Miguel Aguirre. Presidente de la fundación Bangassou.

"La polémica le habrá hecho ver al Ayuntamiento que no estamos solos"

  • Reconoce que se siente "decepcionado" tras la decisión municipal de retirar las ayudas directas al colectivo, pero apuesta por buscar otras soluciones y seguir trabajando por los más necesitados.

BANGASSOU es una ciudad de Centroáfrica, un país que tiene una extensión aproximada como una vez y media España y cuatro millones de habitantes. 750.000 de ellos están concentrados en la capital, Bangui, llamada "la coqueta" en la época colonial y hoy conocida como la poubelle; es decir, la basura. Bangassou se encuentra a 750 kilómetros de la capital, en el denominado cordón del Sahel y en la frontera con Sudán, una región fuertemente castigada y con una gran emergencia social y alimentaria. Desde hace más de tres décadas el cordobés Juan José Aguirre vive allí, donde lo nombraron obispo de Bangassou hace 14 años. Desde entonces ha desarrollado su labor en esta zona donde ha prestado especial interés en la sanidad, la educación y la promoción social, llegando a crear incluso una región privilegiada en medio de un país fuertemente castigado por la pobreza y la falta de posibilidades. Su familia creó la Fundación Bangassou, liderada por su hermano Miguel Aguirre, a través de la que canalizan todas las ayudas para la región. La Fundación ha estado estas semanas de actualidad después de que el Ayuntamiento decidiera retirar la ayuda directa de 12.000 euros que le concedía anualmente al colectivo. Miguel Aguirre, presidente de la fundación, habla sobre ello y sobre todo el trabajo que realizan.

-Nunca se había hablado tanto de la Fundación Bangassou, ¿es verdad que lo importante es que se hable de uno, aunque no sea siempre por cuestiones positivas?

-La verdad es que he sido muy reacio a esto, a ser protagonista de nada, porque el protagonismo lo tiene la fundación y mi hermano, que es le que está luchando desde hace 35 años en Centroáfrica. Tengo que dar la cara muchas veces como presidente, pero la polémica llega un momento en que me rebasa. Son muchas energías perdidas en favor de algo que si se tiene que resolver se resolverá y si no, pues nada. Prefiero gastar mis energías en la fundación, yo soy más de la lucha diaria y del trabajo que de estas polémicas farragosas que al final no nos llevan a nada.

-¿Tiene la sensación de que no se ha reconocido la labor de la fundación?

-En Córdoba afortunadamente tenemos mucha gente que nos conoce, que nos apoya, de todo credo y condición y se reconoce la labor que hace el obispo. La fundación se creó exclusivamente para ayudarle. Antes éramos nosotros, la familia, quienes le apoyábamos, le mandábamos paquetes. En el año 98 lo nombran obispo y ya está al cargo de una diócesis que es tan grande como Andalucía, sin un kilómetro asfaltado, sin teléfono y entonces ya creamos la fundación como forma de canalizar las ayudas.

-¿Qué hace la Fundación Bangassou?

-La Fundación se dedica a buscar recursos y canalizarlos para ayudar a la Diócesis de Bangassou. Nuestros proyectos se basan en la sanidad, la educación y la promoción social. Juanjo [Juan José Aguirre, obispo de Bangassou] le da mucha importancia a la educación, porque lo considera la base para que Centroáfrica prospere y se rebele frente a la injusticia. Tú educas a un chaval para que sea alguien y pueda desarrollarse, defenderse y defender a su país. La fundación apoya a los estudiantes y les concede becas especiales para que hagan estudios superiores. Allí hasta una aspirina la tienen que comprar. Era muy importante el proyecto sanitario, hemos construido dos quirófanos para que los cirujanos cordobeses puedan operar a los que más lo necesitan. Cuando llegan los médicos, mi hermano lo primero que hace es llevarlos a la cárcel y decirle: los primeros enfermos a los que vais a operar van a ser estos, porque son los últimos de la sociedad, los pobres dentro de los pobres. El trabajo de mi hermano es dedicarse a los que menos tienen. Allí no se discrimina ni por razón de la religión, ni de sexo ni nada, allí los que necesitan ayuda son los primeros. Allí no se pregunta nada, salvo ¿qué necesitas?

-¿Quiere decir que aquí sí ha habido discriminación por esas cuestiones?

