cruz conde 12

La política, sí, la clave es la política

  • Fracasos como el del aeropuerto demuestran la ausencia de rigor que cundió en la clase política, que muestra numerosas carencias tanto en su sensibilidad como en su labor.

S OY de los que piensan que no existe más camino que el de la política para paliar los daños que la profunda crisis económica y moral ha producido en nuestra sociedad. Algunos, inocentes ellos, sospechan que alejarse de la política es sin embargo la solución, y así se declaran apolíticos, con lo que dejan el campo abierto a no pocas golferías. El problema de España, de hecho, es un problema político de primer rango y en gran parte provocado porque la gente dejó de someter a análisis a los poderes públicos y se guió en las elecciones a menudo por criterios inmovilistas cuando menos y en no pocos casos incluso sentimentales e irracionales. Faltó rigor, excelencia; faltó preocupación.

Salta a la vista, por ejemplo, en el asunto del aeropuerto de Córdoba, sobre el que esta misma semana la Unión Europea ha revelado un informe que resulta simplemente aterrador. A las claras, viene a decir que la ampliación que se hizo, y que ahí a medio hacer sigue, sin que exista plan alguno para finalizarla, fue una auténtica chapuza y una perdida de dinero evidente. Habla por ejemplo de que ni siquiera se elaboró un estudio de mercado ni se tuvieron en cuenta las condiciones areropuertarias del entorno cordobés. O sea, la propia Unión Europea parece admitir que su inversión de más de 10 millones en esta infraestructura trunca ha sido una pérdida de tiempo y de dinero cuyos objetivos jamás se cumplirán. En cierto modo, incluso parece este estudio un mensaje definitivo para todos los que todavía piensan en su candidez que alguna vez una línea comercial se interesará por operar desde el aeropuerto de Córdoba.

El aeródromo resulta pues un caso emblemático de esa egolatría que tuvo la clase política a la hora de tratar de dejar un legado para la historia al coste que fuese. También se trata de ganar elecciones de cualquier modo, y para eso hay que dejar las arcas públicas hechas un erial pues se dejan. En definitiva, todo lo contrario al rigor y a la responsabilidad, que en Córdoba, con el asunto del Palacio del Sur, llegó hasta tal punto que hubieron de dedicarse grandes cantidades para elaborar un proyecto que a final no llegó a ver puesta ni su primera piedra. Aquello tuvo varios responsables, pero quizá su gran valedora no fue otra que la hoy diputada socialista Rosa Aguilar Rivero. Su larga estancia en la Alcaldía es difícil no entenderla como una década en la que Córdoba desaprovechó numerosas oportunidades, pero seguro estoy de que si hoy los socialistas se atreviesen a presentarla en las municipales sacaría unos resultados incluso mejores de los que entiendo que sacará la que sí será candidata, Isabel Ambrosio. Hay algo irracional en eso, pero es que así funciona la sociedad, a golpe de intuiciones que suelen ser falaces y nos acaban poniendo en el disparadero.

Mientras prime eso no tengo duda de que así seguiremos y antes o después, cuando la cosa mejore, volveremos a ver a alcaldes metidos en proyectos megalómanos o insensatos con la anuencia de una sociedad que también se deja seducir por los encantos de las maquetas y por los sueños de grandeza. La solución a eso, claro, está en la política, una profesión vital para el avance de las sociedades pero que aquí parece que está al alcance de cualquiera aunque no tenga dos dedos de frente. Tomar decisiones con el dinero de todos es un asunto muy serio, pero muy serio, pero lo frecuentan fulanos que medio se lo toman a risa.

Muchos llegaron de echo al calor del cochazo y del coche oficial después de una vida en la que jamás tuvieron vínculo alguno con la sociedad más allá de los básicos. ¿Cómo puede haber un político que carezca de sensibilidad social? Pues el caso es que los hay a patadas, que los ayuntamientos están llenos. De eso precisamente, de esa política de bajísima calidad, proviene el cenagal en el que andamos y del que sólo saldremos por la vía de la regeneración y el rigor.

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