Jaime Loring. Sacerdote, economista y Medalla de Oro de Andalucía

"Vivimos en un lío tremendo y aquí no hay quien entienda nada"

  • El sacerdote jesuita y economista, que recibirá la Medalla de Oro de Andalucía por el 28F, reflexiona sobre la actualidad de un mundo en crisis y sobre su propia peripecia vital.

Al sacerdote y economista Jaime Loring Miró (Madrid, 1929) se le podría calificar con el adjetivo de humilde, y no sería errado. Y de brillante, por supuesto, cosa que atestiguan un currículum repleto de títulos y su conversación. Pero quizá lo que mejor lo define es la palabra sensatez y una vocación muy marcada de ser uno más, de zafarse de etiquetas engorrosas y ornamentos. Persona de fina inteligencia al fin y al cabo, que llegó a Córdoba hace medio siglo para trabajar por la Compañía de Jesús y a la que el próximo 28F Andalucía premiará con su Medalla de Oro por su hondo compromiso con los más desfavorecidos, por su obra intelectual y por su larga trayectoria docente en lo que antes era ETEA y hoy es la Universidad Loyola. De todo se charla en enta entrevista, celebrada en el modesto despacho que tiene en la sede de la Fundación Iemakiae, en la calle Duquede Fernán Núñez. Al calor de la charla se cuelan por ella la infancia, la guerra, America Latina, el Papa Francisco, Podemos y otros cuantos asuntos de ayer y de hoy.

-Supongo que jamás pensó en que Andalucía, lugar al que llegó en su niñez, le acabaría concediendo su Medalla de Oro. Me pregunto qué le parece esta Andalucía de hoy...

-Andalucía... Bueno, yo lo que veo es que Andalucía es una parte más de España y del mundo, y en el análisis es el mismo para todo: que aquí no hay quien entienda nada. El lío que existe entre los partidos políticos españoles, que se pasan la vida acusándose los unos a los otros pero sin entrar en el fondo de los problemas, se mezcla con la política europea de Merkel y su famosa austeridad. Súmele a eso el asunto de Gran Bretaña, que ya veremos si sale o no de la Unión, la guerra de Siria, el Estado Islámico, el fracaso de las primaveras árabes, las elecciones de Estados Unidos... Vivimos en un lío tremendo. Así que si usted me pregunta por la Andalucía de ahora pues solo puede decirle que, como cualquier otro lugar, está metida en todo este embrollo mundial que no hay quien entienda. Yo veo que Andalucía sigue su camino y, eso sí, tengo una buena impresión del gobierno andaluz.

-En esta distinción está claro que se valora su labor como uno de los fundadores de ETEA, uno de los símbolos académicos de la Córdoba del medio siglo. ¿Ha contribuido ETEA, tal como ustes deseó, a forjar una Andalucía más humana y justa?

-Quizá esa pregunta no soy yo la persona más indicada para contestarla, porque al fin y al cabo soy parte interesada. Pero diría que sí, que la mayoría de las personas que han salido licenciadas en Empresariales han recibido una enseñanza basada en la justicia y en la igualdad. No tengo duda por tanto de que ETEA ha contribuido. Ahora bien, ¿mucho o poco? Pues eso ya no lo sé, porque ni siquiera pienso que sea posible cuantificarlo. Siempre recuerdo al respecto que en mi libro sobre Gestión financiera hay una dedicatoria al principio, que siempre le digo a mis alumnos que es la parte más importante. Ahí explico que en ese libro van a encontrar muchos números, muchas curvas, muchas fórmulas, pero que detrás de cada número hay una persona y eso es lo importante. En la gestión financiera, detrás de las cifras lo que hay son seres humanos, y nunca puede tratarse tan sólo de que crezca el beneficio de la empresa sino de que las personas puedan mejorar su estándar de vida. Ahí ha estado uno de los pecados del capitalismo, en olvidarse de la gente, y mi opinión es que ETEA ha intentado combatirlo y ha apostado por una docencia con trasfondo humano. También digo que es evidente que hay empresarios que no tienen un sentido humanista y de igualdad, del mismo modo que es evidente que hay otros buenos empresarios que sí lo tienen. ¿Cuántos hay en un lado y cuántos en el otro? Pues eso ya no lo sé. Hasta ahí no llego.

-Usted fue presidente del Círculo Juan XXIII y socio desde sus álbores. Visto con las perspectiva del tiempo, ¿piensa que se consigió algo de la Córdoba que allí se soñaba?

