MIÉRCOLES DE FERIA

El desafío del 'botellón'

  • Miles de jóvenes se reúnen en los bajos del Balcón del Guadalquivir para celebrar el cese de las clases con sus propias bebidas y soportando una temperatura de casi 40 grados. El recinto se llena al llegar la noche.

SON las 17:30 y los termómetros casi alcanzan los 40 grados. El calor ha llegado en el ecuador de la Feria de Nuestra Señora de la Salud y lo ha hecho en el día menos indicado para los miles de jóvenes que habían planeado el tradicional botellón con el que cada año celebran el corte de las clases hasta el próximo lunes. Pero ni el intenso calor puede anular una cita como ésta.

El miércoles de Feria es una jornada de bulla en la que se mezclan los grupos de mayores y familias con niños que acuden desde media mañana a disfrutar de la tranquilidad que hay en el recinto con los adolescentes y jóvenes que llegan al entrar la tarde. Algunos de ellos van directamente a las casetas pero otros muchos, la gran mayoría, prefiere reunirse en los bajos del Balcón del Guadalquivir con sus propias bebidas para echar la tarde-noche con los amigos. Y no importa el calor que haga; cada año se llena. Las bolsas con bebidas alcohólicas y refrescos no faltan en este encuentro, y los hielos son imprescindibles para mantener el vaso fresco un rato mientras el sol aprieta. El rebujito casero fue ayer la estrella: un poco de vino blanco, otro de Sprite o Seven Up, hielos y listo.

Desde primera hora de la tarde los autobuses especiales de Feria bajaban llenos de grupos de amigos con un destino claro, y no era precisamente entrar en una caseta. Una vez en El Arenal, muchos buscaban la sombra bajo la portada a la espera del resto de amigos. Si es que había sitio para ellos, porque el metro cuadrado estaba muy cotizado a esas horas. "No pasa nada, hoy es un día en que tienes amigos por todos lados", decía una joven a su amigo, preocupado por no encontrar a sus compañeros de clase entre la bulla.

También había algunos grupos que se desorientaban y, con sus bolsas, pretendían entrar en la zona de casetas, como unas extranjeras que tuvo que parar un agente de la Policía Local para indicarles la zona permitida para el botellón. No faltaron las camisetas de colores con mensajes con doble sentido relacionados con cada ciclo o carrera universitaria, ni las garrafas llenas de vino, ni los abanicos, gafas de sol, flores en el pelo... Y un nuevo elemento que se incorpora a cualquier fiesta: el famoso palo selfie.

Los primeros en llegar, al menos, disfrutaron de una sombra bajo la que cobijarse: la del puente del Arenal o la del porche del Club de Piragüismo. Después, los elementos más deseados eran los bancos de hormigón (pero a esas horas, ya recalentados, no era aconsejable sentarse ni dejar en ellos los hielos). La alegría y las ganas de fiesta no podían con el sudor, y poco a poco los bajos del Balcón del Guadalquivir se llenaron, aunque a una hora más tardía que otros años. "Este es un día especial y el calor se aguanta con un rebujito fresquito", indicó Yolanda, una estudiante de Magisterio que lleva años "sin perderme este macrobotellón porque te encuentras con gente que hace tiempo que no ves y conoces a otros".

Tras la algarabía -y unos cuantos paseos para comprar hielos en establecimientos de los alrededores de El Arenal-, al llegar la noche las provisiones alcohólicas se agotaron y los jóvenes empezaron a llenar las casetas y echarse unos bailes. "Primero nos tomamos algo aquí tranquilas, charlamos de nuestras cosas, miramos cómo está el panorama y cuando se acaba la bebida, entramos en la Feria a darlo todo", señaló Cristina, estudiante de Empresariales.

Pese a las críticas de los caseteros por el botellón que, según dicen, causa una disminución del consumo el miércoles de Feria ya que la gente bebe fuera y sólo entra para bailar a sus recintos y también provoca más jaleos-peleas que de costumbre; los jóvenes tienen claras las ventajas que les ofrece. La primera es el precio: sale "mucho más barato comprar las bebidas que pagarlas en una caseta". Otra es la calidad de lo que se bebe, porque "si tú te haces el cubata sabes la marca que tomas y que no está adulterada pero en las casetas te ponen garrafón puro", explicó Carlos, que ayer acudió al botellón con su grupo de amigos. La última y no menos importante es que se liga: "Aquí ves a las muchachas, las fichas, te acercas y luego, si se dejan, te vas con ellas a las casetas".

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