Córdoba

"El Puente Romano tiene que ofrecer un testimonio de hoy"

  • El responsable del proyecto asegura que "dentro de 30 años, el pavimento de granito rosa se cambiará porque es la parte que se desgasta, lo único que no es arqueología del proyecto"

Juan Cuenca disfruta de la oportunidad de actuar sobre la milla de oro del patrimonio de Córdoba. Su intervención en el Puente Romano se abre en días tras un enorme trabajo y debate social. Didáctico y paciente, somete su trabajo a un análisis autocrítico.

-Me gustaría que comentara cuáles son sus sensaciones en el Puente Romano terminado.

-Siempre me pasa que tengo la sensación de que me he dejado algo en el tintero. Cuando las cosas se ven parcialmente, los dirijo a mi satisfacción. Pero cuando las cosas se ven en relación, la contemplación es distinta. Ya no hay andamios, el puente presenta su auténtica cara. Y eso es lo que va a ver la gente. El arte precisa de autocrítica, se van haciendo correcciones. Lo terrible de la arquitectura es que las correcciones no son posibles puesto que representan un mes más de trabajo. Si no, corregiría aspectos. Hay algo de impotencia, de que las cosas ya no tienen marcha atrás.

-¿Se considera un privilegiado por tener la posibilidad de actuar sobre un monumento, sobre un eje monumental completo?

-Una obra de este tipo significa asumir una responsabilidad muy amplia. Y tiene una componente pública fuerte. Uno está en medio de la calle. Todo el mundo contempla mi trabajo para bien y para mal. El arquitecto, inevitablemente, necesita armarse de mucho valor y uno no se puede andar con timideces. Lo que se concibe, ha de hacerse a rajatabla. Si se duda, sale un refrito. No me puede influir lo que diga la gente porque las primeras ideas, las del proyecto, tienen que llegar a buen fin. Toda la obra ha de ser coherente. Lo mejor que se puede hacer es ser fiel a lo que se pensó cuando se hizo el proyecto, no hacer caso a cosas circunstanciales. Requiere valor, seguridad y no ser débil. Me debo a la obra porque, si no, el estropicio puede ser tremendo.

-La huella de hoy parece que ha sido el mayor debate del proyecto arquitectónico.

-Sí. Pero no hay que confundirse con la vanidad. Uno está obligado a ser de su tiempo. Andar con remedos, imitaciones a la antigua o recursos historicistas es un pecado. Esa obra tiene que dar testimonio de hoy. Sobre todo, en la parte que tiene que ser moderna, como el tablero. En todas las épocas, se le ha colocado un pavimento duradero porque ha estado sometido al desgaste, al paso de las carrocerías. Fue terrizo, de losas de piedra calcarenita, de canto rodado... En las excavaciones, aparecieron pavimentos distintos y muchos remiendos. En 1927, con Primo de Rivera, se le colocó lo más moderno que había: adoquín de granito rosa, que es el que hay en Córdoba, sobre solera de hormigón. En Córdoba tenemos de dos tipos de gratino: el rosa de Los Arenales y el del Valle de los Pedroches, que no es el adecuado por su contenido en hierro. Se ha puesto siempre lo que tenía más calidad. Otra cosa sería una tontería.

-Lo cierto es que el pavimento que se ha eliminado era, en parte, de cemento.

-Sí, las aceras eran horribles. El hombre siempre ha puesto los materiales más duraderos y ésta era nuestra obligación. Sí debe quedar claro que ésta es la parte del puente más desgastable, menos arqueológica porque se cambia. Dentro de 30 años, este pavimento se cambiará igual que la iluminación. Ahora, la tecnología punta en este campo es el LED, que consume poquísimo. ¿Qué vamos a poner? Pues eso. Y dentro de equis tiempo, se cambiará. En todas las épocas ha ocurrido. ¿Que a la gente no le gusta? Yo creo que sí, que cuando visiten el puente, gustará.

-La mayor parte de la obra consiste en una limpieza a fondo.

-Todo el resto de la obra es arqueológica. Lo que se ha hecho es quitarle el revestimiento de cemento Portland, durísimo por cierto y que fue una barbaridad ponerlo, para que aflore toda la historia del Puente Romano. Los sillares, estaban bajo esa capa y ahora conocemos las señas de identidad. Y no queda ni un arco originario. Todos son de época medieval o del siglo XV o XVI. Si fuera romano, que yo creo que sí aunque no todo el mundo esté de acuerdo, no queda nada. Sólo unos quedan unos grandes sillares al pie de la Calahorra.