-Bueno, yo sobre esa época siempre digo con ironía, y por más que suene extraño, que en tiempos de Franco vivíamos mejor. Me refiero a que entonces la cosa estaba muy clara. O sea, a un lado estaba el Movimiento Nacional y al otro estaba la oposición. Y no había nada más. Hoy, por contra, hay 25 frentes abiertos. El Juan XXIII es evidente que estaba situado en la oposición y lo que hacíamos era una labor crítica en temas como la igualdad, la justicia, la democracia o la libertad. Mi opinión es que el Juan XXIII, inpirado en la encíclica Mater et magistra del Papa del mismo nombre, fue un organismo que colaboró en la promoción pública de la justicia y de la democracia en Córdoba. Yo creo que cumplió esa función.

-De su infancia no se suele hablar mucho, aunque parece una fase esencial de su vida [a su padre, el ingeniero y empresario malagueño Jorge Loring Martínez, lo fusilaron en Madrid a finales de 1936]. ¿Qué recuerda de aquella época tan oscura?

-Cuando mi padre murió yo era muy pequeño y prácticamente no lo llegué a conocer. Tengo alguna imagen de él, pero poco más. Cuando lo fusilaron mi madre se quedó con 36 años y ocho hijos. Así, de un estándar de vida elevado, pues mi padre tenía relaciones con el Gobierno e incluso con el Rey, pasamos a un estándar de vida muy pobre. De aquel tiempo tengo recuerdos difíciles, como cuando, en Madrid, le decía a mi madre que tenía hambre de pan y ella me decía que ni pan teníamos. Luego nos fuimos a Barcelona, gracias a que unos amigos de mi padre, que había sido de la CEDA y persona muy conocida, nos echaron una mano. Allí llegamos a casa de mi familia materna, que es toda catalana, y de aquellos días recuerdo la convicción de mi madre de que la cáscara de la naranja tenía muchas vitáminas. "Al que se coma la naranja con la piel le doy otra", nos decía, y yo me recuerdo con siete años y comiéndome las naranjas con la cáscara para que me diesen otra. Esa fue mi infancia en la guerra. La sensación que tengo es que Barcelona estaba mejor organizada por Madrid porque la capital se encontraba rodeada por Franco y Cataluña no. Allí incluso íbamos al colegio, a Blanquerna, y teníamos una chapa metálica que nos permitía ir gratis en el tranvía. Recuerdo también los bombardeos en Barcelona sobre el puerto, las llamas en los edificios, los boquetes en el suelo de la Diagonal... De Barcelona nos sacaron ya muy al final de la Guerra, a comienzos del año 39, gracias a gestiones de mi otra rama familiar, los Loring, que estaban en la zona franquista. Por medio de Cruz Roja nos llevaron hasta Portbou, cruzamos el Sur de Francia y entramos de nuevo en España por Irún. Eso ocurrió al tiempo que se sucedía la Batalla del Ebro y nuestra entrada en el País Vasco coincidió con la de Franco en Barcelona.

-Y de ahí a Málaga, donde nació su vocación religiosa.

-Sí, a Málaga nos llevó mi madre en busca de la protección de la familia de su marido. Allí nos alojó en su casa mi tía Cristina, que también era viuda, pero éramos muchos niños y todos allí no cabíamos. Ese mismo día, que fue el 8 de febrero de 1939, se decidió que yo me metería interno en el colegio de los jesuitas de El Palo. Allí estuve siete años y mi madre no pagó ni un solo céntimo en ese tiempo. Cuando llegaba el verano yo no me iba como el resto de los alumnos, sino que me quedaba allí solito en aquel edificio tan grande y con muchos curas. Yo era huérfano de guerra y de una familia conocida de Málaga, así que los sacerdotes me cogieron mucho cariño y lo que recuerdo es que me trataban de maravilla. Me llevaban a la playa con ellos, me compraban juguetes... Yo les tomé tantísimo cariño a los curas que comencé a querer ser como ellos y a eso es a lo que atribuyo yo mi vocación. Gracias a eso entré en la Compañía de Jesús.

-¿Una vocación pues más por afectos que por revelación?

-Pues sí. Así es.

-¿Ha supuesto la vida religiosa algún impedimento para su labor intelectual?

