Huelva

El infierno a las puertas de casa

  • Los vecinos de la urbanización Casas de Bonares y los huéspedes del hotel y el camping cercanos sintieron muy cerca las llamas

  • Un foco se reactivó ayer y les devolvió el miedo

"Lo más impactante era el sonido del fuego y el calor. Ese ruido puso histérica a mi novia y empezó a gritarme que huyéramos enseguida a la playa. Aquello parecía un volcán: no dejaban de caer ciscos prendidos de los pinos y ceniza". Emilio lo vivió en un lugar preferente, en plena urbanización de Casas de Bonares, en primerísima línea. Por si hay duda, enseña el agujero que le hizo un trozo incandescente en el bañador, que horas después lleva puesto. Como para no creerle.

"Yo me asusté cuando el dueño de la casa nos llamó a la una y pico de la mañana y nos dijo que nos fuéramos de allí". Habla Carmen María García, sevillana de Dos Hermanas, alquilada durante una semana en una vivienda de la zona junto a su marido y sus dos hijos. "Nos llegó el olor a quemado antes de acostarnos y pensamos que no era más que una quema de rastrojos. Pero mi marido salió a la calle y vio las llamas de lejos. No pudimos ni pararnos a coger nada. Fuimos de los primeros en irnos pero con miedo, mucho miedo".

El infierno a sus pies. Sólo faltaba el olor azufre. Pero mucho peor es el del fuego. Olor asfixiante y pegajoso. Da igual marcharse a cientos de kilómetros de distancia, que seguirá pegado en la ropa. Metido en la nariz, por más que quieran marcar distancia los días. Aunque tampoco se trata de olor, que no pasa de ser un recuerdo machacón del miedo. A los vecinos les vence ver un peligro inminente y real en su propia casa, afectando a su propia familia, y a sus pertenencias. Lo material es lo de menos, pero no cuando simboliza la vida diaria, apacible, alterada ahora de la forma más brusca.

Luis seguía el sábado con curiosidad las columnas de humo que asomaban al otro lado del cabezo. Su casa está en plena falda, al fondo de las Casas de Bonares. Fue un improvisado puesto de vigilancia avanzado para lo que podía venir. Porque le dio por subir hasta lo más alto con su cámara de fotos para captar la cercanía del fuego. Hasta que se dio cuenta de que si no corría cuesta abajo, las llamas le iban a acabar quemando las pestañas.

"El fuego estaba mucho más atrás, avanzando hacia el este. Parecía que pasaba de largo cuando de repente cambió la dirección del viento y empezó a progresar hasta las casas. Ni me dio tiempo a hacer fotos. Bajé rápido y empecé a avisar a los vecinos".

Eran "las once y pico" de la noche. No lo precisa. En aquel momento, más que mirar la hora, era momento de coger, como mucho, una mascarilla para que su asma llevara mejor lo de respirar con el humo y se fuera a avisar a los vecinos más próximos para desalojar las casas.

El extremo final de Pintor Miguel Ballesta Maqueda, una calle sin salida, abierta sólo a la playa en algunos tramos para los peatones, se convirtió en la avanzadilla de lo que estaba por llegar. Como si se trataran sus vecinos de los canarios enjaulados en las minas de carbón. Aquí no era cuestión de alertar del grisú, pero sí de un fuego que llamaba a las puertas del casco urbano y que empezó a abrazar la urbanización progresivamente hasta llegar a la zona del camping Mazagón y del Ohtels Mazagón.

Allí los huéspedes empezaron a reaccionar de forma escalonada. Los más desconfiados por el panorama se movieron sobre la medianoche. Les pasó a Antonio Navas y Francisco Mendoza, gaditanos de Puerto Serrano y hospedados desde el jueves en el hotel: cogieron a sus respectivas familias y se fueron por iniciativa propia, pese a las noticias que en principio llegaron para tranquilizarles. "Nos dijeron que no había peligro, que el incendio estaba a 25 kilómetros, pero la dirección del aire cambió y el humo empezó a llegar a nosotros. Era insoportable. Cuando salimos del aparcamiento, la gente estaba ya muy nerviosa. Se veía el resplandor del fuego sobre los pinos".

Ellos lo vieron claro y aún pudieron salir con el coche en dirección a Huelva, con paso previo en el centro de Mazagón. Al final pararon en la capital, junto al estadio Nuevo Colombino, donde se improvisó una concentración de evacuados sin planificación previa. "Una patrulla de la Policía Local nos preguntó al vernos allí y llegaron más para ofrecernos ayuda: nos propusieron irnos a otro sitio a pasar la noche y nos trajeron botellas de agua y lo que necesitáramos".

También se quitaron de en medio José Antonio Martín y Anabel Almansa, de Cañada Rosal (Sevilla). Las noticias del incendio les hicieron salir a retirar el coche aparcado junto al pinar del camping y, al ver las llamas, "no volvimos a entrar en el hotel ni a por las maletas". Con un hijo pequeño, no titubearon. Dicen que era en torno a la una de la madrugada y se fueron primero al puerto deportivo. "El humo llegaba a la playa y nos lloraban los ojos". Luego llegaron "por error" a Moguer y acabaron por miedo en Huelva, pasando el resto de la noche en el aparcamiento del hospital Juan Ramón Jiménez. Por la mañana regresaron al hotel. Ya no había peligro, según oyeron en la radio. No pudieron contactar con la recepción pero, pese al "desconcierto por la falta de información", decidieron quedarse y apurar su estancia hasta hoy lunes, según lo previsto.

