Córdoba

La beatificación del Padre Cristóbal reúne a más de 5.000 personas en la Catedral

  • El cardenal Angelo Amato destaca la "santidad excelsa" del sacerdote nacido en Extremadura.

"Hoy la Iglesia reconoce la santidad excelsa" del Padre Cristóbal de Santa Catalina. Así se pronunció ayer el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, durante la beatificación del fundador de la congregación de Hermanas Hospitalarias Jesús Nazareno, un celebración que reunió a más de 5.000 personas en la Catedral, templo principal de la Diócesis que por primera vez en la historia acogió un acto de estas características, y en el que también se dieron cita una decena de obispos y también el cardenal Carlos Amigo Vallejo.

La misa comenzó con la intervención del cardenal Amato y acto seguido tuvo lugar el rito de la beatificación, en el que el Obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, acompañado por el postulador de la Causa durante la fase romana, el Padre Evaristo Martínez de Alegría, y la madre general de las Hospitalarias de Jesús Nazareno, Leonor Copado, pidió al Papa Francisco la inscripción en el número de los Beatos al Padre Cristóbal de Santa Catalina. Por su parte, el cardenal leyó la carta apostólica en la que el Santo Padre declara al padre Cristóbal como Beato. En ese momento y después de que se retirase una gran tela que escondía una cuadro con su imagen, los fieles se fundieron en un fuerte y sonoro aplauso. A continuación, tuvo lugar la bendición de las reliquias del nuevo beato.

En su homilía, el cardenal Amato recordó que el padre Cristóbal "amaba Córdoba y la consideraba como su segunda patria". Córdoba, subrayó, "correspondió a este amor acogiéndole como hijo y la ciudad y la Diócesis son conscientes de vivir un día histórico".

El ya beato nació en Mérida (Badajoz) el 25 de julio, en una familia cristiana y pobre. En marzo de 1663 es ordenado sacerdote en Badajoz y, cuatro años más tarde, llega al eremitorio de El Bañuelo (en la zona de la Sierra) en Córdoba donde comienza a vivir con toda radicalidad en oración, silencio y penitencia. Allí buscó una vida entregada a la oración, y en Córdoba acabó siendo un hombre de santidad para todos, al servicio siempre de los desvalidos y los más necesitados. En 1670, según la información facilitada por el Obispado de Córdoba, profesa en la Orden Tercera de San Francisco de Asís y toma el sobrenombre de Santa Catalina. En 1673, a la vista de tanto sufrimiento, el padre Cristóbal toma una determinación radical para su vida: "Serviré a Dios sustentando pobres". Y lo hace en una pequeña ermita de la cofradía de Jesús Nazareno, comenzando así la Hospitalidad Franciscana de Jesús Nazareno. Su obra más importante, según los mismos datos, fue la fundación el 11 de febrero de 1673 de dos congregaciones franciscanas, denominadas Hermanos y Hermanas Hospitalarias de Jesús Nazareno; la congregación masculina ya no existe. Según la misma documentación, el padre Cristóbal murió el 24 de julio de 1690 y sus restos reposan en la iglesia de Jesús Nazareno.

Fue en diciembre del año pasado cuando culminó un largo proceso de beatificación, que dio comienzo en 1773, con la firma del decreto pontificio que aprobaba el milagro requerido para una beatificación.

En su intervención, el cardenal Amato aludió no sólo a un milagro, sino a varios de ellos y a los que denominó "rayos de su corona de santidad". Además de "su gran fe", el representante del Papa Francisco recordó que el padre Cristóbal consiguió pagar a los trabajadores de una obra a pesar de no tener dinero gracias a la Providencia o que el pan no faltara de la despensa. Otro hecho que, según Amato, fue "verificado por todos" fue la petición que las hermanas hicieron al padre Cristóbal para "que suplicara a la caldera donde hacían la comida para los enfermos que la cociese, ya que ésta tenía un agujero por el que se salía el agua y apagaba el fuego". Según Amato, "conmovido por tanta fe, nuestro beato se dirigió con candor franciscano a la caldera y le dijo que en virtud de santa obediencia te mando que no se cuele más el agua y deje cocer la comida para los enfermos". "Inmediatamente la caldera comenzó a hervir y esto llegó a oídos del obispo de Córdoba, Alonso de Salizanes, que quiso comprobar la verdad del hecho", relató Amato. Y así fue. Por ello, indicó que "la primera gran lección de nuestro beato es su profundo espíritu de fe". El cardenal Amato no se olvidó de las "numerosas curaciones obtenidas por intercesión del padre Cristóbal". Como la de uno de los hijos del vizconde de Villanueva, que estaba en peligro de muerte a quien nada más bendecir "se levantó de la cama y se puso a jugar como hacen los chicos de su edad".

La compasión de este sacerdote fue otra de las virtudes que destacó el cardenal. Así, reconoció que el padre Cristóbal recogía a los recién nacidos "abandonados de noche delante del hospital, socorría con alimentos a las viudas que sufrían el hambre y acogía a los peregrinos indigentes". Durante su vida, el sacerdote también prestó "mucha atención a las monjas de clausura y, por ello animaba a los ricos a ayudar a los monasterios con generosas donaciones, en vez de malgastar el dinero en cosas superfluas y vanas", destacó.

El cardenal Amato también aludió a la carta apostólica en la que el Papa Francisco sintetiza la vida del padre Cristóbal, una misiva en que la el Santo Padre asegura que "enfervorizado por la caridad evangélica se hizo siervo de los enfermos, a los que dio testimonio de la divina predilección redentora por los que sufren". Para concluir, el representante del Santo Padre pidió a los asistentes a la ceremonia ser "generosos en la escucha, en la cercanía y en la ayuda a los indigente, sobre todo a los de vuestras familias con la protección del beato Cristóbal de Catalina".

Y si estas fueron las palabras del cardenal, las que también tuvieron un buen recibimiento fueron las que ofreció poco antes de concluir la misa la hermana Leonor Copado, quien después de agradecer su presencia también hizo una singular petición. No fue otra que traslade al Papa Francisco "que aquí hay una comunidad viva que reza por él".

Tras la misa tuvo lugar una procesión con la imagen de Jesús Nazareno y los restos del Padre Cristóbal que concluyó en la iglesia de Jesús Nazareno.

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