-No sé en otras órdenes porque no lo he vivido, pero en la Compañía de Jesús existe una gran libertad intelectual. Siempre, claro, que no sea una herejía, como parece razonable. O sea, que si tú niegas la Resurección de Jesús, pues algo te dirán, claro (se ríe). Pero en lo que se refiere a libertad intelectual de estudio y de investigación no existe freno. Pero ninguno. Yo no he tenido jamás, ni ningún compañero que conozca, oposición alguna a nuestra labor intelectual. La Compañía de Jesús es abierta.

-Supongo que recibiría con alegría la designación del Papa Francisco. ¿Cómo valora su labor?

-Le tengo una gran simpatía y admiración. Primero porque es el Papa, y el Papa es el Papa. Pero también porque está haciendo un esfuerzo muy grande para acercar la Iglesia al pueblo y para pasar por encima de todo lo que son los ritos y los protocolos del Vaticano. Su labor es muy importante en lo que se refiere en poner a la Iglesia dentro de lo que era el pensamiento de Jesús sobre el Reino de los Cielos. No lo admiro porque sea jesuita, sino porque su labor es admirable.

-¿Encuentra resistencia esa labor dentro de la propia Iglesia?

-Yo del Vaticano sé poco, lo que leo en los medios de comunicación, pero sí es claro que tiene una oposición. No le para en su actividad ni en su manera de pensar, pero resulta evidente que existen resistencias.

-La principal preocupación en su vida intelectural ha sido la pobreza y el hambre, incluso hoy [encima de su mesa reposa, abierto, el informe anual de Intermon Oxfam]. ¿Pensó que se avanzaría tan poco al respecto como se ha avanzado?

-Bueno, pobres y ricos los ha habido siempre. Lo que sí ha cambiado hoy es la conciencia del problema, porque la globalización nos ha permitido tener una idea más exacta de lo que ocurre en el mundo. Ahora existe una transparencia de la realidad mundial. Y también hay más visibilidad y es más amplio el drama de los emigrantes, que antes lo veíamos desde lejos, en la frontera entre EEUU y México, y hoy lo tenemos en casa. Tenemos más conciencia de lo que es la pobreza en el mundo. También los informes son más detallados, y este mismo de Oxfam al que alude concreta que actualmente hay un 1% de población que acumula más riqueza que el restante 99%. Esto hace 40 años no lo sabía nadie.

-¿Y sirve ese 'saber' para cambiar las cosas?

-Esperemos que sí, esperemos que esto llegue a algún lado. Yo echo mucho de menos, por ejemplo, que en el debate político que hay ahora mismo en España no se habla nada de esto. Se dedican a acusarse unos a otros de todo, pero de la pobreza en el mundo... ¿qué opinan? Pues yo no lo sé.

-¿Ve a Podemos con suspicacia o con esperanza?

-Podemos no se puede juzgar por los hechos, porque nunca ha gobernando. Por ahora tenemos sus palabras, que suenan muy bien. Ahora, claro, está por ver si cuando lleguen al poder, si llegan, ejecutan lo que dicen. El PSOE y el PP sabemos lo que son, pero Podemos todavía no sabemos lo que es.

-¿Y qué opina del polémico poema, 'Marenostra', que se recitó en Barcelona?

-De eso prefiero ni hablar. Pero vamos, y lo siento por su autora, le digo que eso es no tener vergüenza. Se puede ser creyente o no, pero hay que tener respeto. No me parece aceptable. Así no se puede hablar de la Virgen, así no.

-Su vida tampoco se entendería sin sus estancias en América latina. ¿Qué le han dado a usted esas experiencias?

-Pues me han dado una conciencia. Tengo claro que cuando estoy dando clases allí las estoy dando a personas y cuando las doy aquí en España pues también. Ese sentimiento de que la humanidad somos todos, de que no somos ni alemanes ni turcos ni mexicanos sino personas, me lo han dado mis viajes por América Latina. Allí estoy como si estuviera en mi casa, allí y en cualquier sitio porque estoy entre personas.

-¿Y qué le ha dado Córdoba para asentarse aquí?

-Hombre, yo estoy aquí porque nadie en la Compañía de Jesús me ha dicho que me vaya a otro lado. Si me lo dicen pues tendré que hacer la maleta, pero la verdad es que aquí estoy muy, muy a gusto.

-Para acabar, dígame, si le parece bien, cómo le gustaría ser recordado?

-Ni idea, yo que sé. Cada cual que me recuerde como quiera, ¿no? Si diré que me honra mucho cuando mis viejos alumnos me dicen que me respetan e incluso que me admiran. Supongo, sí, que me gustaría ser recordado como un buen profesor.

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