios y forma parte del Grupo Español de Investigación en Cáncer de Mama (Geicam), uno de los más punteros a nivel internacional y que aglutina a 52 hospitales españoles.

-Esta semana se ha conmemorado el Día Contra el Cáncer de Mama, ¿qué significado tiene para usted?

-El cáncer de mama no es algo que eligiera, sino que las circunstancias hicieron que me dedicara a él. Dio la casualidad de que yo terminaba mi residencia y a la persona que se dedicaba a esta especialidad le dieron un traslado. Llevo viviendo muchos días de celebración contra el cáncer de mama y cada uno ha tenido una connotación especial. Estos días te sirven para el recuerdo y al mismo tiempo te motivan. Siempre que llega el 19 de octubre recuerdo a las mujeres que quedaron en el camino, eso siempre te viene a la memoria. Son recuerdos que llevo en la mochila y que ya empiezan a adquirir su peso. La perspectiva del tiempo refleja que se han producido cambios; el entorno del cáncer de mama era de mujeres con una enfermedad muy grave, habitualmente de edad bastante joven y que tenían una esperanza de vida muy limitada. Eso ya no es así, y quizás de ahí viene la motivación.

-¿Cómo era la especialidad cuando llegó?

-Recuerdo una especialidad con muy pocas opciones de tratamiento. Los pacientes que llegaban a Oncología tenían expectativas de vida muy limitadas, estaban desinformados y los médicos teníamos barreras para informar importantes: la familia no quería que el padre supiera lo que tenía, el padre preguntaba poco porque no quería hacer sufrir a los hijos... Había muchas barreras de silencio entre la familia y la familia y el médico. Todo eso ha ido desapareciendo y mejorando una barbaridad, en parte porque tenemos cada vez más opciones de tratamiento, en ocasiones muy exitosas con posibilidad de curación o de prolongar la enfermedad durante muchos años. Es decir, es más fácil asumir una mala noticia cuando hay esperanza y también porque la sociedad ha madurado. La descripción de una enfermedad incurable era lo peor, sin embargo hoy en día entendemos que muchas patologías son incurables y forman parte de nuestra vida. Creo, no obstante, que estamos avanzando en el sentido de que cuando no hay ningún tratamiento activo y las personas están llegando al final de su vida, me encuentro con gente que sabe abordar bien la esperanza de mejorar para morirse mejor. Eso es un grado de madurez todavía mucho mayor porque vivimos en una sociedad en la que parece que vamos a ser eternos. Los seres vivos nacen, crecen, se reproducen y mueren y eso va acompañado de una crudeza importante, supone una despedida pero es que es así.

-¿Cómo se prepara uno para dar un diagnóstico de este tipo?

- La primera regla es: cuando no sabes qué decir, cállate. Lo segundo: no des una información trascendental si no conoces bien a esa persona, por lo menos un poquito. Esto es, ver su entorno y los apoyos que tiene, con quién viene a la consulta y cómo se comunican los acompañantes dentro de ella porque hay apoyos que son buenos y otros que no lo son, aunque quieran mucho a su familiar. La tercera norma es dejar espacios de silencio; al paciente debes dejarle preguntar. Cuando tenemos prisa, lo primero que hacemos es no dejarle hablar y, salvo que el paciente lo tenga muy claro, no dice nada. La cuarta es tratar de ser empáticos: no puedes vivir todos los cánceres como si fuera el tuyo pero hay que entender que es normal que lloren o que se enfaden. El tono de voz debe ser lo más cálido posible. Son pequeños detalles que hay que entender bien.

-Entonces hay que ser un poco psicólogo...

-Respeto mucho la Psicología, esa gente sabe mucho. En la comunicación médico-paciente hay que ser afectivo. Estamos muy poco acostumbrados a tocarnos, vivimos en el desafecto, y hay que ser afectivo no sólo con el tacto, sino también con la mirada. Otra cosa que me ayuda mucho es el sentido del humor. Nosotros echamos unas risas en la consulta por lo menos que te puedas imaginar. No está reñido el sentido del humor con ver a pacientes con cáncer, se puede uno reír en una consulta de Oncología.

-¿Cómo es su relación con las pacientes?

-Muy buena. Hay que tener en cuenta que es una relación muy necesitada e íntima por ambas partes. Tener una mala relación con un paciente es contraproducente, es mejor que cambie de oncólogo. Y no pasa nada por cambiar de médico; ésta es una relación entre dos personas y puede fallar igual que fallan las relaciones con amistades o con tu pareja. Sobrevives a la Oncología si tienes una buena relación con tus pacientes, sino date por muerto.