El establecimiento hotelero trataba de seguir su actividad con normalidad la mañana del domingo, ofreciendo incluso los desayunos. Aunque los que regresaron tras pasar la noche fuera se encontraron un panorama desolador: el pinar colindante al aparcamiento, también pegado al camping, estaba calcinado. Con el matorral pasto de las llamas, sólo se salvaron las copas de los árboles.

A Vanesa Barrera le asustó la imagen al llegar desde Jerez de la Frontera para comenzar una estancia de cinco días. "Fue imposible contactar con alguien y decidimos venir de todos modos para ver qué pasaba. Pero parece que no hay problema y nos quedaremos".

Miguel Ángel Moreno también sacaba sus maletas del coche después de irse a pasar la noche a Utrera, a su propia casa. La del sábado era la primera de las cuatro previstas en sus vacaciones en Mazagón pero decidió llevarse a su familia de vuelta cuando pensaba que se había quedado ya sin coche por las llamas. Otros amigos decidieron quedarse y seguir las indicaciones del desalojo posterior, que llevaron a los rezagados hasta la playa. "Aquello fue caótico", me contaban. Por la mañana, Miguel Ángel decidió volver a Huelva, "porque es mucho dinero el que invierte uno en las vacaciones y no nos podemos permitir perderlo". Sus amigos, después del calvario nocturno, tomaron el camino inverso: "Lo pasaron verdaderamente mal".

El viento empezó ayer a soplar de nuevo muy fuerte en la zona. Y el humo volvió a dejar un olor insoportable. No paraba el trasiego en la zona y una pareja de la Guardia Civil llegó al hotel poco antes de las tres de la tarde para hablar con los huéspedes y tranquilizarles. No había riesgo de que se repitiera lo de la noche anterior. Y basta que pretendieran transmitirles calma para que el fuego hiciera de nuevo acto de presencia ante todos ellos de súbito, en las puertas mismas del camping, junto al hotel y cinco coches aparcados que apenas tardaron segundos en ser cercados por grandes llamas. Los rescoldos de la noche prendieron apenas cincuenta metros cuadrados de pastos secos que se salvaron horas antes. Y el pánico reapareció.

Ni hubo males mayores. La reacción fue muy rápida, inmediata. Salieron una decena de extintores de los dos hospedajes y entre todos extinguieron las llamas y sacaron los coches del foco. Tres camiones autobomba del Consorcio Provincial aparecieron poco después y terminaron de apaciguar el ambiente. Los puntos calientes en la vegetación de la zona se acabaron de neutralizar pero el miedo en algunos no se apagó. José Antonio y Anabel tampoco se lo pensaron esta vez: aún actuaban los bomberos cuando pasaron tras ellos con el carrito de su hijo y sus maletas. "Nos vamos a casa ya. No nos merece ya la pena seguir aquí", decían resignados. Dolidos también por una multa de 200 euros de la Policía Local por el aparcamiento de la noche anterior junto al pinar: "Encima apaleados".

Pero cierto fue que la situación se controló en seguida. Aunque empezaran a llegar noticias de fuego reavivado en las Casas de Bonares. De hecho este último episodio junto al camping había obligado a cortar poco antes la vía principal de la playa, la Avenida de los Conquistadores. En el restaurante de los campistas todavía recordaba su personal la pesadilla de la noche anterior, la que vivieron despiertos y les impidió después conciliar el sueño.

En la urbanización aledaña, la falta de descanso era evidente también entre los vecinos. María del Carmen Bermejo salía hacia la avenida para pedir explicaciones a los agentes que cortaban el paso. Poco después se adentraron dos patrullas en la calle, Policía Autonómica y Local, sugiriendo a los vecinos que se fueran de allí por la densidad del humo que llegaba del frente activo del incendio.

Carmen Lozano, que prefirió quedarse la noche anterior con la escapatoria de la playa, decidió esta vez, al filo de las cinco de la tarde de ayer, salir de allí con su marido. "Estás en un momento así, por el que nunca crees que vas a pasar, y no sabes realmente qué hacer". Un vecino y amigo, Miguel Ángel Álvarez, ya con el coche cargado, dispuesto a marcharse: "Como decía otro amigo, vamos a poner una vela, pero sin encender, para que no pase nada más".

Ambos cuentan cómo a otro amigo común, la noche anterior, mientras paseaba por el carril bici, "vio delante cómo una gran lengua de fuego pasaba a este lado de la carretera [de Matalascañas] y empezó el incendio por esta parte". Otro testimonio para un escalofrío más.

En la despedida con todos se repetía el consuelo: "Menos mal que no hay daños personales". Los materiales, naturales en este caso, eran otra cosa, también motivo de desconsuelo y pesar. "Conocimos el año pasado Mazagón y decidimos volver en nuestras vacaciones. Nos gustó estar rodeados de tanto verde, tanta naturaleza, nada que ver con el paisaje del Mediterráneo", contaba Rodrigo Aparicio, leonés que aguardaba noticias junto al hotel, con su familia en el coche. "No sabemos qué hacer". Intentando aclarar el panorama fue a hablar con los guardias civiles que llegaron para informar a los huéspedes, y justo en ese momento se reavivó el foco allí y su coche a punto estuvo de quemarse totalmente. La pesadilla de ver el infierno tan cerca de su nuevo paraíso.

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