Cultura

Yo tenía una granja en África...

  • Se cumple el primer centenario de la llegada a Kenia de la escritora Karen Blixen, una epopeya inmortalizada en la novela 'Memorias de África', luego popularizada por el cine.

La cámara vuelve a recorrer las verdes plantaciones de café a los pies de las colinas de Ngong. Karen Blixen lo ha perdido todo: su granja, su dinero, a su amante. Cuando se  despide de Kenia, el país donde pasó tantos años felices, pocos espectadores logran contener las lágrimas. "Conozco una canción de África, que habla de la jirafa y de la luna nueva africana descansando sobre su lomo, de los surcos en los campos de cultivo y de las caras sudorosas de los recolectores de café... ¿Acaso conoce África una canción que hable de mí?", se  pregunta la baronesa, encarnada en la gran pantalla por una joven Meryl Streep. 

La escena real sucedió en 1931, después de que Blixen, también conocida como Isak Dinesen, su pseudónimo literario, pasara 17 años en África. Nunca regresó al continente, pero supo plasmar con éxito sus recuerdos de aquellos agitados días en varios relatos, entre ellos la famosa novela Memorias de África. En 1985 Sydney Pollak  fichó a Streep, Robert Redford y Klaus Maria Brandauer para  protagonizar su adaptación al cine, que se llevó siete Oscar, incluido el de la recordada banda sonora de John Barry. 

Karen Christentze Dinesen llegó al África oriental en 1914, hace  ahora 100 años, soñando con libertad y aventuras lejos del cerco familiar en su Dinamarca natal. Su objetivo era sacar adelante en Kenia una granja de café junto a su marido, el barón Bror von Blixen-Finecke, con quien se casó en Mombasa. "Lo cierto es que la región era demasiado elevada para cultivar café y había que abrirse paso a duras penas", escribió después. 

Y lo cierto es que las plantaciones avanzaban a duras penas, sobre  todo porque el gran cazador Bror Blixen resultó ser igual de aficionado a perseguir mujeres que leones. Debido a sus líos de faldas contagió a Karen la sífilis y el matrimonio se rompió, por lo que ella se vio obligada a gestionar sola la granja. "Más tarde, cuando  tuve la oportunidad de volar y contemplar mi granja a vista de pájaro, me sentí orgullosa de mi plantación de café, que tiñó de un verde brillante el grisáceo paisaje". 

Aquel vuelo lo realizó junto al aventurero Denys Finch Hatton, el gran amor de su vida. El atractivo e ingenioso británico había pisado por primera vez África en 1911 y allí descubrió su pasión por los safaris y los animales salvajes. También él era un gran aficionado a la caza mayor, pero siempre regresaba a casa de Karen. "Denys Finch  Hatton no tenía otro hogar en África que la granja; en ella vivía entre sus safaris, aquí tenía sus libros y su gramófono", escribió  Blixen. Este último se lo regaló a Karen, y con él entraron Mozart y  Beethoven. "Trajo nueva vida a la granja, se convirtió en su voz". 

En 1931 Finch Hatton y su avioneta se estrellaron en la región de Tsavo, en el sur de Kenia. "Denys muerto volando, el 14 entierro en las colinas de Ngong", escribió el 15 de mayo de 1931 en un telegrama a su hermano Thomas. Poco más tarde, abandonó el país, pero su pregunta sigue en el aire un siglo después, ¿conoce África alguna  canción que hable de Karen Blixen? 

Al menos en Kenia, sí. Todo el barrio en el que una vez se situó su granja pasó a llamarse Karen y son muchos los lugares que aún conservan las huellas de la danesa, que sigue siendo un personaje muy popular. Al contrario que muchos europeos que llegaron a África en la época colonial, Blixen dio trabajo en su granja a muchos kenianos y con algunos, entre ellos el sirviente somalí Farah y el cocinero  Kikuyu Kamante, mantuvo una estrecha relación. 

La casa Mbogani, en las afueras de Nairobi, a la que Blixen se mudó en 1917 y en la que se filmaron las escenas de Memorias de África es actualmente un museo. Sólo por la vista desde allí a las eternas colinas de Ngong y un paseo por sus jardines merece la pena visitarlo. Dentro se encuentran los muebles y objetos originales y parte del atrezo de la producción cinematográfica, entre ellos el famoso gramófono, el reloj de cuco o el vestuario que Steep y Redford llevaron durante el rodaje. 

"Yo tenía una granja en África, a los pies de las colinas de Ngong...", reza el comienzo de las famosas memorias de Blixen. Un siglo después de aquella primera mirada a las colinas, la frase sigue evocando sueños, sabanas, paisajes salvajes, leones y elefantes. Y por supuesto, la luna nueva de África. 

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