Inmigrantes buscan un jornal Siete días es el tiempo máximo para ocupar una plaza en las instalaciones de la ONG

Esperanza para esos días desesperados

  • La Cruz Roja de Baena atiende a decenas de extranjeros que aguardan, sin éxito, a trabajar en la campaña olivarera

Las instalaciones de Cruz Roja en Baena viven estos días un overbooking de inmigrantes al que ya está acostumbrada en tiempos de la campaña de la aceituna, aunque algo agravado por una falta de trabajo que se llega a traducir en una sobredosis de desesperanza y victimismo para el extranjero. "Es normal que en esta época tengamos un gran número de inmigrantes a las puertas de nuestro centro a la espera de que alguien venga a contratarlos; pero puedo decir que este año no hay muchos más que otros", relata el vicepresidente de la agrupación local, Juan Manuel León de Toro.

Aunque a él no le gusta decir que es época de desbordamiento, María de los Ángeles Cortés, trabajadora social, apenas descansa de recoger solicitudes de pernoctaciones, demanda de ropa o de aseo e incluso peticiones para guardar el equipaje con el que magrebíes, rumanos o subsaharianos llegan a Baena a la búsqueda de su particular pellizco de El Dorado. Una veintena de voluntarios están dedicados al programa de inmigrantes, para un centro que durante las 24 horas del año está abierto y que oferta 28 plazas para dormir.

Con una excepción: sólo se pueden ocupar durante un máximo de siete días, al igual que el comedor. "Servimos diariamente 60 comidas y 60 cenas durante el tiempo de campaña, además de bocadillos para todo el que lo solicita", apunta León del Toro.

El ritual para optar a alojamiento, a dejar el equipaje o a cualquier otro tipo de servicio es sencillo. "El inmigrante coge la vez y cuando le toca su número le llamamos por móvil, ya que casi todos lo tienen; se acerca hasta las oficinas y rellena su solicitud", detalla Mari Ángeles.

Pero los siete días de cama pasan y el otrora trabajador con el perfil preferido por los olivareros comprueba cómo las consecuencias de la crisis lo condenan a dormir en los alrededores de la Cruz Roja, cualquier rincón de Baena o en una iglesia evangélica a la que sus responsables le han abierto las puertas para combatir el frío y la desesperanza del desempleo. No obstante, desde muy temprano se vuelven a citar en decenas a las puertas de las instalaciones de Cruz Roja.

Algunos de los inmigrantes intentan matar la espera en el salón comedor convertido por unas horas en sala de proyección de la televisión o en zona recreativa donde echar una partida de damas con las piezas de un puzzle o un ajedrez. Mientras, otros lavan algo de ropa y la cuelgan sobre una verja para que se seque. Esas esperas son ya de un mes para el marroquí Mohamed Bachir; de 11 días para los senegaleses Mamadú Ba y Ndiaye Mbolle; de 20 días para los amigos marroquíes Radoune Fahmi y Mohamed El Saime; de varias semanas para el también marroquí Mohamed Baba...

La problemática de muchos de ellos la conoce al detalle Alexandre Djeumo, un camerunés que trabaja como mediador sociolaboral desde hace un par de años en la Cruz Roja baenense. Alexandre no fue testigo de cómo en los primeros tiempos del centro -abrió en octubre de 2005- la ocupación fue, sobre todo, de inmigrantes de los países del Este, pero sí lo fue de que esa tendencia cambió hasta la actual de "un 50% entre subsaharianos, magrebíes y europeos, después de una época en la que esa mayoría era de magrebíes", relata León de Toro. Los vecinos de Baena saben que el personal inmigrante es mano de obra indispensable en la campaña aceitunera, "lo que ocurre es que este año el contingente que han traído las organizaciones agrarias ha contribuido un poco a esta situación que se vive". En estos años, hay experiencias de fracasos, pero también de éxito: "mi amigo senegalés Seku, que pasó por Baena en 2004 y que ahora, aparte de tener tres mujeres y más de una docena de hijos, trabaja en una ganadería en Lérida. Con él, como con otros muchos, seguimos en contacto", añade.

El centro de Baena también ha recogido a inmigrantes derivados desde Canarias. "En el periodo 2005-2006 apenas nos daba tiempo a agotar los 15 días que pueden estar en nuestras instalaciones cuando ya había otro grupo esperando. Este año habrán podido pasar unas 200 personas en esa situación", anota el coordinador. Y concluye: "esas llegadas son verdaderos dramas humanos que intentamos suavizar volcándonos con ellos".

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