Cerdos en la trastienda

Está demostrado que métodos tradicionales y menos intensivos mejoran lo que comemos

Amuchos de nosotros nos dejó mal cuerpo el programa de Jordi Évole del pasado domingo. Vimos cerdos monstruosos, tratados monstruosamente, que llegan sin embargo apetitosamente fileteados y saneados a nuestra nevera. El programa Salvados nos obliga a mirar cada domingo en la trastienda, y en muchas ocasiones lo que encontramos no nos gusta. Además en esta ocasión además me parece una hazaña mostrar en prime time las miserias de un sector económico tan poderoso, personalizando además la denuncia en una empresa como El Pozo, y declarar sin tapujos negligentes a las autoridades públicas que deben velar por el control sanitario en nuestro país. Vamos, un auténtico desastre.

Más allá de la discusión sobre si la granja de los horrores mostrada es una práctica habitual, como denuncian muchas organizaciones en defensa de los derechos de los animales, o es una excepción, como se afana la industria cárnica en demostrar desde el domingo, es evidente que el modelo de hiperconsumo imperante sólo favorece prácticas como la que hemos visto. Comer de todo, a todas horas, en todos los formatos posibles, sin límite y aunque no lo precisemos, tirando lo que sobra sin pudor, exige cantidades ingentes de procesados disponibles para llevárnoslos a la boca. Si queremos cambiar lo que vimos y sufrimos el domingo, habrá que empezar por replantear, a la baja y al sentido común, qué es lo que comemos; y qué es lo que realmente necesitamos. Nuestras decisiones de consumo diarios son trascendentales.

Por otro lado, apostar por opciones políticas que primen un modo de explotación de la tierra y de los recursos agropecuarios más ecológicas me parece imprescindible. Está demostrado que métodos tradicionales y menos intensivos mejoran lo que comemos, aminoran los efectos contaminantes sobre la tierra y dignifican el trato a los animales. Ya es hora de que miremos a nuestra naturaleza como a un todo, en el que no sólo hay espacios naturales que proteger sino también millones de hectáreas de explotación agropecuaria que conservar.

Évole nos ha invitado de nuevo a decidir si sólo queremos ser espectadores de la realidad o algo más. Si nos vamos a responsabilizar e intentar cambiar lo que ocurre, o sólo vamos a sufrir un rato viendo la tele. Si queremos humanizarnos cuidando a quienes nos dan de comer, o si seguiremos comiéndonos el mundo sin mirar a la etiqueta.

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