Córdoba

El caos de conducir con lluvia

  • Las precipitaciones complican la circulación y la búsqueda de aparcamientol otras posibilidades Resguardarse bajo el paraguas y coger el autobús para trasladarse son alternativas a ponerse al volante, pero cuesta decidirse por las esperas en las paradas.

Día de paraguas y chubasqueros, de nubes amenazantes y, en la calzada, de tráfico denso. "Conducir en una mañana de lluvia es lo más parecido a una carrera de obstáculos para una persona normal", decía ayer Víctor Cruz tras estacionar su vehículo en una plaza de zona azul próxima a Santo Tomás de Aquino. "Es como si, en lugar de sacar los paraguas, los cordobeses prefiriéramos coger el coche para ir a cualquier sitio", resumía este conductor que se metió en el saco de quienes se decantan por coger el coche antes de echar mano al paraguas. No es un caso único y, cada vez que llueve, en las calles de la ciudad se multiplican el tráfico y los pitidos, se complica la búsqueda de aparcamiento y se ralentiza la circulación.

"Ha sido un horror llegar a los Ministerios. Pero siempre ocurre lo mismo cuando llueve", se quejaba otra conductora que, para completar el trayecto entre Levante y los juzgados aseguró haber tardado "media hora". Con los limpiaparabrisas a todo ritmo, las luces encendidas y los cristales parcialmente empañados mientras los pitidos retumban al otro lado de las lunas, "no es fácil conducir". "Tienes que tener mil ojos", resumió.

Mientras grupos de conductores circulaban casi como siguiendo un circuito a la caza de una plaza libre para aparcar, en las paradas de autobuses de la avenida del Aeropuerto los peatones se refugian en las paradas a la espera de los autobuses. "Las marquesinas son diminutas. Cuando hace sol, no hay ninguna sombra. Y cuando llueve, te calas", se quejó una vecina de Vista Alegre en una parada. Con el asfalto encharcado por el efecto de las continuas tormentas, caminar por cualquier avenida o resguardarse en una marquesina implica otro riesgo: "Que un conductor pise el acelerador y la ola resultante te cale hasta los huesos", advirtió mientras esperaba el bus Marta Gómez, una estudiante para quien esta experiencia "no es nueva". "Hay que agudizar toda la atención en un día de lluvia como éste", aconsejó.

En el centro, en el paso de cebra de El Corte Inglés, los paraguas entrechocan cuando la luz del peatón muda a verde. Con los bajos de los pantalones empapados, no es agradable ir de compras o llegar a la oficina. "Pero no queda otra. No vas a ir con una mochila con ropa seca para cambiarte cada vez que sales a la calle para hacer alguna gestión", bromeaba una trabajadora del centro que pasa "media mañana" de administración en administración "con papeleo".

Los aparcacoches aguardan bajo los paraguas en la plaza de toros. Pero, ni con sus indicaciones, es fácil encontrar un sitio, así que toca adentrarse en las calles de Ciudad Jardín a la busca de una plaza de aparcamiento entre peatones que cruzan corriendo para resguardarse de un nuevo aguacero y vehículos que recorren el barrio en competencia por un estacionamiento. "Cuando te ves en esta situación, te arrepientes de no haber cogido el autobús. Pero siempre puede la tentación", lamenta un conductor.

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