-¿Tiene implicación con la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC)?

-Desde el punto de vista formal no, pero son un puente muy bueno para llegar a los pacientes. Es la forma que tengo de devolverles el cariño que me tienen. Yo no estoy nunca a la talla de los detalles que tienen los pacientes en la consulta: son agradables, tienen una paciencia extrema, se tiran horas esperando y no se enfadan... Ellos te dan un nivel afectivo que tú nunca eres capaz de devolverles y la AECC es el vehículo a través del que, fuera del hospital, accedo a ellos. La próxima marcha contra el cáncer allí estaré. Procuro ir a las juntas locales de los pueblos cuando me llaman, dar conferencias o estar un rato con ellos y tomar algo. Creo que la función social de la AECC es muy importante. Yo que soy muy crítico, me gustaría reclamarles más en el sentido de ser más activos y vivir más el rol del paciente en vez del institucional. Eso le pasa a todas las instituciones.

-Las usuarias de la asociación hablan maravillas de usted.

-Son muy poco objetivas. Es que me tienen un cariño que me deja muy en deuda siempre con ellas porque ni soy perfecto ni doy la talla al 100%, me reconozco defectos importantes y en ocasiones no tengo capacidad de valorar en su justa medida la importancia que para algunos de mis pacientes tienen ciertas cosas, y me doy cuenta a tiro pasado.

-¿Qué ha aprendido en estos casi 20 años en su consulta?

-Cuando eres joven tienes muchos cantos que son cortantes y el trato con la gente te moldea, te hace más agradable; y eso te lo enseña la consulta. Se te quedan referencias de personas que te han marcado de forma muy importante, que te han enseñado cosas trascendentales para vivir. Si, como dicen en Inside out, somos en gran medida la consecuencia de nuestros recuerdos, gran parte de lo que soy se debe a mi consulta por la cantidad de recuerdos acumulados que llevo metidos en la mochila. La familia y los amigos son muy importantes pero a la Oncología y la consulta les dedico muchas horas. Además, habitualmente veo cánceres de mama y la mujer es socialmente muy activa, peleona y tiene cantidad de cualidades positivas, y otras no tanto, y eso te condiciona.

-¿Qué le han enseñado ellas?

-Las pacientes de cáncer de mama son generosas, de hecho cuando les propones participar en un ensayo clínico dicen que si no vale para ellas, valdrá para sus hijas. Marcan mucha parte de su supervivencia en base a la cantidad de cosas que tienen que hacer o dejar hechas. "Es que tengo a los críos muy pequeños o es que estoy cuidando de mis padres" son algunas de sus preocupaciones. Creo que para eso el hombre es más independiente, cumple más con la función reproductora y de llevar alimento a casa y, por mucho que pensemos que somos iguales, en situaciones como éstas te das cuenta de que no es por la educación antigua, porque esto ocurre en gente muy joven.

-¿Qué recomendaciones da de cara a la prevención del cáncer?

-Seguir hábitos sanos y evitar el sobrepeso. Respecto a la alimentación, hay que huir de la información errónea que existe en torno al cáncer. Mucha de ella no tiene fundamento ninguno. Tengo pacientes que han abandonado el azúcar o la carne roja. Por favor, hay que leer bien las evidencias que existen con respecto a eso y a la hora de hacer sacrificios económicos o de sabor estar bien seguros de si están justificados. Hay que prestar especial atención en el caso de familias donde se acumulan varios casos de cáncer de mama. Otro tipo de causas se desconocen. El uso de anticonceptivos o de terapias hormonales sustitutivas son tratamientos que tienen sus beneficios y perjuicios pero la probabilidad de riesgo es muy bajita.

-¿En cuántos estudios está ahora inmerso?

-En más de los que puedo, pero muy ilusionado porque la investigación me mantiene vivo. Tengo una línea de trabajo de colaboración con Geicam, con el que tengo una implicación muy alta. Es un escenario muy bueno, más por lo que aprendo que por lo que aporto ya que hay cantidad de especialistas muy buenos a nivel nacional. Nos reunimos y adoptamos ideas que se puedan desarrollar y algunas de ellas han cambiado el tratamiento del cáncer de mama. También llevo ensayos clínicos de fármacos para esta enfermedad que procuramos traer a Córdoba y que sean una ventana de oportunidad para el paciente. No es que lo que tenemos no sea útil, sino que no es demasiado bueno, y quizás con esto vaya mejor. Después hay una parte que desarrollo dentro del Instituto Maimónides de Investigación Biomédica de Córdoba (Imibic) encaminada a tratar de predecir la respuesta a fármacos que anulan los vasos sanguíneos que nutren al tumor.

