Córdoba

Tributo al IV Califa del toreo

  • Decenas de cordobeses se congregan en torno al mausoleo de Manolete para conmemorar el 68º aniversario de su trágico fallecimiento en Linares

El poder de la muerte -igualatorio, dijo Manrique- reside en labrar historia, en izar mártires y consolidar el mito. La muerte, temida por el hasta nunca que consigo lleva, regala de cuando en cuando un para siempre. Una vida eterna. Un recuerdo perpetuo, imperecedero. Como el de Manolete. Que no cede 68 años después de su muerte. La que le ancló en la historia de Córdoba como una de sus figuras más insignes. La que echó la llave del olvido a sus muletazos, sus naturales y pases de pecho. Y a las manoletinas. Para siempre. Por Manolete. Por su carisma en el albero y por la cornada que Islero le asestó en Linares para lanzarlo a la eternidad. La que acabó con su vida y la que casi siete décadas después reúne a decenas de cordobeses en las inmediaciones de su sepulcro, en el cementerio de la Salud. Porque Manolete murió por derecho. Porque sabía de qué pie cojeaba el miura y no concebía disgustar a los que habían dejado una peseta por estar en la plaza de toros de Linares el 29 de agosto de 1947. A los que lo habían hecho en Linares, en Montilla, en la Maestranza, en Las Ventas o en la feria del pueblo de al lado. El precio era para todos el mismo y el precio que costó a Manolete su afán por dejar en cada astado la piel fue la muerte y la historia. Un recuerdo perpetuo, imperecedero. Un emblema de la tauromaquia y de la ciudad. Para los que observaron su pericia desde pequeño y para los que le sucedieron.

El mausoleo del diestro recibió ayer la visita de numerosos aficionados al toreo, que antes de efectuar una ofrenda floral en recuerdo del cuarto Califa del Toreo atendieron a las sentidas palabras que le dedicó el torero -retirado hace años- Agustín Caballero Castellanos El Puri, ataviado con un traje corto que aseguró haber "ordenado al sastre que lo copiase de uno de los que llevaba Manolete".

El diestro de Bujalance incidió en la importancia que tuvo que Cano, amigo del propio Manolete, acudiese a la cita que acabó con la vida del cordobés en Linares, ya que inmortalizó la figura de éste con la fotografía en que Islero lanzó por los aires la vida de una imprescindible figura en las escuelas de toreo. Alabó 'El Puri' el valor de Manolete, el romanticismo que le lanzaba a acercarse a cualquier astado a sabiendas de las carencias de éste. Sin inmutarse. La plaza muda. Sin guardarse nada y ahora todos guardan su recuerdo. El maestro, el monstruo. "El toro cumplió con su obligación. La de matar. Porque así es como se crea arte. Y allí estaba Cano para levantar acta de lo que ocurrió. Un mártir más para engrandecer estas fiestas", señaló Castellanos. El acontecimiento, organizado por la tertulia taurina La Montera, concluyó con un lanzamiento conjunto de claveles a la tumba del torero cordobés, cuya figura fue ensalzada también durante la noche en la plaza del Conde de Priego, presidida por una estatua de Manolete. Poesía, flamenco y toreo de salón, en un acto organizado por la Casa de Jaén, protagonizaron las horas finales de un día que siempre será recordado por el fatídico fallecimiento de Manuel Laureano Rodríguez Sánchez 'Manolete'.

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