-Un ingeniero militar, Sainz Gutiérrez, cuenta en un librito de principios del XX todas las catástrofes que le pasaron al puente. ¿Su historia es la de sus reconstrucciones?

-Esa es la tesis del proyecto. Es la historia de sus destrucciones y reconstrucciones. Ya detectamos qué parte del puente se cayó y qué forma parte de una obra posterior. Tenemos una historia escrita en piedra. Está por hacerse esa historia del Puente Romano que ahora sí puede llevarse a cabo. La Gerencia ha realizado un estudio arqueológico y lo que yo he querido es coordinar su labor de investigación con la nuestra de restauración. Primero, entrábamos nosotros, descubríamos los sillares, y los arqueólogos lo dibujaban uno a uno. A raíz de esa información, se decidía qué sillar se sustituía, cuál se rellenaba con mortero o cuál se abandonaba. Sólo se han reconstruido los elementos de los que teníamos un modelo previo. No se ha inventado nada. Ha habido un trabajo científico tremendo para dejar el puente igual que en el siglo XIX. Porque las intervenciones del siglo XX fueron muy dañinas.

-¿Esa filosofía es la que ha impulsado el cambio de los pretiles de su proyecto?

-Los pretiles que tenía el puente se colocaron a principios del siglo XX por una cuestión de seguridad. Allí había unos pretiles de 1890, de piedra, obra de un ingeniero municipal. Se cambiaron para darle viabilidad al puente porque llegaba la carretera nacional. Aumentaba el tráfico, hacía falta otro tipo de puente. Se colocó un pretil moderno igual al del Puente de San Rafael, de manual, que data de los 50. Eran pretiles de serie, inapropiados, que han provocado patologías tremendas, producto de una operación radical. Hemos rescatado el pretil de siempre, el que aparece en fotografías de época. No obstante, se trata de la parte cambiable de la obra porque sufre más al estar al aire. En los años 60 se produjo una segunda operación, fuera de lugar, en la avenida de la Confederación donde se eliminó parte de la construcción, se ocultó un arco completo y se hizo un daño terrible con un cierto sentimiento de culpa, con falsos arcos de piedra para tapar lo que se había destruido. El Puente ha tenido una importancia histórica que se ha reflejado en las obras. Ha sido el único puente entre el Norte y Sur de la provincia, lo que ha marcado que la utilidad sea el valor dominante. Cuando nosotros llegamos, ya no era útil para los coches, no es imprescindible y ahora hemos hecho una obra donde lo esencial es el valor monumental, no el funcional. Esa es la auténtica razón de esta obra.

-Tanto en el puente como en el resto del eje monumental. Por ejemplo en el Paseo de la Ribera.

-Ni falta que hace rebajar la cota de la Ribera. Pero es que tenemos que hacerlo. No podemos dejar la Puerta del Puente hundida. Queremos ver un acercamiento a lo que fue, una restitución de los niveles que había, respetando las formas de usar la ciudad de personas con minusvalías. No sabemos cuál será el tráfico, si peatonal o restringido. En el Puente tenemos más claro de que será peatonal, pero en La Ribera volveremos al adoquín, que es más duradero, tiene piezas más pequeñas, se repara mejor.

-En cualquier caso, que se pueda pasear.

-En principio, el plan de accesibilidad preveía tráfico rodado hasta el puente de Miraflores y, en adelante, restringido para servicios y vecinos. En ningún caso, como travesía, que es lo que ocurre ahora, que es fundamental cortarlo. Existe un tráfico muy intenso porque se va a sitios. Si eso se corta, si se circula sobre bucles, no produce gran deterioro porque es esporádico. No se convierte en un camino de uso constante. Creo que el futuro tiene que ir por ese sentido. ¿Que el Ayuntamiento se atreva a adoptar ese diseño cuando nosotros terminemos la obra, en 2010...? Lo mejor que pueden hacer es aprovechar que la gente se acostumbre a no pasar por allí por la obra de forma que quede el diseño definitivo.

-Se van a hacer aportaciones también a la orilla izquierda.

-Sí. Una pasarela de madera unirá el parque de Miraflores con el Molino de San Antonio. Eso va a crear un paseo fluvial maravilloso y le quita marginalidad a una zona que es un fondo de saco. Eso es un elemento de nuestro tiempo. Tengo la ilusión de que el paseo por la zona no se interrumpa por toda la orilla izquierda, con la emoción de pasar bajo el Puente Romano.

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