Las altas temperaturas mantienen preocupada a la mitad de la población. No sólo por lo insoportable que resulta el calor, sino por los efectos dañinos que éste puede provocar. Se bebe más agua, se evita salir a la calle en horas centrales del día y se usa protección solar. Eso en el caso de las personas pero, ¿qué pasa con las plantas? Compañeras silenciosas, para ellas el verano resulta igual de terrible que para el resto de seres vivos. Su queja muda hace que a veces caigan en el olvido, pero si las personas cambian sus hábitos en verano, las plantas también.

Si el ser humano bebe más cantidad de agua en verano que en el resto del año no significa que con las plantas haya que hacer lo mismo. Deben recibir un buen aporte hídrico, sí, pero con precaución. Regar las plantas en exceso puede convertirse en un arma de doble filo para la planta. Ésta se ahoga y tiende a eliminar el agua sobrante y con ella gran cantidad de nutrientes que le son necesarios. Por eso, lo mejor es añadirle la misma cantidad de agua que el resto del año y colocar bajo la maceta un plato con algo de líquido. Así, cuando la planta se sienta deshidratada, sus raíces tomarán el aporte líquido que necesiten.

Si no pecar de exagerado al regar es vital para las plantas, más lo es tener en cuenta la hora para hacerlo. Las personas, cuando están sofocadas -generalmente a las horas más calurosas del día-, humedecen su cuerpo para equilibrar su temperatura. Pero las plantas no son personas, por eso regarlas en las horas centrales del día puede convertirse en la crónica de una muerte anunciada. Entre las horas preferibles para regar están las primeras de la mañana o las últimas de la noche, cuando el sol ya no ejerce su influjo sobre ellas. Así se minimiza la pérdida de agua por evaporación y se evita, además, que la planta se cueza dentro de su propia maceta. Esto no quita que no haya que regar las planta prácticamente a diario.

Si la población -ya sea poseedora de vegetales o no- tiene grabado a fuego eso de que las plantas necesitan sol para hacer la fotosínteis, ahora en verano hay que matizarlo. Los rayos del sol son buenos pero, como todo, en su justa medida. Nadie en su sano juicio permanece a la luz del Lorenzo a las tres de la tarde, así que las plantas tampoco. La incidencia de los rayos del sol a horas centrales del día puede provocar daños irreparables sobre ellas. Sobre todo si lo hacen después de haber sido regadas. El agua crea un efecto lupa sobre las hojas, lo que puede provocar su muerte repentina. Por eso, mantenerlas bajo la sombra cuando el sol resulta nocivo es una buena idea. Si no se dispone de un toldo o sombrilla que las cobije, se pueden recubrir con tela de brezo, que absorbe el calor, además de mantenerlas alejadas de las paredes, que irradian una elevada temperatura.

Tener cuidado con las horas más cálidas del día es algo que tampoco se puede olvidar si hay que realizar tratamientos contra los parásitos en las plantas. Como los insecticidas y fungicidas suelen estar compuestos de sustancias químicas hay que aplicarlos cuando el calor no sea excesivo y así evitar reacciones en la planta que terminen por matarlas. Aunque no sea un tratamiento, la poda es algo que hay que hacer con frecuencia en los vegetales. Cortar para que sus ramas y hojas broten con más fuerza. Saber cuándo hacerlo siempre es una duda sin resolver. La respuesta está en el verano. En esta época del año los cortes tardan menos en cicatrizar por lo que se reduce el riesgo de que las plantas contraigan enfermedades. Por supuesto, también es fundamental mantener a las plantas libres de hojas y flores secas. Aunque estén muertas, éstas absorben agua que luego no utilizan, algo que puede frenar el desarrollo de la planta.

Si después de esto el jardín no sobrevive, tal vez el problema no haya sido el verano y su calorina.