2,5 euros para una revolución

A mí me parecen más oportunos los 2,5 euros que la creación de fronteras territoriales

La frontera a la esclavitud la han colocado las camareras de piso en 2,5 euros la hora. Eso es lo que denuncian que cobran, y a esa distancia tan ridícula podríamos colocar la esclavitud. De esa otra frontera, de la que delimita los derechos de los trabajadores de la mendicidad, sí que me interesa hablar. Todas las demás, las territoriales, solo se inventaron para defender privilegios y provocar arañazos, guerras y pobreza.

Con tanta presión informativa por "lo de Cataluña" se nos escapa lo fundamental: dígase el enorme conjunto de ciudadanos formado por jubilados, excluidos, trabajadores precarios, becarios, jóvenes, etc., que cada día se sitúan más cerca de la pobreza; también olvidamos que cada vez son más las personas que huyen de las guerras y mueren por los océanos o se hacinan en pseudo-campos de concentración; y por último no escuchamos los SOS que nuestro maltrecho medioambiente no para de mandarnos en forma de huracanes y olas de calor. Eso es lo fundamental, un universo repleto de luchas y afanes, de héroes volcados en servir de cauces, y sobre todo de personas esperanzadas en una verdadera revolución pendiente. Esa sí que me conmovería, me concerniría y me sacaría a las calles como tantas veces antes.

Las camareras de piso con su insignificante lucha frente a la prosopopeya de la patria y la bandera, van a tener muchos más enemigos que cualquier independentista catalán. Se enfrentarán a todos los partidos que votaron a favor de la reforma laboral, entre ellos el PP y la otrora Convergencia, a los empresarios hosteleros y sus patronales, tanto los que tienen sede en España como en Cataluña, y a gran parte de la sociedad silenciosa que no se preguntará nunca al llegar al hotel -¿cuánto pagarán éstos a la que me hace la cama?-.

Una revolución significa cambiar por la fuerza, no siempre por la guerra, un sistema socioeconómico y el político que lo gobierna. Las revoluciones siempre generan dolor y damnificados, ¿pero cuándo merecen la pena? A mí me parecen más oportunos los 2,5 euros que la creación de fronteras territoriales. Esa sí que merece un problema, un desafío, e incluso un desatino.

Y lo que a mí no me merece la pena, ¿merece mi respeto? No si va contra los derechos humanos, la libertad y la justicia. Realmente a mil kilómetros de la realidad vaporosa, que hoy se llama Barcelona, no es fácil comprender, aunque el respeto lo tienen de antemano. Sin embargo a 2,5 euros de la esclavitud, de la realidad sangrante, hasta yo lo entiendo.

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