-Quiero creer que no. No me gustaría que en el Ayuntamiento de mi ciudad pudiera haber discriminación en función de religión o ideología. Nos reunimos el día de Reyes con el concejal Rafael del Castillo. ¿Por qué a nosotros y no al resto de las asociaciones afectadas? No lo sé. Él me dijo que el no incluirnos en las subvenciones no era por razón de ideología religiosa, que con la fundación no. Me dijo que el único que juró el cargo de concejal fue él.

-¿Le convencieron esas explicaciones?

-Yo ya no sé si será verdad lo que me dijo. Tampoco nos dio muchas explicaciones, sí que nos pidió disculpas por la manera en que se ha hecho todo, ya que nosotros nos enteramos por la prensa. Nosotros tenemos firmado un convenio con el Ayuntamiento que finaliza a finales de noviembre y que si no se denuncia por ninguna de las dos partes automáticamente se prorroga. No hemos recibido ninguna comunicación por parte del Ayuntamiento, por lo que pensamos que se había prorrogado, así que nuestra sorpresa fue mayúscula. Nos dijo que, según los técnicos del Ayuntamiento, teníamos la capacidad suficiente para concurrir a la convocatoria competitiva con el resto de asociaciones y no tener que firmar un acuerdo directo. Sí lo hay con otras asociaciones, pero ellos pensaban que teníamos más capacidad y que no nos limitáramos a los 12.000 euros. Lo aceptas porque es una decisión que ya está tomada. Que la compartas es otra cosa. A mí no me dieron razones de peso para justificar el cese de las ayudas, aunque es cierto que nos dio muchas alternativas, no nos ha cerrado las puertas. Yo le dije que Centroáfrica es el segundo país más pobre del mundo y Bangassou mucho más, por lo alejado que está de la capital (a 750 kilómetros de la capital y en la frontera con Sudán), imagínate lo que es aquello. Lo único que se hace allí es porque lo hacen los misioneros. Él [Rafael del Castillo] me dijo incluso que estaba pensando en otra forma de colaboración a través de las empresas municipales, de manera que organismos como Emacsa pudieran acometer proyectos allí como potabilización de agua. Incluso quería tener la posibilidad de viajar allí.

-Parece como si se quisiera compensar a la Fundación después de toda esta polémica.

-No lo sé. Reconozco que me enfadé mucho. Nos hemos sentido muy decepcionados, llevamos muchos años trabajando con el Ayuntamiento y cuando te enteras por fuera de que ya no te van a dar ese proyecto, piensas que le falta sensibilidad. A lo mejor tendrían que haber evaluado mejor el trabajo que realizamos allí. También es verdad que nos prometimos que íbamos a hablar más directamente y no a través de la prensa.

-¿Ha tenido ocasión de hablar con su hermano sobre el asunto? ¿Qué le ha dicho?

-Él me decía el otro día "¡ay, lo que tenéis que aprender todavía del tercer mundo en solidaridad y cooperación! Ellos sí que realmente dan todo lo que tienen. Si hay gente generosa son ellos, porque la escasez de lo esencial le hacen ser más colaboradores. En generosidad nos ganan y nos dan vueltas, aquí nos limitamos a dar lo que nos sobra.

-¿Qué suponen los 12.000 euros para el trabajo de la fundación?

-Es un proyecto más que tendremos que buscarlos o quitarlos de otras partidas. De esta cantidad destinábamos 7.500 euros a medicinas que las compramos a la ONG Farmamundi. Y el resto, 4.500 euros, se destinaban a ayudar a pagarles el billete de avión a los médicos que van en las campañas quirúrgica. Cuando van allí son 21 días, que cogen de sus jornadas libres y además se pagaban el billete. Ahora intentamos pagarle la mitad de los 1.200 euros que cuesta. De todas maneras, si la fundación no tiene dinero ellos se pagan su billete.

-La polémica ha tenido una respuesta solidaria. ¿No hay mal que por bien no venga?

-Las cofradías se han sentido también perjudicadas y solidarias, entre otras cosas porque Juanjo ha sido muy de hermandades y le encanta la Semana Santa. El paso adelante de las cofradías nos satisface mucho porque se reconoce el trabajo.

-Córdoba tiene fama de solidaria.

-Mucho. Hay entre 1.500 y 2.000 colaboradores asiduos que dedican su tiempo libre. También siempre tenemos su respuesta cuando organizamos la comida en el Círculo, la ciudad se vuelca cuando necesitamos ayuda. Toda esta polémica al Ayuntamiento le habrá hecho ver que no estamos solos.

