Córdoba

manuel segura Crítica del bruto enciclopédico

  • Perfecciona el quinto de los idiomas que domina y ultima la publicación de un amplio anecdotario El granadino defiende a sus 86 años una educación fundamentada en el pensamiento, los sentimientos y los valores morales

El centro residencial de San Hipólito, que confina con las entrañas de esta iglesia, exhala armonía y coherencia. Pausa y serenidad. Y de este modo, armoniosa, coherente, pausada y serenamente conversa el insigne granadino que pulula desde hace tres años en el viejuno laberinto de libros y buenos días que es la residencia que ofrece la espalda al bulevar de Gran Capitán. Ahora ultima su nonagésima obra, intensifica el estudio del alemán y lee, lee y lee. Tiene 86 años. Es ahijado de Manuel de Falla y Federico García Lorca dispuso de su juvenil descaro en las improvisadas comedias que padres y hermanos aplaudían en el patio de casa. Y Manuel Segura, que perfecciona el quinto de los idiomas que conoce y firmará en los próximos meses una recopilación de amenos pasajes de su trayectoria, contará sus 87 con airada rúbrica en la evolución de la docencia contemporánea no por el genio melódico de uno ni por la amistosa relación que el otro ostentaba con el seno de su familia. Manuel Segura irradia la autoridad que emana del sosiego y la sapiencia que ofrece más que la senectud el holgado anecdotario que a poco de iniciar una conversación revela. Y encandila, absorbe y cautiva tanto como a él fascina la educación. La educación personal. La educación que favorece las relaciones interpersonales eficaces y justas y evita la violencia en sus diferentes vertientes. "El fin último de la educación, tanto en la familia como en los centros educativos, es aprender a tratar con los demás", sostiene fervientemente.

A la postre de un ininterrumpido recorrido por la península para atender a alumnos, profesores y presos, Segura confiesa que el ciclón de cursos formativos que en la actualidad copa el calendario de los centros en horario no lectivo sobre la inteligencia emocional no es la definitiva salvación a un sistema educativo enfermizo. Esboza una sonrisa y ratifica el atemporal "ningún himno a la libertad entre los muchos que se han compuesto en las diferentes naciones es tan hermoso como el que entonan los oprimidos de la enseñanza elemental al soltar el grillete de la disciplina escolar y echarse a la calle piando y saltando" de Pérez Galdós. "Antiguamente el Ministerio de Educación era el Ministerio de Instrucción Pública. Si el objetivo es instruir, enséñenles geografía, economía, historia, lengua. Es interesantísimo. Pero estos conocimientos pueden caer en saco roto", señala el granadino, férreo valedor de una educación fundamentada en el pensamiento, los sentimientos propios y ajenos y los valores morales. "Un niño puede aprender los ríos de España en unos minutos. Es mucho más importante aprender a respetar al resto o identificar y controlar los sentimientos. El conocimiento en vano genera brutos enciclopédicos", indica.

Platica claro, evade evasivas. En Chile vivió para vivir la diligencia de Allende y en Paraguay vivió para sobrevivir a la dictadura de Stroessner. Entonces logró esquivar dos intentos de asesinato. "Fue una llamada de atención. De haber querido acabar conmigo, en uno u otro momento lo habrían hecho", declara, e irrumpe el inamovible alegato que abandera acerca de la natural bondad del ser humano. La dicotomía que ricachones e inmundicia conforman en Latinoamérica aceleró la labor humanitaria de Segura, que desde entonces atiende codo con codo a los profesionales e internos de cárceles y centros de menores -entre ellos el de Córdoba-. Alude a la labor institucional que hace ya varios años ejecutó en el consejo educativo de Canarias y esquiva adornar el discurso con los tres doctorados -uno de ellos honoris causa- que cuenta en su haber. Segura confiesa que decidió unirse a la Compañía de Jesús porque sus integrantes "no hablaban mal de nadie" y él, que recrimina ciegamente la violencia y la injusticia con groserías que sólo serían tales si su templanza no fuese apabullante, no habla ahora mal de nadie.

Parafrasea a Aristóteles, Lutero, Kohlberg y Goleman e insiste en la importancia de estar capacitados para resolver conflictos. "El pensamiento alternativo es imprescindible. Trabajé con un joven que lo solucionaba todo con un te parto la cara. Le pedí que, si se encontraba en un pasillo con alguien que le impedía el paso, pensase dos soluciones totalmente diferentes al problema. La primera, que ya la sabía, fue un puñetazo en la cara. La segunda, una patada en el culo", apunta el granadino. El pensamiento consecuencial y la empatía, señala Segura, deben ser también caballos de batalla.

Hace un año que apenas viaja y cada mañana pasea levemente por la capital cordobesa. Afirma que su último hogar será el centro de San Hipólito y hasta que la edad lo permita, al tiempo que cientos de docentes alaban y siguen a pie juntillas su obra, lee, lee y lee.

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