Imaginación enferma

Ir de la aprensión desmedida a la prevención sensata resulta una de las maneras más a propósito para cuidar la salud

Molière compuso El enfermo imaginario sobre una trama en la que las aprensiones se cruzan con los intereses y enredos familiares -no se piense que unos llevan siempre a otros-, pero más causa traen aquellas, las aprensiones, de la imaginación enferma. Porque lo que malbarata el ánimo y descompone el cuerpo no siempre es el duro veredicto de las certezas, sino el recelo y la angustia ante la expectativa del diagnóstico o el dictamen de una analítica, de una prueba. De modo tal que, bien sea para dar cuenta de lo cierto como para aliviar la desazón ante lo impreciso, concierte a los médicos un difícil ejercicio cuando el pronóstico tuerce el tobillo de la esperanza o pone una zancadilla a la normalidad en el juego sin balón de los días. Del enfermo imaginario, entonces, a la imaginación enferma. Y si Argán, en la comedia de Molière, pretendía casar a su hija Angélica con el joven médico Thomas Diafoirus, a fin de tener cerca la atención a sus desquiciadas enfermedades, aprensiones asimismo hay todavía más penosas, y puede decirse en propiedad malsanas, cuando el tormento de la duda y de la sospecha se acrecienta con el mayúsculo pavor a la consulta. Así las cosas, no solo se da rienda suelta a la aprensión para que devenga en desconcierto, sino que, todavía peor, puede hacer de las suyas la demora dejando arrinconada la prevención en el desahuciado trastero de lo que ya tiene poca compostura. Al cabo, cuando el miedo paraliza la visita al médico, al paciente aprensivo -porque padece con o sin causa- le aprietan dos nudos: el de la imaginación enferma y ese otro de la cerrada resistencia a despejar la duda que embarga. Invocar la virtud del término medio es práctica socorrida y hasta convertirse puede en la razón de un tópico o en el manoseado argumento de un lugar común. Sin embargo, pasar de la aprensión desmedida a la prevención sensata resulta una de las maneras más a propósito para cuidar la salud. Argán, en sus maquinaciones casamenteras, anhelaba la cercanía familiar de los médicos para que sus desdichas imaginadas pudieran a la vez templarse y recrearse como asuntos domésticos. Comedia al margen, atemperar aprensiones y miedos es cuestión de confianza. Y si sobre todo los actores de teatro rechazan el color amarillo porque así vestía Molière representando una obra poco antes de morir, bastante gana la salud del cuerpo y del alma cuando serena estar ante la facultativa bata blanca de los médicos.

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