-¿Cómo ha cambiado Bangassou desde que está allí su hermano?

-Enormemente, se ha convertido en un auténtico polo de desarrollo. Desarrollamos proyectos, escuelas, talleres... Ha cambiado radicalmente. Mi hermano es la "envidia" del resto de sus compañeros. Juanjo quiere lo mejor para su gente. El año pasado inauguramos el servicio de maternidad y eso ha sido un avance importantísimo. La gente daba a luz en el campo. También le damos leche en polvo y eso ha sido una gran revolución. La única manera de cortar con el sida -la enfermedad más frecuente y mortal junto con la malaria- era evitar el contagio a los pequeños por la leche materna. En estos años se ha conseguido que el índice de seropositivos se haya reducido del 25 al 9%. Eso son vidas que se están salvando. Hay escolarizados más de 25.000 niños y cada año intentamos construir uno o dos colegios con subvenciones de la Diputación. Tenemos también cursos de formación profesional y hemos conseguido que muchas personas aprendan un oficio y se ganen la vida.

-¿Cómo se tomó la familia la marcha de su hermano a Bangassou hace 30 años?

-Recuerdo que mi hermano se ordenó en septiembre de 1980 y en noviembre salió de casa con destino a Centroáfrica. Las palabras de mis padres fueron: Señor con mucho gusto te entregamos a nuestro hijo, pero la misma vocación que le has dado a él nos la tenías que haber dado a nosotros para que aceptáramos esta situación. En mi casa somos nueve hermanos y te aseguro que aparte de nuestra madre -mi padre murió- todos estamos a una con mi hermano.

-La familia está muy implicada en la Fundación, ¿no?

-La fundación y la misión de mi hermano son tan importantes para nosotros como para él. La fundación la movemos entre todos y esto ha conseguido unirnos a toda la familia. Al final todo el mundo respira por lo mismo, por Juanjo. Es muy bonito en una familia sentir que tienes una misión en común. Mi madre lo echa mucho de menos, es una auténtica novia que espera el regreso de su amado. Ella cuando Juanjo se va empieza a contar los días que quedan para que vuelva. Tiene 85 años y vive para esperar a mi hermano.

-¿Ha tenido la ocasión de visitar Bangassou?

-Intento ir cada dos años. Cuando llegas te embarga la tristeza por ver la situación de la gente, impotencia por ver la cantidad de cosas que se despilfarran aquí. Saber que tiene suerte de vivir donde vivo y que la rueda de la fortuna no me haya puesto allí. La vida allí es muy dura, te enfrentas diariamente a la muerte. Merece la pena trabajar por esto y dedicar nuestra energía a trabajar por esto.

-¿Cuál es el peor momento que recuerda que pasara la familia desde que su hermano está en Centroáfrica?

-Los que están relacionados con las enfermedades. Mi hermano ha sufrido dos infartos, el primero le pilló en medio de la selva, pero afortunadamente lo pudieron evacuar pronto a la capital, Bangui. En el segundo, la situación era más complicada porque fue en mitad de la guerrilla. A mí me llamó la embajada española y me dijeron que en 24 horas mi hermano tenía que estar en un hospital con garantías, era cuestión de vida o muerte. Me pasé 12 horas pegado el teléfono para conseguir un avión medicalizado que lo trajera a Córdoba, pero nadie quería entrar en el país por lo delicado de la situación en cuestión de seguridad. Al final lo conseguí, pero fueron momentos angustiosos.

-¿Y el mejor?

-Hemos tenido muchas alegrías cuando vemos que los proyectos salen adelante y que se salvan vidas, eso te llena el corazón, porque las alegrías suyas son nuestras. También ha sido muy bonito la visita del Papa, que ha sido como un bálsamo para aunar voluntades en el país. El Papa ha llegado donde nadie se atrevía ni quería y ahora, por primera vez, se han celebrado elecciones en Centroáfrica en un ambiente tranquilo y sin ningún incidente.

-La Fundación impulsó la candidatura del obispo de Bangassou para el premio Princesa de Asturias, ¿lo volverán a hacer?

-No lo sé. Eso fue algo que surgió el año pasado y, la verdad, conseguimos muchas adhesiones. La candidatura de Juanjo se quedó entre las cinco últimas pero al final no pudo ser. Todavía no sabemos qué vamos a hacer este año.

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