-¿Ha sido el mayor avance en investigación el trabajo cooperativo?

-Sí, es lo que ha supuesto un empuje importante. La investigación individual tiene un recorrido muy corto, limitado. Puedes tener una idea genial que quede en papel si no tienes un grupo colaborativo que la entienda bien, la apoye y la sustente. Hoy en día los genios existen, son muy poquitos, cambiaron y siguen cambiando el mundo, pero ahora más que nunca se necesita que ese genio esté rodeado de un equipo humano. Pero no sólo de genios avanza la medicina; hay gente que con pequeñas ideas ha dado pequeños pasitos que han supuesto mejoras. Los grupos cooperativos también te permiten hacer investigaciones desde provincias y no sólo desde Madrid, Barcelona y Valencia. Tienes que viajar mucho, pero con los medios de comunicación que tenemos es más fácil estar en red.

-¿Echa algo en falta en la sanidad pública en lo referente a tratamientos contra el cáncer de mama?

-Sin que parezca un tópico, creo que la sanidad pública tiene muy buen nivel de asistencia, buen acceso a los fármacos de manera general. Hay una tendencia que sí me da un poco de miedo, y es que nos acostumbremos a estar recortados. Eso implica no progreso, no avance y no mejora. Nuestro objetivo final es mejorar la calidad y cantidad de vida de los pacientes. Ese es el rol que tenemos que cumplir los sanitarios, el rol del gestor será ver cómo distribuye el dinero que tiene. Nosotros no debemos acostumbrarnos a vivir y trabajar recortados y eso la Administración lo debe entender como que estamos haciendo bien nuestro trabajo. El problema viene cuando se produce el desequilibrio y los sanitarios empezamos a cumplir roles que no nos corresponden, sino que son de otros ámbitos como la gestión sanitaria, que es muy importante pero no es nuestro rol. Hacer las cosas mejor y para eso se necesitan recursos colocados en un ámbito que la población considera que es muy importante, que es la salud.

-¿Se han notado los recortes en Oncología Médica?

-Los recortes en la sanidad pública se han notado, no tanto a lo mejor de cara al paciente, que sigue teniendo una asistencia adecuada, pero sí desde el punto de vista laboral. Por ejemplo por el trabajo eventual, que no sé qué porcentaje habrá en otros ámbitos, pero en Oncología lo tenemos muy alto. Una de las grandezas que tiene trabajar en lo público es la seguridad laboral, que está desaparecida con la eventualidad. Se ha notado también en la capacidad de desarrollo profesional en el sentido de que antes el acceso a todo lo que era innovación era más fácil, ahora, si cuesta dinero, la respuesta puede ser "olvídate, que no estamos para que pruebes sino para que lo que utilices sea realmente útil". Además, se ha notado en las sobrecargas de trabajo: la gente se jubila y no se renuevan esos puestos. Creo que la población debe decidir bien y dejar claro cuáles son sus prioridades. En las dos últimas campañas para las elecciones generales he echado de menos que la sanidad forme parte del debate político, y si no fuera por la Lomce la educación tampoco. Lo que tenemos es francamente mejorable y si seguimos así cuando pasen unos años se habrán establecido diferencias muy importantes con otros sistemas sanitarios y habremos esquilmado la joya de la corona que tenemos.

-¿Qué retos tiene la Oncología Médica?

-La medicina de precisión va a cambiar radicalmente dentro de diez años la oncología de cáncer de mama. Va a estar basada en el análisis de alteraciones moleculares y el uso de fármacos dirigidos contra esas alteraciones, con lo que vamos a ganar en una mayor eficiencia. No sé si será más o menos barata, pero utilizaremos algo que tenga una alta probabilidad de acierto. Nos vamos a tener que aproximar muchísimo a otras fuentes de conocimiento útiles para tratar al paciente, como a biólogos, bioquímicos, bioinformáticos, biotecnólogos... para establecer el circuito bidireccional que necesitamos entre el paciente y sus necesidades y lo que este tipo de áreas de conocimiento pueden ofertar. El gran reto de la Oncología pasa por adquirir de forma ágil y pasar a la práctica clínica todo este conocimiento desde el punto de vista molecular. No puede ser que sepamos desde hace 15 años que existen mutaciones en un receptor y que tardemos diez en incorporarlo a la práctica clínica porque en eso van vidas de personas. Por otra parte, otro reto es la sostenibilidad, es decir, hay cada vez fármacos mucho más buenos pero mucho más caros. Cómo se va a hacer para que todo el mundo pueda acceder a ellos de forma rápida es un reto.

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