Andalucía

El 'president' de Iznájar

  • Con 16 años abandonó una pequeña localidad cordobesa y emigró a Cataluña, donde ha pasado por todos los escalones de la política · Es más conocido por sus silencios que por sus declaraciones

En septiembre de 2006, el entonces ministro de Industria, Comercio y Turismo, José Montilla Aguilera (Iznájar, 1955), proclamó en el pregón de las fiestas de la localidad cordobesa que le vio nacer que "mis raíces están aquí, firmes y sólidas", aunque "mis ramas y mis frutos han brotado en Cataluña". "Soy andaluz de origen y catalán de elección, y no he renunciado ni renunciaré ni a lo uno ni a lo otro", sentenció, rodeado de los iznajeros que 35 años atrás le vieron partir junto a su familia, con apenas 16 años, camino de la emigración, en dirección al próspero cinturón industrial de Barcelona.

Apenas dos meses después, Montilla se convirtió en el primer president de la historia del Gobierno de la Generalitat no nacido en Cataluña, en el primer charnego en sentarse en el sillón de Francesc Macià i Llussà, Lluís Companys i Jover, Josep Tarradellas i Joan, Jordi Pujol i Soley y Pasqual Maragall i Mira, ilustres representantes de la burguesía catalana de más rancio abolengo.

Aquel día, en su discurso de investidura, Montilla habló un catalán acharnegado que aún hoy es objeto de mofa por parte de los nacionalistas más cerriles, pero que practican varios millones de barceloneses. Son devoradores de vocales pero con derecho al voto, y Montilla se situó entre aquellos miles de emigrantes andaluces, extremeños, gallegos, aragoneses y castellanos que entre los años 50 y 70 llegaron a Eldorado catalán huyendo de las hambrunas de la posguerra, entre les altres catalans de Francesc Candel: "Ésta es mi patria. Yo no puedo hablar de la Cataluña de mis antepasados, pero sí de la de mis hijos. Y quiero que, mucho mejor aún, sea la de mis nietos". Y, por último, sacó su vena obrerista para proclamar a los cuatro vientos que era "un trabajador" y que se sentía "muy orgulloso" de serlo.

Efectivamente, Montilla es ante todo es un trabajador, un trabajador de la política que lleva casi treinta años pisando moqueta y montándose en coche oficial (no tiene carné de conducir).

Con apenas 25 años ya era teniente de alcalde de Hacienda de Sant Joan Despí, pueblo al que llegó nueve años antes con su familia. Con treinta se convirtió en alcalde de Cornellá de Llobregat (ganó por mayoría absoluta los comicios de 1987, 1991, 1995, 1999 y 2003), cargo que abandonó 18 años después para ocupar la presidencia de la Diputación de Barcelona.

Tras ganar el PSOE las elecciones generales de 2004, Zapatero lo incluyó en su primer Gobierno como ministro de Industria, Comercio y Turismo. Dos años después dejó la cartera ministerial para presentarse como candidato socialista y lograr la presidencia de la Generalitat catalana.

Paralelamente, desde que se afilió al PSC en 1978 (tras pasar antes por el PTE y el PSUC), Montilla escaló posiciones en el partido desde la potente agrupación del Baix Llobregat hasta convertirse en 2000 en el primer secretario de los socialistas catalanes. Formó tándem con Maragall, y logró arrebatarle a CiU el Gobierno de la Generalitat en 2003 merced al pacto del Tinell que suscribió con ERC y ICV-EUiA.

Los despropósitos del tripartito catalán y el desgaste que supuso para Maragall el Estatut le convirtieron en el único patrón del PSC cuando Zapatero le encomendó en 2006 que encabezara la candidatura socialista a la Generalitat. Como segundo de a bordo tiene José Zaragoza, actual secretario de Organización del PSC, un amigo más que un compañero. Ambos recorrieron el cinturón industrial de Barcelona en una moto conducida por Zaragoza pegando carteles electorales del PSC a finales de los setenta.

Orgánicamente, el momento cumbre de Montilla se produjo en el congreso del PSC celebrado en 1994 en Sitges. Allí, los socialistas del Baix Llobregat abrieron brecha en la organización controlada por la vieja guardia socialista -Serra, Obiols, Reventós, etc-, y colocó al emigrante andaluz como secretario de Organización en sustitución de Josep María Salas, encausado y encarcelado por los casos de financiación ilegal del PSOE.

Casado en segundas nupcias con Anne Hernández, una alta funcionaria del Consell del Baix Llobregat, tiene cinco hijos. Los tres últimos son trillizos y apenas si superan los ocho años. Los otros dos, ya mayores de edad, son de su primer matrimonio.

Cursó estudios de Derecho y Económicas en la Universidad de Barcelona pero no terminó ninguna de las dos carreras, y logró una plaza de funcionario de la Administración Pública. Germanófilo declarado, entre las aficiones que se le conocen está la lectura de novela negra y recorrer Cataluña de cabo a rabo. Duerme poco, entre cuatro y cinco horas, entra en el despacho a las siete de la mañana y nunca se sabe a qué hora saldrá.

Tímido y parco en palabras, enemigo de improvisaciones y de ocurrencias, se le conoce políticamente más por sus silencios que por sus declaraciones, aunque él se defiende con convicción: "Yo dirijo el Gobierno de Cataluña. Los políticos debemos hacer política y hablar para decir cosas que puedan interesar a sus ciudadanos. No debemos ser tertulianos o comentaristas de actualidad. No me siento identificado con los políticos que hablan por hablar, y que necesitan ir a tertulias para hacerse publicidad".

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